ArtículosDesarrollo Económico Justo y Sostenible

La trama textil: actores, datos y perspectivas de un sector clave para el desarrollo nacional

La cadena de valor de la industria textil es extensa y diversa, mueve millones de dólares por año, emplea mano de obra intensiva en todo el mundo, genera importantes y complejos flujos comerciales de mercadería a la vez que dinamiza distintas regiones del mundo con capacidad de distribución y logística. Sólo en el año 2008, por ejemplo, el comercio internacional de la industria textil generó unos $613.000 millones de dólares y representó el 6% de las transacciones de bienes manufacturados[1].

Durante los últimos treinta años se produjo una relocalización geográfica de la producción textil a nivel global que implicó el desplazamiento desde áreas desarrolladas como el corazón de Europa y Estados Unidos a Asia y otras regiones del mundo en desarrollo, convirtiendo a estas últimas en actores relevantes para el sector. Este  proceso se vio potenciado por el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (en el año 2001) y por la eliminación del sistema de cuotas europeo que imponía restricciones para el acceso de productos textiles y agrarios a ese mercado. Esta reorganización también significó una nueva división internacional del trabajo organizada en torno a un centro de diseño, logística y comercialización de la “alta moda” (Europa) y una periferia que concentraría la producción manufacturera, la mano de obra intensiva garantizada con bajos salarios y precarias condiciones laborales (Asia Pacífico).

En la actualidad, dentro de los 10 mayores exportadores globales de productos textiles, 7 son países asiáticos (según datos de la OMC de 2017). La República Popular China lidera el ranking con 110 billones de dólares en producto bruto exportado, en segundo lugar se encuentra la Unión Europea con 63,9 billones de dólares seguido por  India con 17 billones de dólares exportados, seguidos de Corea del Sur, China Taipei, Pakistán, Hong Kong y Vietnam. La emergencia de Asia-Pacífico como la región del mundo que más dinamiza y participa de la cadena de valor textil se explica en mayor medida por la aplicación de políticas gubernamentales dirigidas a apuntalar el sector textil en volumen y capacidad de producción y orientar gran parte de la misma al mercado internacional.

El futuro: textiles técnicos, algodón orgánico e indumentaria inteligente

Gracias a la incorporación de tecnología y sistemas especializados de procesamiento de datos (Big Data) y nuevos métodos de producción como la impresión 3D , la industria textil tiene la posibilidad de adaptarse a los rápidos cambios de los consumidores y ofrecer indumentaria de diseño teniendo en cuenta las micro demandas, las tendencias particulares, los gustos personalizados y exclusivos. Lo cual permite medir en tiempo real las decisiones de los consumidores volviendo a emparentar el diseño con la producción manufacturera[2]. 

A su vez, la incorporación de nuevas técnicas desde la producción de los hilados, fibras y tejidos así como la introducción de la nanotecnología en las telas y diseños abre el juego a la multifuncionalidad de los textiles o los conocidos “textiles inteligentes”. Estos cuentan con gran desarrollo tecnológico y representan el futuro de la industria textil por su capacidad para dar respuesta a múltiples demandas de consumo y brindar soluciones a otras industrias. Por ejemplo, gracias a distintas prestaciones técnicas específicas las telas cuentan con protección UV, el comportamiento antibacteriano y antiviral, la protección contra los mosquitos[3], la función térmica, la función antimancha, dry-fit. A estas técnicas se le incluye además el uso de otros dispositivos como parte del proceso de diseño y confección (particularmente de la indumentaria deportiva) como nano-chips, teclados touchpad, sensores que permiten desde desbloquear un smartphone de la manga de una campera hasta registrar la frecuencia cardíaca[4]. 

