Autor: Juan Augusto Rattenbach
A nivel histórico, el deporte siempre estuvo vinculado con la política no sólo a escala interna o doméstica, sino también en el plano internacional. Dejando de lado las referencias de la antigüedad, que comprendía las rivalidades y competiciones entre las distintas póleis griegas, contamos con diversos ejemplos a medida que en el siglo XX se fueron estructurando tanto las entidades deportivas como los mismos hechos deportivos en sí.
Se ha analizado en muchas ocasiones las disputas políticas y simbólicas que rodearon a los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, donde las cuatro medallas de oro obtenidas por el afroestadounidense Jesse Owens dieron por tierra a las pretensiones de Hitler de hacer de los resultados deportivos una demostración supremacista.
Otro ejemplo, muchas veces olvidado, es el de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 en el cual 66 países se abstuvieron de participar en una clara manifestación contraria a la invasión soviética de Afganistán iniciada el año anterior. La URSS quiso responder con un boicot a las olimpíadas de Los Ángeles 4 años después teniendo solo el apoyo de 13 países.
La discusión por la soberanía de Malvinas en este plano no es una excepción. Tras la sanción en 1973 de la Resolución 3160 de la Asamblea General de Naciones Unidas la comunidad internacional reforzó el mandato de descolonización del archipiélago argentino. Esto derivó no sólo en el desembarco de las empresas del Estado Nacional en Malvinas (LADE, YPF, ELMA, Gas del Estado…) de la mano de una propuesta de devolución definitiva bajo el sistema de “administración conjunta”, sino también en una progresiva integración de las Islas al continente de la mano de la educación, la salud y el deporte. En marzo de 1974, bajo la consigna “El Mar nos une”, el Club Universitario de Buenos Aires junto a la Armada Argentina realizó una regata de veleros en las costas fueguinas para luego replicarla en las costas malvinenses.
Sin embargo, lo que parecía ser una sencilla integración insular y continental a medida que avanzaba el proceso de descolonización tuvo su punto de inflexión después del Conflicto del Atlántico Sur. De esta manera, pasamos de un Maradona intercambiando camisetas con Freddie Mercury en marzo de 1981 a la realización del mejor gol de la historia de los mundiales en junio de 1986 reivindicando y homenajeando a nuestros soldados que pelearon en Malvinas.
El conocido desenlace de la guerra no tuvo ningún impacto en el plano del Derecho Internacional, manteniéndose vigente la Resolución 2065 y el mandato de descolonización en favor de Argentina.
En el presente siglo XXI, nuestro país obtuvo un mayor compromiso en la Causa Malvinas por parte de los países de América Latina al igual que las Naciones nucleadas en la Unión Africana. A esto hay que sumarle los apoyos estratégicos de la Federación de Rusia y de la República Popular de China.
Sin embargo, lo que parece ser claro para las Naciones Unidas no necesariamente lo es para la FIFA, que en 2014 sancionó a la AFA con una multa de más de 30 mil dólares tras la formación de la Selección con un cartel con la leyenda “Las Malvinas son argentinas” en un amistoso con Eslovenia.
Si bien el avance descolonizador se profundiza en el ámbito diplomático, en el plano deportivo se produce un fuerte choque con las iniciativas británicas de que se le reconozca a las Islas Malvinas distintas representaciones a escala deportiva como si fuera un territorio escindido de Argentina.
En 2019 se celebró en Miami la Copa Latinoamericana de Hockey sobre hielo en donde la Selección Argentina se enfrentó a un equipo de las Islas denominado “Stanley”. Si bien no estuvo involucrada la Federación Internacional de Hockey sobre Hielo que no reconoce a la asociación isleña, este certamen no oficial tuvo el rechazo del Consulado Argentino en Miami. A comienzos de 2020 se produjo algo similar en Brasil al organizarse un torneo internacional de Badminton permitiendo la participación de un equipo malvinense con denominaciones e iconografía colonial británica, teniendo nuevamente respuestas formales por parte de nuestra Cancillería a través de los Consulados de Río de Janeiro y Salvador de Bahía.
A fines de noviembre de este año la discusión volvió a entablarse en el marco de la Federación Internacional de Tenis de Mesa, que decidió incorporar a las Islas Malvinas como si fuera un miembro deportivo ajeno a la Argentina, un revés inédito que podría escalar la discusión tanto en un plano diplomático como olímpico. Muy por el contrario, y de forma esperanzadora, la Confederación Sudamericana de Tenis aprobó recientemente la histórica propuesta argentina de incluir a las Islas Malvinas en su logo oficial como parte de una integridad continental y geográfica sudamericana.
La tarea de recuperar nuestra soberanía en las Islas Malvinas no sólo se limita a las discusiones territoriales en el marco de organismos tradicionales como las Naciones Unidas, sino que el siglo XXI nos presenta el desafío de estar a la altura de las circunstancias en el plano cultural, ciberespacial y también deportivo. Nuestro país, tan cerca del 40° aniversario del Conflicto de 1982, debe plantearse las estrategias correctas en todos los ámbitos posibles como única forma de ponerle fin al colonialismo en nuestros territorios insulares y espacios marítimos en el Atlántico Sur.