Por Manuel Valenti Randi (Director Ejecutivo e investigador de OCIPEx) y Agustina Sánchez (Directora de Grupos de Trabajo y Coordinadora del GT de Sectores Estrategicos del OCIPEx).
A la fecha solo se produjo el 4% de las vacunas para combatir el Covid-19 proyectadas a nivel mundial. Si bien se está produciendo el doble de vacunas (9.400 millones) que se producian en 2019 (5.000 millones) la suma no alcanzará para suplir la demanda global.
Un informe del Banco Mundial [1] explica que la menor producción de vacunas, en relación a lo proyectado en 2020, se debe a la alta concentración en la producción de las mismas en un grupo de 13 países, que ha sido denominado como “El club de la vacuna” compuesto, entre otros, por: Estados Unidos, la Unión Europea, India, China y Rusia. A su vez, esos mismos países concentran la producción de insumos básicos para la fabricación de vacunas. Más del 70% de las 444 empresas identificadas como fabricantes de insumos relevantes para las vacunas COVID-19 están ubicadas en la Unión Europea (156 empresas), Estados Unidos (70 empresas), China (49 empresas) e India (43 empresas).
Top 10 de países exportadores de insumos para la producción de vacunas: Unión Europea, Estados Unidos, Singapur, China, Reino Unido, Japon, Republica de Corea, India y Tailandia.
La escasez de vacunas, sumado a la concentración de los insumos para su fabricacion en un puñado de países, ha llevado a EEUU y algunos paises de la UE al establecimiento de barreras a la exportación de vacunas a países extranjeros.
En consecuencia, de acuerdo a datos de la Organización de las Naciones Unidas, 10 países concentran el 75% del total de las vacunas producidas, mientras que más de 130 todavía no recibieron dosis para inmunizar a su población [2].
Frente a esto resulta central la discusión planteada por India y Sudafrica en la Organización Mundial del Comercio, para liberar la patente de la vacuna, de forma tal que esta pueda ser producida en cada país aprovechando y potenciando las capacidades científicas y tecnológicas, asi como el equipamiento medico de cada país. Si bien 100 países de los 164 países miembros del organismo se han mostrado a favor, los países que concentran la vacuna, se han opuesto a la liberalizacion. Una novedad, en este sentido, resulta el apoyo estadounidense a la suspención de la patente anunciado hoy 5 de mayo por la embajadora y Representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, que se suma al apoyo de China y Rusia para la liberalizacion de la patente. Esta decisión abre sin duda un panorama auspicioso para la discusión en el marco de la OMC. Llegado a este punto se preguntarán ¿por qué las corporaciones no quieren liberar la patente de la vacuna para covid-19?? Porque las empresas buscan monopolizar los multimillonarios ingresos que genera la vacuna para el covid-19. Para muestra hace falta un botón. Según su último balance presentado ante la U.S. Securities and Exchange Commission (SEC), Pfizer estima ventas en 2021 por U$D 15.000 millones de su vacuna elaborada en colaboración con BioNTech, con base a los acuerdos vigentes. Esto representa un incremento del 228% en las ventas de este insumo, respecto al 2020.
Estas proyecciones se basan únicamente en las 1.400 millones de dosis pactadas. En consecuencia, el incremento de las ganancias podría ser mucho mayor si se tiene en cuenta que planean aumentar la producción de dosis hasta 2.500 millones para fin de año. Liberar la patente de la vacuna o que el mercado no se circunscriba a un puñado de empresas, representa una amenaza a estas potenciales ganancias. En este sentido, en 2020, Pfizer tuvo ingresos por u$41.908 millones. La empresa proyecta aumentar sus ingresos a u$61.000 millones este año, un 45% más que el año anterior [3]. Estos hechos evidencian la creciente desigualdad en el escenario internacional, ya no solo entre países ricos y pobres sino también entre Estados y corporaciones.
