Agroindustria y Desarrollo RuralArtículos

Seguridad alimentaria: Perspectivas globales de una crisis adicional.

Seguridad alimentaria: Perspectivas globales de una crisis adicional.

La comunidad internacional se encuentra atravesando una de las peores recesiones globales de los últimos 150 años, producto de una parálisis económica como consecuencia de la crisis sanitaria global (Sugawara, N y Kose, A. 2020). La actividad económica y comercial se retrotrajeron a cifras impensadas, a causa del deterioro de los niveles de interdependencia a los cuales el mundo globalizado estaba acostumbrado. Este proceso, a su vez, repercutió en todas las variables socio-económicas de la población mundial, a punto tal de distorsionar el estilo de vida de millones de personas que actualmente sufren la caída de sus ingresos, se encuentran desempleadas, y/o con inseguridades alimentarias.

El crecimiento de la tasa de contagios por Covid-19, y por consiguiente el aumento de la tasa de mortalidad continúan generando estragos a nivel global. Desplazamiento de los focos de contagios hacia los países más vulnerables, y rebrotes en aquellos territorios en donde parecía haberse “controlado” la situación, provocan la consolidación o formalización, de nuevas medidas restrictivas a la movilidad social que se replican en distintas latitudes del globo (OCIPEX. 2020).

En este contexto, se estima que la economía global se enfrente a una recesión del 4.9% del PIB real (variación porcentual anual) para este 2020: -9.4% para la región latinoamericana y caribeña; -8.0% para los Estados Unidos; -10.2% para la región europea; -4.7% para Oriente Medio y Asia Central; -3.2% para África Subsahariana; y un -0.8% para Asia Emergente y en desarrollo.  (FMI. 2020).

Esta coyuntura crítica se sintetiza en mayores niveles de desigualdad, desempleo, pobreza, marginalidad, y por supuesto inseguridad alimentaria. Respecto a este último punto, es clave entender que la capacidad de los Estados para garantizar alimentos generalmente se ve amenazada por los siguientes escenarios:

  1. Las condiciones internas de la política económica que generan insuficiencia de oferta agropecuaria para satisfacer la demanda interna de alimentos.
  2. Las crisis económicas recurrentes que deterioran los niveles de ingresos.
  3. Los factores externos donde los agentes económicos más fuertes instrumentan estrategias de manipulación de los mercados agrícolas.
  4. Una desaceleración abrupta de la economía, complementada con una descomposición de la base productora agrícola que se traduce en una insuficiencia alimentaria interna, donde el valor de las importaciones alimentarias sobrepasan en una cuarta parte a las exportaciones totales (CLACSO. 2003).

La manifestación de tales condiciones junto con el despliegue de otras variables, como el aumento de los precios internacionales de los alimentos, podría desembocar en una crisis alimentaria que se traslade a una mayor conflictividad social como de las que ya hemos sido testigos, como por ejemplo, durante la Primavera Árabe (2010-12) (Priego, A. 2013).

Ante el caótico panorama que se presenta, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), advierten que, de no tomarse cartas en el asunto, la crisis actual podría desembocar en una crisis alimentaria global de igual, o peor envergadura que la acontecida durante el período 2007-08, con efectos directos sobre las comunidades, sus Estados, y por supuesto sobre la seguridad internacional (entendida esta en sentido amplio).

En este sentido, la respuesta ante tal alarmante escenario dependerá exclusivamente del rol que tomen los Estados en sus territorios, de la coordinación y cooperación entre los mismos, en esfuerzo mancomunado junto con los organismos internacionales pertinentes (FAO y CEPAL. 2020).

La seguridad alimentaria a nivel internacional: Antecedentes problemáticos y efectos del Covid-19 en la cadena de suministros.

Analizando el presente escenario internacional, una crisis alimentaria pondría en peligro de hambruna a más de 265 millones de personas, es decir, el doble del valor estimado antes de la pandemia (135 millones de personas) (El País. 2020).

