Dossier 2023

“A un año del conflicto en Eurasia. Impactos globales y regionales”. Entrevista a Carlos Raimundi.

Entrevistado: Carlos Raimundi (Embajador argentino ante la Organización de Estados Americanos – OEA)

En vísperas de cumplirse un año del estallido del conflicto bélico entre la Federación Rusa y Ucrania, ¿que significado le atribuye a dicho acontecimiento dentro del proceso de crisis de hegemonía del eje noratlántico y de reconfiguración del orden mundial?

Este tipo de acontecimientos, en general, no deberían ser interpretados desde un sólo plano. Hay un primer plano de análisis más específico, que tiene que ver con los intereses de las partes. Fundamentalmente de un país-continente como Rusia, que con más de 17 millones de km² de superficie abarca desde el Este de Europa hasta el extremo oriental del continente asiático, limita con una cantidad enorme de países, y además tiene una historia con tintes imperiales, cuya reminiscencia es la necesidad de influir como potencia, como mínimo como potencia regional. 

Hay una historia de las tradiciones, de la cultura, de la autopercepción del habitante ruso, que necesita tener garantizadas determinadas cuestiones vinculadas a su seguridad regional, o a su seguridad interna como país que juega un papel en la estabilización de toda una región. Y esa necesidad estaba amenazada por el incumplimiento de los Acuerdos de Minsk, por lo que Rusia denuncia como “nazificación” de la zona del Donbass, y que comienza a revertir con la recuperación de la península de Crimea, y luego con la ocupación de los territorios del Donbass, que son territorios que históricamente estuvieron más cercanos a Rusia que a la propia Ucrania. Esto no significa justificar la ocupación del territorio ucraniano, sino contextualizarla, para evitar caer en la simplificación de que existe un agresor y un agredido, como si se tratara del cuento de Caperucita Roja y el Lobo Feroz, con el que intenta neutralizar a la opinión pública la prensa occidental.

El segundo plano de análisis es más general, y tiene que ver con un proceso de decaimiento del eje noratlántico, y el surgimiento de un eje asiático, en un momento en que ha recrudecido la disputa por la hegemonía internacional, y donde el área del capitalismo financiero globalizado ve los límites de su capacidad de desarrollo, por el nivel de concentración de la riqueza que ya no encuentra nuevos canales por los cuales expandirse y que encuentra un límite en el crecimiento del eje asiático. Por lo tanto necesita, hacia su interior, reactivar el complejo militar-industrial como fuente de financiamiento. No sería la primera vez que un momento clave de una etapa histórica trata de canalizarse o superarse a través de una guerra.

Y esta guerra, que en su momento fue planteada como la posibilidad de ir desgastando tanto el espíritu nacional como la propia economía de Rusia, hasta el momento no ha logrado ese objetivo, pero lo que ha logrado es poner en crisis a Europa. Pero además ha marcado límites a la universalidad del dólar como moneda de transacción internacional. Rusia ha logrado contratos en rublos, el yuan ha ganado terreno en la canasta de monedas de intercambio internacional, y países del Este europeo y del Índico, que estaban mucho más cercanos al eje occidental, como Turquía y la India, comienzan a desempeñar un papel más autónomo, tratando de terciar en esa disputa, y se han aproximado más, sobre todo el caso de la India, al eje económico y estratégico de Asia.

A pesar de que observemos un declive de poder relativo de los Estados Unidos, la OTAN ha continuado su proceso expansivo en los últimos años. ¿Considera que dicho proceso ha tenido como resultado una merma en la capacidad del bloque europeo para definir una política exterior autónoma y soberana?

No hay necesariamente una contradicción entre declive y aceleración de una estrategia de expansión. Justamente la aceleración de la expansión es lo que trata de compensar los efectos negativos del declive. Un declive que se nota en el registro de propiedad intelectual de nuevos inventos y descubrimientos, en la cantidad de acuerdos comerciales, en la cantidad de acuerdos de inversión, en las nuevas tecnologías. Frente a esa merma, se produce una suerte de estallido del complejo militar industrial, que es financiado por los grandes fondos de inversión del área del capitalismo financiero globalizado, y que además ofrece a Europa seguridad militar, defensa militar, a cambio del incremento del presupuesto militar de cada uno de los países integrantes.

