La pandemia de la COVID-19 ha obligado a las naciones del mundo a tomar medidas excepcionales para evitar el aumento exponencial de los contagios. Los estados han establecido distintas estrategias, como el distanciamiento físico: a través del cierre de centros educativos, comercios e industrias; la cuarentena por zonas geográficas; controles sanitarios en la vía pública y zonas en los que hay focos de propagación del virus, y restricciones de la circulación de personas. En líneas generales, con base en la evolución de la situación epidemiológica y la curva de contagio, los países fueron ajustando sus medidas. La Organización Mundial de la Salud ha planteado en un documento reciente que “mientras no se disponga de intervenciones farmacéuticas específicas y eficaces (por ejemplo, tratamientos y vacunas), los países pueden verse en la necesidad de seguir levantando medidas o de volver a instaurarlas en tanto dure la pandemia” [1].
Este organismo ve como escenario más probable “oleadas epidémicas recurrentes alternadas con periodos de transmisión de baja intensidad” [2], a pesar de que no se conoce la evolución futura de la transmisión de la pandemia. Según la OMS, la decisión de liberalizar el aislamiento o endurecerlo debe estar fundados en factores epidemiológicos, de salud pública, capacidades asistenciales, y disponibilidad de intervenciones farmacéuticas eficaces. Para conocer la evolución de las medidas tomadas, controlar la propagación del virus y mitigar sus consecuencias de la pandemia sobre la salud y la economía a nivel mundial analizamos desde OCIPEx la base de datos del Coronavirus Government Response Tracker (es un recopilador de respuestas gubernamentales al coronavirus) de la universidad de Oxford, que releva desde el 1 de enero las medidas aplicadas por 176 países.
En primer lugar, si observamos globalmente los métodos mediante los cuales se aplicaron las medidas de aislamiento, en el mes de abril en la región de Asia se aplicaban las medidas más estrictas, donde se requería no salir del hogar salvo excepciones mínimas. En Argentina se adoptaron tempranamente estas medidas, permitiendo mantener baja la curva de contagios. A principios de junio, eran 70 los países que mantienen restricciones a la movilidad, pero de manera más flexible y focalizada. Europa, luego de haber pasado su pico de contagio, es la región donde más se ha flexibilizado el aislamiento en los últimos días. Sin embargo, esto parece estar teniendo resultados dispares ya que en países como Alemania se han disparado los números de contagios y su velocidad de multiplicación, por lo que se teme que se tenga que volver atrás en el aislamiento. Inclusive, a mediados de junio tuvieron que restablecer la cuarentena en el estado de Renania luego de que un grupo de trabajadores de un frigorífico se contagiaran en sus puestos de trabajo.
En Asia también hubo países que liberalizaron el aislamiento pero rápidamente tuvieron que volver a imponer restricciones. En la isla de Hokkaido Japón, se estableció una cuarentena rápida pero, al levantar las restricciones cuando bajaron el número de contagiados, una segunda ola de infecciones la golpeó aún más fuerte [3]. Veintiséis días después la isla se vio obligada a volver a cerrarse. En Beijing tuvieron que endurecer las medidas de aislamiento luego de un nuevo brote [4]. En Australia sucedió algo similar, por lo que un millón de personas fueron puestas en cuarentena en Melbourne [5].
Si ponemos el foco en el sector educativo, encontramos que el 92% de los países mantenían cerrados todos los niveles al iniciar el mes de abril. Dos meses después algunos países han empezado a relajar sus medidas estableciendo criterios diferenciados de acuerdo con el nivel educativo. Esto sucedió especialmente en Europa y Asia que ya han pasado los picos de contagio, debido a que fueron las primeras regiones azotadas por el virus. No obstante, de un análisis global se desprende que prácticamente no hay países donde se hayan normalizado la actividad educativa.
Las restricciones al transporte público son una medida básica y fundamental para evitar el movimiento de personas y la consecuente propagación del virus en la población. Desde abril, más del 60% de los países mantienen este tipo de restricciones. Desde hace 2 meses, sólo 12 de 66 países han liberalizado su sistema de transporte. En Latinoamérica, Bolivia estableció una flexibilizó las restricciones en el sistema de transporte público y recientemente 7 municipios de Cochabamba debieron volver a una cuarentena estricta, producto de un aumento en los contagios [3].