El eje de la cuestión se relaciona más con los efectos económicos del Covid-19 sobre la demanda de alimentos, que sobre la oferta. Mientras hay una sobreoferta de algunos productos (principalmente de cereales, a causa de cosechas record), la demanda se encuentra enfrentando distintos escenarios problemáticos e inciertos. Por un lado, la caída de los ingresos y el aumento del desempleo generaron dificultades para que las poblaciones más vulnerables accedan a los alimentos esenciales. Y por otro lado, la demanda también se encuentra enfrentando, según el índice de precios de los alimentos de la FAO, un aumento de precios de productos como el sorgo, el maíz, el arroz, los aceites vegetales y el azúcar por tercer mes consecutivo a causa de una demanda relativamente más “firme” que se encuentra, además, siendo traccionada por el debilitamiento del dólar estadounidense (FAO. 2020).

Producto de la pandemia también existen situaciones complementarias, como por ejemplo las inconsistencias temporales que rodean a la cadena de suministros, donde cada uno de los eslabones de las diversas actividades agroalimentarias enfrentan dificultades adicionales referidas a las expectativas de producción; operatividad logística; comercialización, entre otras.

En relación con la cadena de suministros, los productores/agricultores (principalmente de productos perecederos -frutas y verduras-) redujeron su producción por la parálisis económica y social a causa del cierre de escuelas, hoteles, restaurantes, etc. generando demasiadas pérdidas como consecuencia de aquellos excedentes imposibles de colocar en el mercado. Frente a estos acontecimientos, organizaciones como la FAO se preguntan ¿Cómo aseguramos que en el año 2021 se produzca la misma cantidad de alimentos que la producida durante el 2019-20? Evidentemente, si no se brindan los sustentos económicos correspondientes a los productores, principalmente pequeños y medianos, éstos no van a tener liquidez suficiente para producir en el corto plazo.

A nivel general, además de estas problemáticas generadas por la pandemia, existen distintas situaciones alarmantes que vienen siendo arrastradas con anterioridad, y que repercuten negativamente en cada continente.

En África Oriental, específicamente en el Cuerno de África, y Medio Oriente, los enormes brotes de langostas del desierto (la plaga migratoria más destructiva del mundo, donde un solo enjambre puede contener hasta 80 millones de langostas que cubran 1 km2) vienen arrasando las producciones agrícolas de distintos países a una escala que no se registraba hace 70 años. Djibouti, Eritrea, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán del Sur, Sudán, la República Unida de Tanzania, Uganda, Yemen, Arabia Saudí, Pakistán, y posiblemente otros países, se enfrentan, además de la crisis sanitaria y económica producto de la pandemia, a una crisis alimentaria ocasionada por esta plaga capaz de devorarse alimentos para 35 mil personas en un día. Los progresos para combatirla han salvado 720 mil Tn de cereales, sin embargo, dichos esfuerzos necesitan de una mayor cooperación y coordinación con otros actores internacionales de envergadura, los cuales hasta el momento han demostrado incapacidad o desinterés en actuar. Dentro de las estimaciones realizadas, el Informe Mundial Sobre Las Crisis Alimentarias indica que más de 25 millones de personas se enfrentarán a inseguridades alimentarias agudas en ambas regiones a partir de la segunda mitad del año 2020, sabiendo que otras decenas de millones ya las sufren, y que a su vez, son azotadas por conflictos bélicos (FAO. 2020).

En Europa, por otro lado, la cadena de suministros ha demostrado, como corolario, los niveles de explotación laboral y desprotección que presentan los distintos trabajadores/as de los eslabones de la misma (DW. 2020). Se registraron distintos brotes de Covid-19 en granjas y plantas de procesamiento de carnes en varios países de la región, empleos muchas veces efectuados por migrantes de distintas partes del mundo, pero principalmente de Europa del Este. Por ejemplo, en Alemania, la industria cárnica registró más de 650 casos positivos, obligando a las autoridades alemanas a poner en cuarentena a miles de personas, afectando a la principal productora y empacadora de carne del país, y de Europa, la empresa Tönnies; además de haberse registrado esta misma situación en otras ciudades de Alemania. En distintas plantas procesadoras de carnes ubicadas en Francia, Irlanda, Reino Unido, Países Bajos y Austria ocurrió una situación similar, lo que sitúa, tanto a este tipo de industrias en particular, como al resto de las actividades agroalimentarias en general, en un contexto de extrema preocupación si se tiene en cuenta que esto no sólo implica una reducción productiva, sino que también implica un posible foco de expansión del virus como ya ha sido considerado (BBC. 2020).

