“El triunfo de López Obrador en México y las crisis de los gobiernos neoliberales en Argentina y Brasil ponen cuestión la idea de ‘fin de ciclo’ en la región”
OCIPEx entrevistó a Telma Luzzani, periodista especializada en temas de política internacional y conductora del programa “Voces del mundo” en Radio Sputnik y AM 770 Radio Cooperativa. La política exterior del gobierno de Macri, el significado del triunfo de López Obrador en México, el fenómeno del Lawfare y el uso de la proclamada “lucha contra el narcotráfico y el terrorismo” como pretexto para la militarización en América Latina fueron algunos de los ejes del reportaje que les presentamos a continuación.
¿Cómo definirías la política exterior del gobierno de Macri? ¿Qué factores endógenos y exógenos creés que le dan su configuración actual?
La política exterior de Macri creo que hay que entenderla en el marco del modelo económico y político que trajo Cambiemos desde su asunción en diciembre de 2015. Sin dudas tiene que ver con la implementación de políticas en todos los ámbitos completamente opuestas a las que se venía desarrollando previamente, lo cual no es diferente en la política exterior, ya que provienen de una ideología distinta a la del proceso político que gobernó entre 2003 y 2015.
Lo primero que vemos en la política exterior es un proceso de desarme de lo construido por el gobierno anterior. Si tuviera que definir lo que para mí es el punto más sobresaliente acerca de lo que ellos llaman “la vuelta al mundo”, señalaría que la misma implica un acoplamiento a las directivas y concepciones de los principales países de occidente y el abandono de una idea de que la política de integración regional puede no solo ayudar a construir una Argentina mejor, sino incluso a conformar un bloque con peso en el mundo como para discutir con otras naciones.
También es válido pensar, tanto para la política económica como la exterior, que uno de los errores involuntarios que cometió el gobierno de Macri fue el haberse ajustado al mundo “Barack Obama”, es decir, hizo su plan económico y el general pensando en un mundo que tenía que ver con las grandes finanzas y del libre comercio de los grandes bloques, y no con el mundo proteccionista que finalmente devino.
¿Por eso la apuesta a Hillary Clinton?
Exacto. El error es no adaptarse a estos cambios. Si debiera definir al gobierno de Macri con una palabra es dogmatismo. Creo que lo es en el sentido de que tiene una idea fija e incapacidad de autocrítica y cero flexibilidad.
¿Cuál ha sido el saldo del retorno a un relacionamiento “especial” con los denominados “socios tradicionales”, léase Estados Unidos y la Unión Europea?
Habría que dividir en dos la respuesta. El saldo para el grupo gobernante y Macri no creo que sea negativo ya que los defienden, los apañan, los ayudan a la gobernabilidad como con los créditos como el Fondo Monetario Internacional, dentro de ese marco. Para el resto de los argentinos es pésimo. En ese sentido me refiero a que no puede haber una sola respuesta, porque sin duda se está siguiendo la agenda norteamericana –que creo que es la agenda común-, principalmente la de los denominados Halcones, manifestándose claramente contra Irán, Venezuela y, en el plano interno, con una política de entrega en relación a las negociaciones respecto a la disputa de soberanía sobre nuestras Islas Malvinas. O sea, no sólo dejar de pelear como en el gobierno de Cristina con una posición de búsqueda de diálogo, que probablemente no vendría nunca por parte del Reino Unido –aunque no lo sabemos-, pero con grandes reconocimientos en organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas (ONU), el G77+China, sobre los derechos de Argentina sobre las Islas Malvinas.
Incluso no se aprovechó el momento de debilidad relativa de Gran Bretaña debido a su salida de la Unión Europea.
Claro, no se pudo aprovechar en ningún sentido estos grandes cambios a nivel mundial que fueron muchísimos, como el triunfo de Trump respecto al proteccionismo, el Brexit que mencionabas en cuanto a Malvinas.
El presidente Macri asistirá a fines de este mes a la reunión del BRICSA Plus, en Sudáfrica. ¿Creés que hubo algún tipo de avance en las agendas bilaterales con las potencias emergentes que lo integran?
Sin conocer en profundidad la agenda respecto a las naciones que componen el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), observo que no son estos países hacia donde mira la política exterior de este gobierno. Por lo tanto, me parece que no se ha avanzado, muy por el contrario, la veo como una política de sumisión hacia los dictados de Washington concretamente.
Has escrito Territorios vigilados, como operan las redes de bases militares norteamericanas en Sudamérica. ¿Cuál considerás que es el rol del discurso de “lucha contra el narcotráfico y terrorismo” en este ámbito de penetración?