Entonces hay una contradicción entre la crisis económica que sufre Europa por el incremento de los precios de la energía y la falta de combustible, el retorno a una matriz de combustible fósil en plena etapa de energía limpia, y al mismo tiempo que tiene que afrontar esa crisis económica y de inflación en alimentos y energía, se le pide que incremente el presupuesto de seguridad para garantizar el escudo de seguridad brindado por la OTAN frente a la amenaza rusa.

Esto es producto de, a mi juicio y dicho con toda humildad como analista y no como representante del Estado argentino, una decisión de Europa, ganada por el proceso financiero de perder autonomía respecto del eje Estados Unidos-Brexit. En lo único en lo que aparece muy unida Europa es en la condena a Rusia. Es decir, la concentración mediática, la uniformidad del discurso de la prensa occidental, hace aparecer a Putin no como una persona que pide límites a la expansión de la OTAN para que no llegue a Ucrania, sino como alguien que utiliza eso como excusa para luego expandirse invasivamente sobre el territorio europeo, en una suerte de reminiscencia del nazismo. La experiencia del nazismo es utilizada por Europa occidental para mostrar a un Putin semejante al Hitler de Munich, y al mismo tiempo que Putin denuncia la nazificación de Ucrania, y la necesidad de “desnazificarla”. El resultado de esto es un reverdecer lingüístico o semántico del nazismo. Así como aparecía como una palabra propia del pasado, recupera su vigencia, de la misma manera que como se verbaliza una mayor cercanía o factibilidad de un conflicto nuclear, que hace algún tiempo estaba fuera de cualquier agenda previsible.

¿Qué piensa respecto a los reiterados intentos de caracterizar la etapa en que nos encontramos haciendo uso de conceptualizaciones propias del siglo XX, particularmente las de la Guerra Fría?

La actual disputa geopolítica tiene como protagonistas algunas institucionalidades estatales, como podrían ser los Estados Unidos y China, pero se trata más bien no tanto de Estados nacionales en el sentido clásico, porque el capitalismo financiero ha llegado a tal límite, que sus consecuencias de incremento de la proletarización, ya no solamente son sufridas por lo que tradicionalmente son las periferias, sino que también carcome a lo que podríamos llamar a las periferias dentro de los grandes centros de poder. Es decir que la periferia está tomando zonas que históricamente pertenecían a lo que podemos llamar grandes centros de poder. Entonces hay sociedades muy segmentadas, en cuanto a su capacidad de disfrute de los frutos de ese capitalismo financiero. Por eso, no se debería hablar de todo Estados Unidos, o todo Reino Unido, o todas las grandes economías nacionales europeas, porque al interior de esas economías también se está sintiendo el agrietamiento de ese sistema, de ese bloque de poder.

Ahora, desde el punto de vista de la lectura, de la narrativa del sistema, se repiten elementos del siglo XX en el sentido de que cuando hay una disputa de hegemonía, se trata de exacerbar la figura del enemigo. De construir el triunfo a partir de realzar la figura del enemigo como mecanismo de unificación del campo propio. Porque, hasta no hace demasiado tiempo, la relación entre los Estados Unidos y China alternaba elementos de competencia con elementos de cooperación. Y desde luego que hay elementos de interdependencia, como la dependencia de las importaciones de manufacturas chinas por parte de la economía de los Estados Unidos y de Occidente en general, y al mismo tiempo una capitalización de las reservas internacionales de China a partir de las divisas que recoge de esas exportaciones. Quiere decir que, si bien se mostraban ámbitos de competencia en la Organización Mundial del Comercio, en la disputa por áreas de influencia, en la disputa económica y comercial, había, y siguen existiendo, algunos factores de interdependencia. Pero en el último tiempo se ha exacerbado la competencia, la disputa de hegemonía, la disputa de zonas de influencia. 

Esto es lo que veo en términos de semejanzas y diferencias con el proceso de la Guerra Fría del siglo XX, donde había una disputa entre dos grandes bloques que no tenían puntos de contacto, a diferencia de esta etapa donde sí hay muchos puntos de contacto y de interdependencia, y donde creo que ya está superada la idea de que alguno de los dos grandes ejes en disputa podrían hegemonizar la economía mundial. Creo que el objetivo del eje del capitalismo financiero es recuperar los niveles de influencia de la etapa de la globalización. Mientras que el objetivo del eje asiático es construir una bipolaridad en proceso a una multipolaridad, con otro tipo de relaciones de cooperación, y no un intento de hegemonizar la economía mundial, como si lo trató de hacer el capitalismo a partir de la caída del Muro de Berlín.