En Asia, aunque principalmente en China, se ha estado discutiendo sobre el reciente brote de Covid-19 en Beijing a causa de las importaciones de alimentos congelados como el salmón o el camarón, alimentos procedentes de Europa o América, lo cual, sea cierto o no, eleva enormemente la incertidumbre a nivel global acerca de la inocuidad alimentaria, provocando mayores esfuerzos logísticos, que se traducen en un mayor deterioro para la cadena de suministros, optándose por decisiones drásticas como el freno a las importaciones de este tipo de productos, incluidas las carnes, de países como Brasil, Reino Unido, Estados Unidos y Alemania (Infobae. 2020). Adicionalmente, la Republica Popular China viene lidiando con otros obstáculos que la imposibilitan de cubrir sus necesidades soberanas en materia de alimentación. Desde el Consejo de Estado se ha tratado de planificar un escenario en donde la población del gigante asiático alcance las metas expresadas en su Libro Blanco sobre Seguridad Alimentaria, el cual, además de buscar reducir los obstáculos alimentarios para su población mediante la proyección de un relativo autoabastecimiento en estrecho vinculo con la cooperación internacional, también busca consolidar y desarrollar adecuados patrones alimentarios para aquella población que ha ascendido a los estratos de la clase media. Respecto a esto, la Peste Porcina Africana (fiebre hemorrágica altamente contagiosa) tambaleó dichos planes, ya que durante los años 2018 y 2019, se sacrificaron un aproximado de 250 millones de cerdos.

La seguridad alimentaria a nivel regional: Cuestiones estructurales y coyunturales.

El continente americano también enfrenta problemas de soberanía, seguridad y control alimentario, producto de cuestiones estructurales, y por supuesto coyunturales. Algunos países sólo presentan complicaciones en su cadena de suministros, mientras que otros presentan, además, niveles alarmantes de inseguridad alimentaria.

En relación a los efectos del Covid-19 sobre la cadena de suministros, en distintos países de la región americana se han presentado diversos brotes que ocasionaron el cierre de plantas agroindustriales, o la reducción productiva de las mismas. Por ejemplo, en las principales plantas de procesamiento de  carnes de Estados Unidos, Tyson Foods y Smithfield Foods, plantas en donde las condiciones higiénicas y laborales han estado envueltas de polémicas desde hace décadas (como en el resto del sector), se registraron miles de casos positivos que obligaron a cerrar varias de las mismas, generando un breve escenario de escases en el mercado local, por lo que la administración de Donald Trump debió clasificarlas, bajo decreto, como “infraestructura crítica”, para que las mismas reabran y no generen pérdidas para el sector, aumentos de precios y/o escases (CNN en Español. 2020). Por otro lado, en Brasil ocurrió lo mismo en dos de las principales productoras y exportadoras de carnes, JBS y BRF. Ambas registraron masivos casos positivos en sus plantas procesadoras, generando riesgos no sólo para los empleados/as del sector, sino también para los otros eslabones de la cadena que se despliegan en el plano interno y externo (Infobae. 2020).

A nivel general, y en relación a la seguridad alimentaria, según el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), el índice de vulnerabilidad alimentaria ante el Covid-19, medido por el ingreso neto per cápita; la importación/exportación neta de alimentos per cápita; la prevalencia de la subnutrición; y la posición neta fiscal de los gobiernos (ingresos menos gastos), demuestra que hay dos países con un grado de vulnerabilidad alta, Venezuela y Haití. Luego, aquellos con un índice de vulnerabilidad media-alta, Bolivia, Surinam, Granada, Santa Lucía, Dominica y Antigua y Barbuda. Con vulnerabilidad media, México, Guyana, Colombia, Perú, todos los países centroamericanos (excepto Costa Rica), Islas Turcas y Caicos, Jamaica, Republica Dominicana, Trinidad y Tobago, San Vicente y las Granadinas, Barbados y Bahamas (excepto aquellos países caribeños con vulnerabilidad media-alta). Con vulnerabilidad baja, Argentina, Chile, Paraguay, Brasil, Ecuador, Costa Rica. Y con vulnerabilidad muy baja, Uruguay, Estados Unidos y Canadá (IICA. 2020)

En este sentido, nuevamente, la crisis sanitaria y económica, sumada a las dificultades presentes en la cadena de suministros, repercute directamente en los problemas estructurales y coyunturales que ya atravesaba la región.

