Sectores Estratégicos

Del sueño de la soberanía satelital a la política de “cielos abiertos” – Entrevista a Guillermo Rus

Por Manuel Valenti Randi

Guillermo Rus, ex vicepresidente de ARSAT y actual Director de Latam Satelital, conversó con OCIPEx sobre la importancia que las grandes potencias asignan al desarrollo aeroespacial y satelital, los avances nacionales y regionales en la materia y el contexto de incertidumbre que rodea actualmente a ARSAT, debido a la suspensión de ARSAT-3 y al otorgamiento indiscriminado de permisos a empresas satelitales extranjeras para que operen en nuestro país.

¿Cuáles son los servicios que proveen los satélites y los que se desarrollaron en ArSat en particular?

Los satélites que orbitan la Tierra se dividen en cuatro líneas principales: de comunicaciones, de observación, de navegación y, por último, los científicos, que se utilizan para experimentos en el espacio (como medir variables de la atmósfera o radiación) y para explorar el Sistema Solar. La mayor parte de los satélites están pensados para ir al espacio y brindarnos servicios que nos permitan vivir mejor en la Tierra.

Cualesquiera sean sus aplicaciones, los satélites se ubican en órbitas geoestacionarias particulares. Por ejemplo, los de comunicaciones están a 36.000 km de la Tierra, distancia a la cual los objetos rotan con la misma velocidad que la Tierra. Por lo tanto, uno puede establecer una antena fija en la Tierra que se mantenga en comunicación con ese satélite. Esas órbitas y las frecuencias en las que se transmite (recurso órbita-espectro) las administra la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), porque los satélites podrían interferirse entre ellos o hasta colisionar, por lo cual se decide establecer una regulación internacional. En el caso de Argentina, poseemos dos posiciones orbitales: 72° Oeste y 81° Oeste, donde están ArSat 1 y 2, respectivamente.

Muchos de los satélites en actividad pertenecen a agencias espaciales, pero a esta altura la mayoría son comerciales, principalmente los de comunicaciones. Por su parte, los satélites de navegación son controlados mayoritariamente por el Estado, y nos permiten conocer nuestra ubicación en la tierra. Estados Unidos controla la constelación GPS, Rusia desarrolló la Glonass, China hizo lo propio con Baidu y la Unión Europea administra el sistema Galileo.

¿Qué importancia crees que tiene el desarrollo satelital para las potencias y cómo veían el desarrollo satelital de Argentina de la última década?

El desarrollo espacial lo podemos dividir en tres grandes líneas. En primer lugar, las autoridades de países desarrollados, como la NASA o la Agencia Espacial Europea mencionan dos cosas. La primera es la “curiosidad” por conocer y la investigación, buscando nuevos horizontes. Ellos dicen que eso es “es el motor de la vida”, entonces sacan la variable comercial y geopolítica y lo ponen en un plano muy humano, estimulando mucho la actividad espacial de sus países.

Por otro lado, cada vez que financian un desarrollo espacial, estos actores destacan la oportunidad que ello ofrece para posicionar a Europa o EEUU en los mercados internacionales en base a sus innovaciones tecnológicas y a la generación de trabajo con valor agregado. Tras esto último, la idea fuerza es que las sociedades que pueden desarrollar y exportar tecnologías con alto valor agregado van a vivir mejor que las sociedades que solamente las consumen.

Por último, está la variable soberanía, que es muy importante. Soberanía en las telecomunicaciones, soberanía en ser autónomos para lograr determinados objetivos. Por ejemplo, los europeos hablan mucho de su cohete pesado, el Ariane 5 [1], con el que se lanzaron ArSat I y II. Ellos dicen: “nosotros nos arreglamos solos como bloque, tenemos ingreso autónomo al espacio, fabricamos nuestros satélites y los lanzamos al espacio”, por lo que no necesitan de Rusia, China o EEUU. Los europeos se enorgullecen y marcan la importancia de esa autonomía.

Las sociedades que pueden desarrollar y exportar tecnologías con alto valor agregado van a vivir mejor que las sociedades que solamente las consumen.

Yo creo que nosotros, como región, tenemos que tener un horizonte definido, entendiendo que hay cosas que es muy difícil alcanzar o que tuvieron su momento de desarrollo. Pero creo que esos tres puntos principales (investigación, desarrollo tecnológico y soberanía) son los que hay que tener como meta y adaptarlos a la actualidad. No debemos dejar de intentar destacarnos, encontrar nuestro lugar en estos sectores de punta y estar en la misma mesa con las potencias, con una participación adecuada a nuestra situación y a las posibilidades reales que tenemos. No hay que plantearnos “yo en esa mesa no me puedo sentar, ni quiero sentarme”.