En la actual reconfiguración de poder que atravesamos a nivel global, EE.UU ha comenzado a definir a Rusia y a China como las principales amenazas a su seguridad nacional, en detrimento del extremismo islámico. Al mismo tiempo, en 2021 la OTAN se retira de Afganistán luego de 20 años y un mes después, EE.UU, Reino Unido y Australia anuncian la conformación de la alianza militar AUKUS, cuyo claro objetivo es la contención china en la región del Asia-Pacífico. ¿De qué manera impactan estos reacomodamientos geopolíticos en América Latina y el Caribe?

El retiro de los Estados Unidos de Afganistán es una constatación del fracaso de la estrategia de despliegue de bases militares para el control del Medio Oriente y de Asia Central, a expensas de un rol estabilizador muy preponderante desempeñado por Rusia, en menor medida por China, y también por países como Irán y Turquía, que vienen desempeñando un papel de actores regionales contrario a la idea de monopolio de la fuerza a escala universal pretendido por los Estados Unidos, como apoyatura del modelo financiero globalizado. 

Ahora, en medio de la disputa antes descrita, el intento es el de sostener un modelo económico a través de la toma de ganancias que implica el desarrollo del complejo militar. Esto, traducido a un lenguaje más explícito, es la expansión de la OTAN, que es la Organización del Tratado del Atlántico Norte, pero que tiene sus intereses en el Atlántico Sur, a partir de la ocupación británica de las islas Malvinas, y que tiene su expansión a través del Indo-Pacífico con el acuerdo entre el Reino Unido y Australia con los Estados Unidos. Además intentan incorporar otros países, como Japón y Filipinas, para brindar apoyo militar para intentar contener la expansión de China hacia el Pacífico, y fundamentalmente preservar la independencia de Taiwán, que es un área que tiene influencia tecnológica, sobretodo en el Sudeste Asiático, pero que básicamente lidera la competencia en materia de microconductores. Esto es parte de la estrategia de expansión que tiene la OTAN a nivel del  Indo-Pacífico. No en vano el historiador indio Vijay Prashad ha dicho: “Estados Unidos quiere convertir a Taiwan en la Ucrania del Este”.

Creo que es un momento especial por las circunstancias políticas internas de América Latina, y podríamos también incluir al Caribe, si América Latina tuviera una política específicamente dirigida hacia el desarrollo de los países del Caribe, como lo hubo en la etapa de la presidencia de Chávez, para poder erigirse en un bloque autónomo de poder, y tratar de tomar de las tradiciones de Occidente el apego por ciertas libertades y derechos, pero al mismo tiempo dar una lucha muy potente por la soberanía y en contra de las nuevas formas de colonialismo económico, cultural y político que se intenta desde los grandes monopolios.

Como conclusión, el capitalismo financiero ha alcanzado ciertos límites que le impiden expandirse más allá de las fronteras actuales. Esos límites se expresan a través de una concentración inconcebible de riquezas, del cataclismo ambiental al que ha llevado el proceso de maximización de las ganancias y la aproximación a un conflicto nuclear, que hasta un pasado reciente no figuraba en agenda. Llegados a esos límites, y ante la imposibilidad de expandir sus fronteras, implosiona hacia adentro y se forman fracciones del propio poder financiero. Algunas más globalistas, más institucionalistas, más respetuosas de cierta multilateralidad, y otras más radicalizadas, más golpistas, que intentan lograr un vacío de la política tradicional, a través de la instauración de un caos sistémico. de una suerte de inestabilidad e incertidumbre generalizada, que llegue a un punto límite para clamar por un orden de tintes neofascistas. Pero esta vez no ejercido por los Estados nacionales, sino por las grandes corporaciones como eje de la gobernanza a nivel global. Por eso la necesidad de manejar las redes sociales, y a través de ellas manejar los mensajes de odio y polarización social y de desestructuración de los sujetos nacionales y colectivos, a los efectos de crear las grietas necesarias para el desencanto y el descompromiso. Y a partir del debilitamiento del sujeto social pueblo, poder gobernar a través de las corporaciones, y en detrimento de las identidades propias de la soberanía nacional que representan los Estados.

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