Por el lado del sector productivo, la evolución mundial de las restricciones a la actividad están estrechamente relacionadas con los picos de contagio. En abril, 86 países solo permitían el trabajo en rubros esenciales, en su mayoría eran de Europa y Asia, zona que se encontraba en el pico de contagio entonces[.] En ese momento, en América donde se buscaba evitar el aumento de los casos de personas infectadas con COVID-19. En junio se ve una marcada liberalización o focalización de las restricciones a las actividades productivas; sin embargo, el 72% de los países todavía tienen algún tipo de medida que restringe la actividad comercial y productiva.
Recientemente, se dispararon los casos de COVID-19 en Bogotá debido a la liberalización del transporte público y la actividad productiva, obligando a las autoridades a establecer horarios por sector económico y decretando toque de queda en barrios específicos de la ciudad [5]. En Lisboa también se impusieron nuevas restricciones reportándose la cantidad de gente permitida por reunión y disponiendo de horarios especiales para la atención de comercios [6]. En la región del Magreb se tuvo que restablecer la cuarentena en Arabia Saudita luego de que en la ciudad de Jeddah hubiera un nuevo pico en los casos [7].
El director de la OMS recientemente afirmó que el “el mundo entró en una fase nueva y peligrosa” [8], donde mucha gente está cansada de quedarse en su casa y los países desean re-abrir su sociedad y su economía. El continente americano, con EE. UU. y Brasil a la cabeza, es el principal foco de contagio y propagación del virus a nivel mundial. El último jueves fue el récord de contagios en un sólo día y la mitad fueron en nuestro continente [9]. Al no existir todavía una medida más efectiva que el aislamiento para evitar el contagio del COVID, los países del mundo se encuentran en la obligación de endurecer las medidas de aislamiento, distanciamiento social, restricciones al movimiento de personas y a la actividad económica y comercial. Para tener en cuenta de la incertidumbre futura, un dato de color: La OCDE recientemente publicó un informe sobre la evolución de la deuda pública de los países de esta organización proyectados presuponiendo que puede haber un rebrote de COVID a nivel mundial.
Respecto a las medidas económicas para paliar la crisis, resulta interesante realizar un análisis del relevamiento realizado por la Universidad de Oxford. En este, se recoge información acerca de las transferencias desde el Estado hacia las personas que pierden sus empleos o no pueden trabajar, y sobre el congelamiento de obligaciones financieras para los hogares. De esta forma, da algunas pistas interesantes acerca de la dinámica del fenómeno. En primer lugar, el 68% de los países están aplicando medidas, aunque se ven diferencias entre los países más desarrollados, que han tomado medidas más profundas y abarcativas, y los países con menor grado de desarrollo, que tienen un margen de maniobra menor. En los primeros, los gobiernos están reemplazando como mínimo el 50% del salario total perdido (o si es un monto fijo es mayor que el 50% del salario medio). Respecto al alivio de deudas, el 75% de los países está tomando medidas al respecto. Argentina, según el análisis de Oxford, se encuentra entre los países de la región que aplican medidas de mayor alivio, junto con Perú y Colombia.
De este trabajo se desprende una conclusión contundente: casi ningún país del mundo, particularmente aquellos con grandes ciudades y conglomerados urbanos, pudo mitigar definitivamente el aumento de los contagios y sus consecuencias económicas. Los estados más desarrollados y robustos tienen más capacidad para contener el avance del virus. Incluso así, frente a la ausencia de una vacuna, la posibilidad de un rebrote está siempre latente. Es fundamental que, frente a este riesgo inminente, se tomen la mayor cantidad de medidas posibles para evitar la circulación del virus. De esta forma, se hace evidente la necesidad de redoblar el esfuerzo y la solidaridad de toda la sociedad argentina para garantizar la salud de sus conciudadanos, evitando acelerar el aumento de contagios y el consecuente colapso del sistema de salud. Así, se vuelve menester encontrar una salida comunitaria a la crisis sanitaria y económica entendiendo que lo que se vive localmente es un problema que todavía mantiene impotente a la humanidad entera.
Referencias:
[2] Ibidem.
[3] https://time.com/5826918/hokkaido-coronavirus-lockdown/