Por Vázquez del Faro
Desde hace décadas, América Latina está atravesando un proceso de pentecostalización/evangelización de su población. El epicentro de esta onda está sin lugar a duda ubicado en Brasil y explica, entre otros factores, la popularidad de un candidato conservador, autoritario y antidemocrático como Jair Bolsonaro.
En la actualidad, el evangelismo en Brasil posee más de 55 millones de fieles, lo cual significa más del 30% de la población total de ese país. Si bien Brasil está atravesando una de las mayores crisis económicas de su historia reciente, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) informa que en ese país se abren 14.000 templos por año de las diferentes vertientes del evangelismo.
No existe un organismo central que tenga autoridad sobre todas las expresiones evangelistas, sino que cada una posee su propio sistema. No obstante, las unen dos factores: 1) Su raíz teológica marcada por el fundamentalismo religioso, rechazando tanto el catolicismo como las religiones de raíz africana y 2) Su agenda profundamente conservadora en materia social.
Si bien el evangelismo existe en Brasil desde principios del siglo XX, nunca tuvo gran expresividad hasta finales de los 70´s, más allá del apoyo de diversos pastores a la dictadura brasilera que comenzó en el año 1964. Una de las primeras apuestas de los evangelistas para sumar adherentes más allá de los templos fue la inserción en el mundo deportivo, principalmente en el fútbol. El movimiento “Atletas de Cristo” apareció como un grupo marginal hacia mediados de los 80´s, sin embargo, una década después ya tenía entre sus militantes a figuras deportivas como los campeones mundiales del ’94, Bebeto y Taffarel. Esto se dio en simultáneo con el avance en los medios de comunicación, primero comprando espacios de aire en radios y televisión en horarios de bajo rating y luego llegando a poseer la señal de televisión abierta TV Record, actualmente la segunda en audiencia en Brasil.
Ya hacia mediados de los 90’s, el evangelismo comenzó a explorar la posibilidad de ocupar cargos políticos. Fruto de ese trabajo, en la actualidad, también tiene expresión parlamentaria: el bloque evangélico de la cámara baja brasilera posee más de 90 miembros y apoyó medidas tales como el proyecto de ley para bajar la edad de imputabilidad de 18 a 16 años y el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff. Eduardo Cunha, presidente de la cámara de diputados para ese entonces y principal impulsor del impeachment, es evangelista.
Según la profesora Christina Vital de la Universidad Federal Fluminense, que hace más de 15 años que estudia a las diferentes expresiones del evangelismo en Brasil y que ya en 2016 advertía la alianza entre Bolsonaro y este sector religioso, el objetivo final de estas expresiones religiosas de derecha no es tanto obtener cargos ejecutivos, sino que es acceder a la cúspide del poder judicial y poner miembros del Supremo Tribunal Federal de Brasil. Eso les permitiría regular la “moralidad” de la sociedad estableciendo reglas estrictas con respecto a los comportamientos aceptados y los prohibidos, pero al mismo tiempo les facilitaría la multiplicación de negocios asegurándose impunidad. Recordemos que además de que varios importantes pastores evangélicos cargan con diversas causas por lavado de dinero, corrupción de menores y fraude, nunca ha quedado clara la forma de financiamiento de las diversas estructuras (mediáticas, empresariales, deportivas, religiosas) asociadas a estas iglesias.
El poder financiero que han obtenido las diferentes “iglesias” evangelistas en Brasil les ha dado la capacidad de exportar esa religión. En la actualidad, están presentes en casi todos los países de Latinoamérica, Estados Unidos y algunos países de África.
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