Inclusive, creo que estamos en una etapa de desarrollo mundial que permite cierta apertura a la cooperación internacional de las potencias. No digo que nos vayan a abrir las puertas y que se preocupen porque todos los países tengan acceso autónomo al espacio y fabriquen sus satélites, claramente. Pero hay una apertura a la cooperación internacional, hay herramientas que se pueden conseguir, si no es con EEUU es con China, Europa, Rusia o India. Hay muchas alternativas para que los países que no están en la primera línea puedan participar de estos temas.

Lo mismo con las cuestiones comerciales. No se puede resignar la capacidad de generar innovaciones y productos que sean competitivos. Obviamente no hay que ir detrás de cada cosa. La excepción a la regla es China, que fue detrás de cada cosa que se hizo y las desarrolló todas. Pero China es China, hay que ver si el resto de los países tienen esa capacidad. Yo me refiero a la capacidad de encontrar un nicho para ser competitivo e instalarse en alguno de los temas vinculados a la industria espacial o de valor agregado.

Por último, en materia de soberanía, voy a darte dos ejemplos puntuales que están vinculados a los satelital y las comunicaciones. Dentro de nuestra región tenemos, además de ArSat, otros tres operadores estatales que nacieron en la última década: la Agencia Espacial de Bolivia que tiene el satélite Tupac Katari, la Agencia Espacial de Venezuela, y el proyecto de Telebras en Brasil, con el satélite SGDC.

El proyecto venezolano nació luego del intento de golpe de Estado a Chávez en 2002, después del cual los venezolanos se pusieron como objetivo impedir que les vuelvan a cortar las telecomunicaciones y señales. Se plantearon ganar autonomía y uno de los medios elegidos para lograr eso fue tener un satélite propio. Ahí nace el proyecto, que después crece y se materializa en el satélite Simón Bolívar de comunicaciones. Es decir, todo nace de un problema donde estuvo la democracia en riesgo por no tener una soberanía completa sobre las comunicaciones.

Algo parecido sucedió Brasil, donde el proyecto SGDC satelital nació a partir de las escuchas de EEUU a Dilma Rousseff. Ella planteó que no podía volver a pasar y que debían encontrar una solución para que los estadounidenses no los espíen más. La solución que le acercaron fue tener satélites propios con frecuencias militares, que no sean pasibles de interferencias o “pinchaduras”. En el caso de Bolivia, no pasó nada en especial, pero Chávez lo convenció a Evo Morales de que no le podía pasar esto que comento, y que se tenía que adelantar a los hechos teniendo su propio satélite. Estos casos los contaron integrantes de las agencias espaciales de estos países, y lo de Brasil fue público por las declaraciones de la propia Dilma Rousseff.

En julio pasado, cuando el gobierno canceló contratos con INVAP por casi mil millones de dólares, Macri afirmó que esos acuerdos eran de la “época de la magia” y que “la plata no estaba”. En el primer año de la gestión Cambiemos, sin embargo, se llegaron a comprometer unos 4.700 millones de dólares (DNU 882) [2] para mejorar las garantías de pago y hacer más atractivo el negocio de las energías renovables a los oferentes privados -en su mayoría firmas extranjeras que importan tecnologías “llave en mano” [3] ¿Puede hablarse, entonces, de un faltante de recursos presupuestarios, o lo que se promueve es una ruptura del proceso de desarrollo y sofisticación tecnológica local?

Sin dudas lo último, porque no es una cuestión presupuestaria. Si vamos a un caso concreto de cuestiones presupuestarias, en la Ley de Desarrollo Satelital está estipulado el crecimiento de la flota de ArSat de 2 a 6 satélites en 20 años. Esto debía ser financiado con los propios ingresos de la empresa a partir de los servicios que dan ArSat 1 y 2 o a través de créditos privados que la empresa pueda pedir al sistema financiero, como en cualquier inversión productiva. No se requieren fondos del Tesoro Nacional para fabricar esos satélites. Por esta razón, sin dudas no pasa por una cuestión presupuestaria.

En la Ley de Desarrollo Satelital está estipulado el crecimiento de la flota de ArSat de 2 a 6 satélites en 20 años.