Desde 1994 la producción de medicamentos y vacunas está regulada por medio de los ADPIC, los Acuerdos de Propiedad Intelectual relativos al Comercio, enmarcados en la OMC. Éstos le confieren al titular de la patente farmacéutica derechos exclusivos de explotación sobre el medicamento patentado durante 20 años. En ese periodo la empresa o laboratorio goza del derecho exclusivo de fabricar el producto, comercializarlo, licenciarlo, importarlo y exportarlo. La patente no se limita a la molécula, sino también a la formulación, mecanismo de producción o asociación con otras moléculas. Así, mediante la sucesión de patentes, las corporaciones farmacéuticas prolongan el periodo de exclusividad de sus presentaciones comerciales, controlando la totalidad de la producción de nuevos medicamentos. Antes de la pandemia, la mayoría de las nuevas patetentes farmacéuticas no describía una nueva molécula o producto químico, sino una nueva presentación del medicamento, tabletas, gotas o una nueva dosificación. Se registran nuevos usos que no mejorar la salud, pero permiten el control del mercado por esa misma empresa.
En los últimos 20 años, la industria farmacéutica global ha estado regida por estanderes de mercantilización, rentabilidad y concentración de la riqueza. El mercado global de medicamentos y vacunas tiene ventas de u$1.204,8 anuales con tasas de crecimiento por encima del 10% y márgenes de rentabilidad del 70%. Los 20 principales laboratorios se encuentran en EEUU y Europa y representan el 60% del total de las ventas de la industria. Las corporaciones farmacéuticas se especializan únicamente en el desarrollo de medicamentos altamente rentables y de venta masiva. La salida al mercado de medicamentos innovadores disminuyó un 39% entre 2005 y 2019, respecto a la década anterior. Además, las corporaciones farmacéuticas han reemplazado la inversión en I+D por la inversión en marketing y publicidad. En los primeros 9 meses del 2019 el gasto en publicidad fue de $4.54 mil millones de dólares. Esto último ha quedado en evidencia en el caso de la producción de la vacuna para combatir el coronavirus. Los balances de Biontech del 2020 muestran una inversión junto a Pfizer en I+D por aproximadamente u$800 millones. Las ganancias esperadas sólo para este año son casi 20 veces más grande que la inversión en I+D.[4]
Para mitigar el impacto que tiene la concentración de las vacunas y la imposibilidad de liberar la patente en la humanidad, la OMC ha creado la iniciativa COVAX cuyo fin es proveer de vacunas a los países de menores ingresos y depende de la donación voluntaria de los países ricos. Sin embargo, el mecanismo no cuenta con los suficientes recursos. Este tipo de iniciativas, que apelan a la buena voluntad de las empresas, no cuestiona las barreras que dificultan la producción de vacunas, medicamentos y otros desarrollos biotecnológicos: los derechos de patente y propiedad intelectual, que en la práctica se traducen en monopolios que se rigen por los A (ADPIC) de la Organización Mundial del Comercio.
Es importante mencionar que estos acuerdos contemplan la posibilidad de emitir licencias obligatorias, un tipo de flexibilidad de los ADPIC que permite liberar las pantentes en caso de emergencias nacionales. El acuerdo dice: “Cada miembro tiene el derecho de determinar lo que constituye una emergencia nacional u otras circunstancias de extrema urgencia, quedando entendido que las crisis de salud pública, incluidas las relacionadas con el VIH/SIDA, la tuberculosis, el paludismo y otras epidemias, pueden representar una emergencia nacional u otras circunstancias de extrema urgencia, es decir, liberar la patente de la vacuna el tiempo que dure la pandemia esta contemplado en la normativa internacional” [5].
Sin embargo, la justificación de países ricos y empresas es que liberar la patente desaceleraría la “innovación científica y tecnológica” y sería “contraproducente” para una industria que ha demostrado “funcionar bien” frente a la pandemia. Con más de 3.144.028 muertes en el mundo por Covid-19 y el nivel de concentración de producción de vacunas mencionado, cabe preguntarse ¿cuáles son los parámetros que rigen la producción científica y tecnológica global?
En este contexto de adversidades, Argentina es uno de los pocos países que produce la vacuna Spunik-V de origen ruso y de mayor eficacia a nivel global y producirá la vacuna Sinopharm de origen chino, así como la inglesa Astrazeneca, cuidando la salud de la población y potenciando las capacidades científicas, tecnológicas y de salud nacionales.
[2] https://news.un.org/es/story/2021/02/1488202
[3] https://d18rn0p25nwr6d.cloudfront.net/CIK-0000078003/9353920d-d7a2-4609-9685-f302fe931480.pdf