En este punto debemos volver atrás, en referencia a la política exterior de Macri. Ya que uno de sus ejes consiste en adoptar el discurso del combate al narcotráfico (que no era inexistente, por supuesto, porque representaba una situación de preocupación en el gobierno anterior). La incorporación de este discurso como elemento de política exterior fue realmente novedoso y tiene que ver con la aceptación de los lineamientos que Estados Unidos denominó como “nuevas amenazas” y que adoptó, como digo en el libro, una vez que la amenaza del “enemigo comunista” no tenía sentido tras la implosión de la Unión Soviética.
Esto es una cuestión muy importante en la Argentina de hoy porque ha significado el entrenamiento de tropas argentinas en Israel; compra de armas en un momento que estamos pasando severos problemas económicos -al punto que según el gobierno hay que hacer recortes, pedir préstamos, etc…-; y la posibilidad de que tropas extranjeras actúen en el territorio nacional. Es decir, hay un cambio importantísimo y lo último que sabemos que están intentando hacer es cambiar la doctrina militar que tan acertadamente decidió Néstor Kirchner con Nilda Garré como Ministra de Defensa, como resultado de lo que era la historia argentina previa.
Efectivamente, se ha importado el discurso norteamericano de las nuevas amenazas, que utiliza para su injerencia militar en las regiones y que varía según la zona del mundo cual es más determinante. Esto incluye aludir a la lucha contra el narcotráfico, contra el terrorismo, los desastres naturales y el crimen organizado.
En ese sentido, creo que hay que mirar con precisión lo que ha pasado en los últimos veinte años en Colombia y México, que fueron los países modelo del “combate contra el narcotráfico”. Hay muchísima literatura sobre el tema, incluso de importantes estudiosos norteamericanos que dicen varias cosas. Por un lado, mencionan que el combate contra el narcotráfico no debe apuntarse solo a la oferta sino que debe haber una preocupación por la demanda (sabemos que EEUU es el país que más droga consume del mundo). Por otro lado, la militarización del combate a la droga ha dado resultados desastrosos, inclusive reconocido por los propios países como el caso de Colombia y México, aunque no reconozcan de forma explícita la impresionante cantidad de muertes que se ha generado a raíz de ello. En mi consideración, este discurso funciona como una excusa para militarizar.
La guerra jurídica o Lawfare, como denominan muchos analistas, es uno de los rasgos distintivos de esta época. ¿Por qué razones asumió una presencia tan marcada en América Latina?
Este concepto, me parece que, utilizado por los propios norteamericanos, empezó a hacerse presente en la región como un modo de utilización de herramientas jurídicas para la persecución política, en el caso de Brasil para destituir a Dilma y encarcelar a Lula, algo similar puede suceder con Rafael Correa en Ecuador, Cristina Kirchner que tiene embargados sus bienes y varias causas abiertas.
Lo que estamos viendo en una región donde hay casos escandalosos de corrupción como el caso de Pedro Pablo Kuczynski -que tuvo que renunciar en Perú- o de Michel Temer, que tienen delitos de corrupción probados, pero están libres sin ningún tipo de demanda y castigo. Mientras que, en el caso de Lula, por ejemplo, sabemos que no hay pruebas fehacientes de lo que se lo acusa y sin embargo sigue preso, donde el juez actúa “por convicciones” y no por pruebas. Sumado a lo que pasó recientemente, que fue ya el colmo, cuando un juez decide aceptar un Habeas Corpus, el juez Moro, de otra instancia y que estaba de vacaciones y le da una orden a un juez de otra instancia, lo cual es desde todo punto de vista un “mamarracho”.
En resumen, lo que es evidente es una clara persecución política, que debemos mirar desde una perspectiva más amplia, ya que los años de gobiernos populares en distintos países hicieron cambios tan profundos y exitosos en las políticas regionales que, de alguna manera, había que acabar. En este marco, creo que hay tres cosas que irritan al establishment y al gran capital internacional y local. Por un lado, que con estos gobiernos se probó que no era una utopía aplicar políticas redistributivas, con avance científico-tecnológico, mejoras en el bienestar general, etc. También, el impacto que estas políticas tuvieron en la población joven. El hecho de que haya juventudes vinculadas a estos procesos ha preocupado a los grandes poderes, aun con los medios de comunicación a su favor. Y en tercera instancia, la posibilidad que estos líderes retornen al gobierno.
¿Qué herramientas disponen los movimientos nacionales y populares de la región para hacer frente a este mecanismo de persecución/proscripción política?
