El 12 de junio Rusia celebra su fiesta nacional. Conocida como “Día de Rusia”, esta festividad conmemora la Declaración de la Soberanía Nacional de la Federación de Rusia, es decir, su independencia respecto de la Unión Soviética. El 12 de junio, curiosamente, fue el día elegido por el flamante candidato a vicepresidente del oficialismo, Miguel Angel Pichetto, para realizar la siguiente declaración: “Nuestras vinculaciones ya no son con países complejos de Medio Oriente, Rusia, China, con quienes hay que tener relación por supuesto, pero hay que ubicarse definitivamente en un perfil occidental y volver a la relación histórica con los Estados Unidos”. La insólita frase no pasó inadvertida para la Embajada rusa en la Argentina que, tras cartón, y con bastante mayor sutileza diplomática que la prodigada por el rionegrino, eligió como foto destacada de los festejos de su día nacional un saludo fraterno entre el Embajador Dmitry Feoktistov y el precandidato presidencial del Frente de Todos, Alberto Fernández.
El pasmoso mal timing del ex presidente de bloque del PJ y ex consejero de la Magistratura, no obstante, apenas fue uno más de los tantos pasos en falso que caracterizaron a la relación bilateral entre la Argentina y Rusia en los últimos tres años. El 9 de junio de 2016, por caso, Hernán Lombardi anunció la a suspensión de la emisión del canal ruso Russia Today (RT), aduciendo una “falta de espectro radioeléctrico” para soportar a la emisora, decisión que fue calificada como un «gesto inamistoso» por Sergei Lavrov, Ministro de Relaciones Exteriores ruso. RT después llegaría a un acuerdo para continuar sus transmisiones. Ese mismo año, pero en octubre, los planes para la construcción de la central hidroeléctrica Chihuido por parte la compañía rusa InterRao fueron congelados por la Casa Rosada a causa una disputa sobre la tasa de interés para el financiamiento del proyecto. Vale recordar que esta supuesta firmeza negociadora con Rusia no se compareció en absoluto con la decisión de asegurarle al fondo buitre de Paul Singer el pago de 2,4 mil millones de dólares en abril de 2016, o lo que es lo mismo, un rendimiento del 392 por ciento sobre el valor original de los bonos de deuda. Como para dar cuenta de este zig-zag en la vinculación con Moscú, el propio Canciller Lavrov se había pronunciado en junio de 2014 explícitamente a favor del reclamo argentino ante la corte del juez Griesa por el diferendo con los holdouts.
Increíblemente, al tráfico de ideología y devenir errático que caracterizaron casi sin solución de continuidad a la “inserción inteligente en el mundo” promovida por Cambiemos, ahora se le suma un grotesco revival de la Guerra Fría, con acusaciones de “marxismo” y/o “comunismo prosoviético” a candidatos opositores y hasta denuncias de “hackeo electoral” pergeñadas desde las oficinas del Kremlin. La autora de este último ardid es la legisladora Elisa Carrió, quien hasta hace poco presidió la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados.
El problema, en este caso, no es sólo la manera en que el fuerte aroma a naftalina y macartismo del discurso oficial contraviene la idea de posmodernidad e integración a las nuevas tendencias del Siglo XXI tan declamada por los ideólogos del macrismo, sino el peligro que entraña para la Argentina el andar señalando irresponsablemente “enemigos ideológicos” en el sistema internacional.
Algunos datos apenas para comprender la inconducencia y casi vulgaridad de esta apuesta por una diplomacia a la Maxwell Smart. Argentina concentra la mayor diáspora rusa en América Latina. Se calcula que unos 250.000 rusos y descendientes de rusos viven en nuestro país. Rusia, asimismo, es un aliado histórico de la Argentina en el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas. Por último, desde el año 2015 y tras la visita de Cristina Fernández de Kirchner a Moscú, la relación entre ambos países reviste el carácter de “Asociación Estratégica Integral”. ¿Cuáles son los principales temas de agenda bilateral que buscó promover dicha Asociación? Para sorpresa del precandidato a vicepresidente de Mauricio Macri, no es precisamente instituir cátedras de materialismo histórico u organizar la próxima Internacional Socialista: el eje está puesto en cooperación energética y satelital, empleo pacífico de la energía atómica, transporte ferroviario, desarrollo de infraestructura, prospección geológica y fomento de la interacción en las esferas de cultura, educación y deporte. Un detalle más: fue el propio Macri quien, en una visita oficial a Moscú en 2018, afirmó “Le damos mucha importancia a la relación estratégica con Rusia”.
El Super Agente 86 dejó de pelear contra el espionaje y las conspiraciones de la maligna organización KAOS hace varias décadas ya. Quizá el oficialismo pueda tener a bien abandonar la peligrosa y desesperada épica de la Guerra Fría, para enfocarse de una vez por todas en una política exterior pragmática y virtuosa para nuestro país.