Pero la innovación y la utilización de tecnología se da a lo largo de toda la cadena productiva. Esto incluye la producción de las materias primas donde en la actualidad existen una serie de innovaciones productivas que contemplan la sustentabilidad de origen de los productos textiles, las cuales permiten una mejor inserción de los mismos en mercados exigentes como la Unión Europea y aumentan su valor agregado. Estas mejoras introducidas en el comienzo de la cadena de valor van desde el cultivo de algodón orgánico[5] (sin la intervención de ningún tipo de agrotóxicos), la cosecha manual del mismo y la conservación de su color natural o el  uso de tintas naturales. Existen varios sellos o etiquetas ecológicas que así lo garantizan algunas de las certificaciones ecológicas más conocidas son Eco-Tex, Tox-Proof, GOTS.

Oportunidades para una industria textil soberana y sustentable

A la luz de la crisis sanitaria por la pandemia, fuimos testigos de la importancia que representan las soluciones textiles con mejoras técnicas en el ámbito de la medicina. Un producto de gran relevancia y orgullo nacional no solo por su eficacia e innovación sino por su origen es el barbijo ATOM-PROTECT. Allan Gontmaher, dueño de Kovi SRL., en diálogo con OCIPEx, comentó que el origen de la empresa data de 27 años atrás. Se encontraban desarrollando toallas para la eliminación de bacterias (propiedades biocidas) pero “cuando comenzó a hablarse mundialmente del COVID-19 y de sus características pandémicas pensamos en un redireccionamiento de los esfuerzos de la empresa y para ello contactamos a científicos de CONICET, UBA y UNSAM. Ellos nos ayudaron en el ajuste de la fórmula sanitizante para aplicar sobre las telas y ahí nació el proyecto ATOM-PROTECT”[6] (Sic). El desarrollo del barbijo es un ejemplo concreto no solo de la importancia estratégica del sector textil sino también de cómo los esfuerzos público-privado, pueden trabajar mancomunadamente para ofrecer soluciones innovadoras y rentables. Otra experiencia de las mismas características es el tejido producido por la empresa española Trajet que gracias a un proceso llamado fotocatálisis ha logrado eliminar el 99% de la carga viral en los textiles. Esta empresa produce tejidos de tapicería para el transporte público y proyecta producir a escala[7].

Como se dijo anteriormente, Argentina tiene la peculiaridad de participar activamente en todos los eslabones de la cadena de valor textil tanto en la fase primaria como industrial. Los primeros eslabones como hilado y urdimbre se constituyen de grandes y medianas empresas que cuentan con la suficiente intensidad de capital requerida en estas primeras etapas. A medida que se avanza en la cadena de valor, las tareas son de menor complejidad y esto abre juego a mayor participación de pequeñas y medianas unidades productivas. En el sector de la confección existe un universo de micro y pequeñas empresas, representando cerca del 80% del mismo. 

El empleo textil tiene algunas singularidades que la distinguen de otras actividades: una alta tasa de informalidad (entre el 40% y el 50%)  junto con una importante participación de mujeres y el predominio de tareas manuales y operativas (85%)[8]. La mayoría de los puestos no requieren calificación y se trata de tareas sencillas y repetitivas. En el área de la confección (de indumentaria y productos para el hogar) se requiere mano de obra intensiva que por lo general es contratada con bajos salarios y precarias condiciones laborales. Según datos de la última EPH-INDEC las hilanderías y tejedurías emplean cerca de 120.000 personas y 2.500 empresas registradas. El rubro de la confección por su parte arrojó un número de 3.500 empresas registradas, empleo para 162.000 personas y un gran número de informalidad[9]. La distribución del mapa productivo textil está determinada por la proximidad a las fuentes de materia prima, las facilidades para la comercialización y los regímenes de promoción productiva. Por ejemplo, la producción primaria de algodón se encuentra en Chaco, Corrientes, Formosa, Santiago del Estero, Córdoba y Santa Fe[10]. Mientras que la finalización de prendas está concentrada en la Ciudad y Provincia de Buenos Aires.