Creo que son las de siempre. La movilización y, sobre todo en el caso argentino, tenemos que hablar de movilización no sólo respecto a los actos y marchas sino en el trabajo militante. Yo le doy mucha importancia al convencimiento del otro, a la formación de cuadros políticos. Creo que esto es fundamental. Yo tengo mis reparos a que este trabajo “de hormiga” sea reemplazado por las redes sociales. Creo que sigue haciendo falta un trabajo militante muy fuerte “a la vieja usanza” para afrontar este momento. Tenemos que tener presente, por ejemplo, lo que significó el 2×1 como signo de reacción popular ante un suceso injusto, como también lo sucedido a fin de año cuando se intentó frenar la reforma previsional, en la cual se utilizó la represión para disuadir e implementar la medida de todos modos. Sin embargo, pienso que, por la situación en que se encuentra, el gobierno de Macri ya no va a poder aplicar tan alegremente la represión con el discurso que circulaba sobre que eran unos “inadaptados” que estaban haciendo destrozos en las calles. Creo que ese discurso va perdiendo credibilidad.
¿Se podría trazar un paralelismo entre el discurso contra el narcotráfico y el terrorismo referido a los ámbitos de seguridad y defensa como vimos antes, en relación a la “lucha contra la corrupción” que subyace al Lawfare?
Sí. Está muy bien la comparación porque además son enemigos lábiles. Es decir, cuando vos tenías un enemigo como el comunismo, era un país concreto, la URSS, que practicaba esa doctrina. Pero si vos estás luchando contra el terrorismo, no tiene un lugar fijo, no es una persona en particular, no se puede localizar definitivamente. Me parece que este pretexto de la corrupción entraña una paradoja y una doble vara, que tiene que ver con que cuando aparece, por ejemplo, el lavado de dinero y aportes falsos a la campaña de Vidal, son casos de corrupción probables y sin embargo no tienen el mismo tenor en la investigación.
El 1 de julio López Obrador se alzó con una abrumadora victoria en las elecciones presidenciales en México. ¿Qué significado geopolítico tiene este acontecimiento para la región y que perspectivas emergen del mismo?
Por un lado, una alegría inmensa que haya ganado una opción de izquierda o centro-izquierda en la región. Creo que una de las primeras cosas que López Obrador dijo la noche que ganó fue que México retomaba la tradición de política exterior histórica, que siempre ha sido excelente. Por ejemplo, en los años sesenta, cuando el mandato de Washington era repudiar a Cuba, México era el único país que con autonomía seguía manteniendo contacto diplomático con Cuba. Siempre tuvo una enorme autonomía. Como dijo Obrador, “no injerencia, respeto a la autodeterminación de los pueblos y resolución pacífica de los conflictos”, realmente una posición extraordinaria, lo cual es una buena noticia. En este sentido, Venezuela, que ha sido tan acosada estos últimos años, tuvo dos buenas noticias en este mes y medio. Porque también tuvo lugar la caída de Mariano Rajoy en España, que estuvo muy implicado contra el gobierno de Nicolás Maduro. Pedro Sánchez ha tenido una actitud muy diferente de no injerencia y creo que incluso debe tener muy buena sintonía con Zapatero, que fue uno de los principales promotores del diálogo entre la oposición venezolana y el gobierno y ahora México. Peña Nieto, el presidente de México hasta la asunción de López Obrador el primero de diciembre no tomaba la voz principal contra Venezuela, pero era un voto más en contra en el seno de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Varias interrogantes surgen de estas elecciones ¿Qué va a pasar con la Alianza del Pacífico, que México integra junto a Colombia, Perú y Chile? México es un país fundamental.
Lo que a mí me preocupa es que la agenda de Obrador es muy compleja. A nivel interno en primer lugar y por su vecino del Norte en segunda instancia. Es enorme el desafío y el trabajo a realizar. Por estas razones, pienso que la política hacia la región no va a ser una de las prioridades, ya que las problemáticas son realmente acuciantes.
Los Estados Unidos están íntimamente presentes en México. La existencia del NAFTA generó una enorme dependencia respecto a este país: el tema de la frontera, los inmigrantes, los mexicanos que están en ese país, la cuestión del narcotráfico. El Comando Central de Estados Unidos incluye a Canadá y México como parte de sí mismo.
También es difícil hacer pronósticos porque faltan más de tres meses para la asunción y no creo que Obrador anuncie con antelación que hará respecto a Rusia, China, qué opciones planteará hacia el Pacífico (recordemos que es un país bioceánico), es decir, todavía es muy pronto para saber que agenda se plantea. Lo que sí es seguro que es un aliento, una señal y una descompresión a nivel simbólico para los proyectos más progresistas porque, sin duda, había una especie de ola de negatividad sobre “el fin de ciclo” desde el triunfo de Macri y el golpe de Temer. El triunfo de López Obrador, sumado a las crisis de los gobiernos “neo-neoliberales”, está dejando en claro que este ciclo era apenas un paso atrás en un camino que seguramente se retomará más adelante.