Yo creo además que hubo fuertes evidencias de que hay un alineamiento muy fuerte con la política exterior norteamericana. Es lógico que EEUU no tenga demasiado interés en que Argentina desarrolle sus capacidades. Puede no bloquear el proyecto directamente, o que no le desvele que lo hagamos, pero después de suspender ArSat-3 por casi un año y medio, se anunció un intento de privatización con la empresa estadounidense Hughes. Meses antes, directivos de ArSat estaban en el festejo de los cien años de la embajada sacándose fotos con otros funcionarios. El presidente de la empresa se sacaba fotos y daba anuncios con la Casa Blanca de fondo. Entonces, hasta en lo comunicacional hay elementos que dicen “nosotros estamos respondiendo acá” [por EEUU]. Acto seguido, lanzaron una asociación con EEUU y frenaron el plan del ArSat-3 sin plantear una alternativa o una propuesta superadora, mostrando un claro desinterés por el desarrollo soberano nacional y un fuerte alineamiento con una potencia extranjera, que resulta chocante, inentendible e innecesario. Inclusive, yo creo que el apoyo de Trump a Macri no está condicionado a si se hace el ArSat 3 o no se hace. Las acciones del gobierno son parte de un cipayismo extremo, que no tiene incluso demasiada justificación.

A través de la Resolución 502/2018, el Ministerio de Modernización habilitó a la empresa brasileña Hispamar S.A., subsidiaria de la española Hispasat, a brindar servicios satelitales en territorio argentino con su satélite Amazonas-5, con capacidad de operar en la banda de frecuencias Ka, asignada originalmente al ARSAT. ¿Cuál ha sido, hasta el momento, el accionar de Cambiemos en materia de otorgamiento de permisos a empresas satelitales extranjeras para operar en el país?

Desde diciembre de 2015 se autorizaron a 23 satélites extranjeros a operar en Argentina. En los 10 años anteriores se habían autorizado 10 satélites, para tener alguna referencia. Al mismo tiempo que se suspendían los desarrollos de ArSat, se autorizaba muchísima capacidad de satélites extranjeros, lo que evidencia que existe un mercado en Argentina y en la región para la industria satelital. Frenar el desarrollo de ArSat-3 le hizo perder oportunidades a la empresa, inclusive dentro de nuestro propio territorio.

Además, se hizo abuso de la regulación que dice como se tienen que autorizar los satélites en nuestro territorio. Ese régimen se llama de exclusividad y competencia y está basado en acuerdos de reciprocidad. Esto quiere decir que, para que haya un acuerdo de otro país con Argentina, primero tiene que haber un acuerdo de reciprocidad con el país bandera del satélite. Es decir que, si autoriza un satélite acá, los satélites de Argentina también estén autorizados en el país de bandera del satélite extranjero. Además, por el espíritu de esta normativa (reglamento de gestión y servicio satelital, corroborado por la resolución 3509 de 1999), solamente se pueden autorizar satélites extranjeros cuando no haya disponibilidad en los nacionales. Esta es una regulación bastante proteccionista en algún punto, pero qué busca proteger al operador nacional, en este caso ArSat.

Desde diciembre de 2015, se autorizaron a 23 satélites extranjeros a operar en Argentina. En los 10 años anteriores, se habían autorizado sólo 10 satélites.

En el momento que se sancionó esa normativa ArSat no existía, pero si existía Nahuelsat. Entonces, hay efectivamente una violación muy clara de esta normativa, porque no consideran que ArSat-2 tenía capacidad disponible, tienen abandonado el ArSat-3, y además autorizaron satélites sobre los acuerdos de reciprocidad con Brasil y con México sin que estos hayan autorizado al ArSat-2 a brindar servicios en sus mercados. Por todo lo anterior, se hizo un pedido de informes desde la Cámara de Diputados, frente al cual la empresa confirmó que no hay una autorización en esos países. Con lo cual, las autorizaciones que dio el gobierno de Macri están hechas sin incluir ninguna protección de los activos nacionales y las posibilidades de ArSat.

¿Hubo algún tipo de denuncia judicial sobre estos acuerdos que infrinjan la normativa vigente?

No lo hubo, pero sí hubo una denuncia por el intento de privatización de ArSat-3 por parte del diputado Rodolfo Tailhade. Es interesante analizar por qué no hubo una denuncia. Porque el perjudicado de esas autorizaciones es ArSat, que a su vez depende de los mismos que gestionaron las autorizaciones. Entonces, se da una situación del “lobo cuidando las gallinas”. Este es un tema que a futuro va a tener repercusiones, porque claramente infringe la normativa. A raíz de esto, hay un proyecto del diputado nacional Rodrigo Rodríguez que justamente busca poner condiciones más estrictas para la utilización de satélites extranjeros y suspender cualquier tipo de autorización de banda Ka (la que permite brindar internet satelital de banda ancha), hasta que sea lanzado ArSat-3, ya que utiliza esta banda. ArSat es una empresa, y las empresas compiten, por lo tanto, lo que se propone no es que no haya competencia, pero que la misma sea regulada, ya que no compite con PyMES nacionales: lo hace contra empresas internacionales que tienen 50 satélites, son muy poderosas y cuentan con el apoyo de sus gobiernos. De alguna forma, se busca proteger el mercado argentino y equilibrar la balanza, y no desequilibrar en detrimento de ArSat.