La Argentina ante una posible crisis alimentaria: Desafíos y oportunidades.

Frente a este contexto profundamente complejo y dinámico delineado a grandes rasgos en el presente artículo, la Argentina tiene diversos desafíos y oportunidades que el presidente Alberto Fernández, entre otros actores de la política local, han sabido visualizar y manifestar: “Los alimentos tendrán un rol preponderante en la economía mundial”, por ello, durante el mes de enero el presidente argentino mostró interés en acercarse al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, reuniéndose junto con su director, David Beasly, no solo para expresar los inconvenientes que atraviesa nuestro país, sino también, para formar parte de un programa que en la actualidad es el mayor programa de la ONU, incluso por sobre las operaciones de paz, representando, a día de hoy, la columna vertebral de las respuestas frente a la crisis económica y sanitaria a nivel global (PMA. 2020).

Otorgarle un sentido agroalimentario a nuestra política exterior no implica lo que muchos/as asumen como una forma de inserción dependiente, ya que resulta una obviedad observar que dentro del amplio abanico de agendas que presenta la política internacional, los alimentos también poseen una connotación geoestratégica, más aún para momentos inciertos, siempre y cuando exista la decisión de direccionar este eje del cual somos líderes.

En materia de política interna y externa son innumerables las perspectivas referidas a los agroalimentos, y también son incontables las líneas de acción llevadas a cabo por los Estados y sus gobiernos locales. Para comprender, sostener y apoyar el direccionamiento de este eje estratégico, cada actor sociopolítico y socioeconómico debe interiorizarse en los aspectos agroalimentarios con el fin de potenciar a estos sectores desde nuestra correspondida posición soberana.

En el plano internacional, es relevante manifestar la vocación cooperativa y coordinativa del Estado Nacional junto con el apoyo de los Estados Provinciales ante los distintos organismos internacionales con el objetivo de establecernos como aquel actor distinguido y propositivo en materia agroalimentaria.

Por otro lado, en el plano interno es fundamental remarcar la presencia, y el continuo vínculo del Estado frente aquellos sectores que se nuclean en las producciones de pequeña y mediana escala, las cuales son las responsables de proveer la mayoría de los alimentos que consumimos. Estamos hablando de la Agricultura Familiar, de las Economías Regionales, etc., es decir, del Arraigo nacional.            

Las líneas estratégicas ya se encuentran definidas. En primer lugar, se busca generar las condiciones que incrementen la competitividad de las cadenas agroindustriales de forma sostenible, aumentando la producción y la productividad del conjunto de los sectores agroalimentarios (agrícola, ganadero, lechero, pesquero, forestal, entre otros) conservando la biodiversidad. Y en segundo lugar se busca promover la apertura de mercados y aumentar la diversificación de las exportaciones de nuestros productos primarios y de nuestras manufacturas de origen agropecuario con el objetivo de dinamizar a la economía.

Frente a estas líneas desplegadas, el Estado, junto con el apoyo de sus gobiernos locales deben incentivar y sostener a estas economías, las cuales no sólo representa a productores/as individuales, comunitarios y/o asociados, sino que éstos/as son también necesarios/as para poblar el suelo, hacerlo producir, generar empleo genuino, otorgar valor agregado y generar divisas. La productividad debe y necesita encontrar un equilibrio entre la rentabilidad y la sustentabilidad. La agroecología, hoy como política de Estado, debe armonizar este complejo debate.

Fuentes.

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-BBC News Mundo. (2020). Coronavirus en Alemania: El importante brote de Covid-19 en un matadero que obligó a poner en cuarentena a miles de personas. Recuperado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53094508

-CLACSO. (2003). Seguridad alimentaria: Seguridad nacional. Recuperado de http://biblioteca.clacso.edu.ar/Mexico/iiec-unam/20170526043224/pdf_795.pdf

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