A pesar de los cuatro años de caída en la producción y venta de productos textiles debido a las políticas económicas implementadas por el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), a lo que luego se le sumó el escenario de pandemia y sus consecuencias, la industria textil logró ampliar su capacidad instalada y adquirir bienes de capital. En diálogo con OCIPEx, Rodolfo Bianchi (Subsecretario de Industrias Textiles de Luján) señaló que existe un potencial enorme para el sector textil argentino, pero también límites y desafíos. 

Primero, porque las condiciones climáticas de algunas provincias permiten llevar adelante la siembra del algodón, el famoso “oro blanco” y la cadena de valor detrás es inmensa, mientras que la siembra de soja no genera empleo y se exporta sin agregar valor. Durante la pandemia algunos empresarios textiles invirtieron en tecnología para lograr mayor competitividad y reconvertir muchas unidades productivas en la producción de insumos hospitalarios críticos como barbijos, sábanas hospitalarias y ropa médica por ejemplo. Rodolfo Bianchi apuntó a que siempre son las empresas grandes las que se benefician de las líneas de créditos y por ello es pertinente reordenar la cadena de valor, para poder competir con las industrias verticales del propio sector (aquellas que tienen su propia producción de hilado, sus propias tintorerías).

Alan Gontmaher agregó que es necesario contar con políticas públicas que contemplen el acceso a financiamiento intensivo para impulsar la capacidad exportadora de la industria textil argentina. Otro punto a tener en cuenta es la formación de personal calificado, en este sentido el entrevistado destacó la centralidad de volver a contar con escuelas secundarias técnicas que brinden formación y posibilidades laborales como prácticas o pasantías.

La industria textil es un sector pujante y dinamizador de la economía argentina. Su cadena de valor es extensa e intervienen múltiples etapas y actores. Depende de una correcta lectura de la realidad de cara al futuro para apuntalar al sector con inversión, tecnología y políticas públicas que acompañen su desarrollo y favorezca su capacidad exportadora y la generación de empleos de calidad. En este sentido, la investigación y desarrollo a escala de textiles con funcionalidades técnicas (telas con propiedades anti-bacterianas, anti-virales, protección UV, etc), clave para traccionar el futuro textil de la Argentina.

Notas al píe:

[1] Informe final textil: “Relevamiento y distribución geográfica de cadenas de valor regionales” Red LATN, pág. 5

[2] Históricamente divididos ya que los centros de diseño están desconectados de la producción y los talleres de confección de prendas, siendo éstos en muchos casos, talleres clandestinos.

[3] La empresa catalana Stingbye es pionera en el desarrollo de remeras y camisetas anti-mosquitos y coleteros anti-piojos.

[4] Ver nota: https://nmas1.org/news/2018/08/15/ropa-inteligente-tecnologia 

[5] En nuestro país existen varios desarrollos de este tipo, entre los que se destacan la marca “Somos Fibra” impulsada por el INTA para distinguir los productos de origen orgánico. Ver más en: https://intainforma.inta.gob.ar/somos-fibra-incorpora-productos-de-algodon-agroecologico-santiagueno/

[6] Entrevista realizada a Allan Gontmaher para Ocipex el día 08-04-2021

[7] Euronews: https://www.youtube.com/watch?v=A1rk6tZUmkQ 

[8] OCEPP. Informe de la industria textil, año 2019 “La Rama textil de la economía popular en el AMBA”, pág. 12

[9] EPH-INDEC (2018). https://www.indec.gob.ar/indec/web/Institucional-Indec-BasesDeDatos-1 

[10] Cultivo del algodón SENASA: http://www.senasa.gob.ar/senasa-comunica/noticias/cultivo-de-algodon-una-produccion-destacada-para-las-economias-regionales

Bibliografía

Entrevistas realizadas: 

  • Rodolfo Bianchi Subdirector de industrias textiles – Luján-
  • Alan Gontmaher, dueño de KOVI SRL, creador de barbijos ATOM-PROTECT
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