Autorizaron satélites sobre la base de acuerdos de reciprocidad con Brasil y México, sin que estos hayan permitido al ArSat-II brindar servicios en sus mercados.

La Banda Ka, es algo que se desarrolló en los últimos años en el planeta, sobre todo en EEUU, y que ya tiene presencia fuerte en la región a través de satélites extranjeros en Brasil y Colombia. Justamente, uno de esos satélites es el Hispasat que mencionaste. ArSat-3 estaba pensado para ser lanzado en 2019 y operar en Banda Ka. En síntesis, se demoró la autorización del satélite argentino y se autorizaron los extranjeros dándoles ventaja y atrasando el satélite nacional. Si bien no es bueno frenar la oferta de servicios como la banda ancha satelital, si se busca que se reactive ArSat-3, y no que quede indefinida la asignación de satélites en esa frecuencia, sino que se vuelvan a impulsar el desarrollo de satélites nacionales.

¿Qué implica económicamente y para la utilización efectiva de nuestra posición orbital la suspensión del ArSat 3 y el intento de joint venture con la empresa estadounidense Hughes?

Te cuento el razonamiento que hicieron ellos. Ellos se encontraron con dos satélites y la construcción del ArSat-3, y tenían que financiarlo con los propios ingresos de la empresa o con crédito privado. Desde Jefatura de Gabinete, el tándem Lopetegui y Quintana le dijeron a las autoridades de la empresa que nos sucedieron, que no podían pedir crédito, porque “arruinaba” algún indicador que ellos querían “cuidar”. Más tarde se comprobó a las claras que el endeudamiento de la Argentina no les preocupaba, pero a ArSat no la dejaron endeudarse.

Entiendo que la voluntad primera de los que asumieron era seguir con el satélite y con todo lo que estaba, pero se encontraron con una restricción presupuestaria muy fuerte, porque le cortaron los fondos del presupuesto de 2016 para completar la red de fibra óptica y la ampliación de Televisión Digital Abierta terrestre. La empresa se vio sin posibilidad de crédito, sin dinero para inversiones de los proyectos y, por lo tanto, no pudo afrontar la construcción del ArSat-3.

A su vez, desde Jefatura de Gabinete les pidieron que se asociaran con alguna empresa privada. Por eso se asociaron a las empresas extranjeras. Esto obedeció a una cuestión netamente ideológica de sacar el Estado y que sean los privados los que lleven adelante las cuestiones comerciales. En todas partes del mundo, cuando se arranca un proyecto, tomando como ejemplo India, China, o Europa, países exitosos en materia espacial, el primer impulso proviene del Estado. Cuando están maduros, la capacidad de fabricación mejora y empiezan a ganar mercados afuera, recién ahí aparece la participación privada. Lo descabellado, entonces, es que, en un estadio prematuro del desarrollo satelital argentino, el gobierno plantee “esto lo tienen que resolver los privados”.

También está el otro tema que hablábamos antes: el objetivo de ArSat es impulsar la soberanía en las comunicaciones y tener un operador nacional que genere exportaciones de servicios y tecnología. Si cuando lográs un primer avance te asocias con un extranjero para que otra vez los dividendos de esa actividad vayan a EEUU en vez de quedarse acá, no es bueno. Ahora tenemos un problema de balanza comercial gigantesco. ¿Por qué le regalamos servicios que podemos generar en Argentina a una empresa estadounidense? La verdad no se entiende eso.

Mi análisis es que hay una situación de coyuntura que intentaron resolver de esa forma y que sin dudas era conveniente para Hughes, porque entraba en Argentina de la mano del operador estatal, que es como correr con el caballo del comisario. Yo creo que ahí había otro problema: al asociarse Hughes con ArSat para hacer ArSat-3 y brindar banda ancha satelital en argentina, esa nueva “empresa mixta” iba a terminar compitiendo con otros proveedores de internet en Argentina. O sea, una empresa estadounidense, que además es proveedora del Departamento de Defensa de su país, asociada con el Estado compitiendo contra las empresas nacionales. Eso fue lo que “horrorizó” a José Sánchez Elías, referente de la Fundación Pensar y en quien Macri había pensado para ser Ministro de Comunicaciones, y que además de ser militante de Cambiemos, es dueño de una empresa local que brinda servicios de internet.

NOTAS

[1] Es un cohete diseñado para colocar satélites en órbitas geoestacionarias y para enviar cargas a órbitas bajas.

[2] https://www.lapoliticaonline.com/nota/99120-macri-compromete-us-4-700-millones-para-que-no-fracase-la-licitacion-de-energias-renovables/

[3] http://www.oetec.org/nota.php?id=3032&area=4

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