Por Juan Varela
La dirigencia neoliberal que gobierna en los países más grandes de América Latina está impulsando un desmantelamiento institucional y político de aquellos espacios de concertación e integración regional que han servido de contrapeso a las potencias centrales, como CELAC y UNASUR; mientras que, por otro lado, se fortalecen los escenarios institucionales donde la potencia regional, Estados Unidos, puede imponerse con más facilidad, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Alianza del Pacífico.
Por su parte, se busca ingresar a un club de y para países desarrollados como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
En este análisis, Juan Varela muestra cómo, en un contexto caracterizado por el giro hacia el mercado-internismo por parte de las potencias mundiales, la respuesta de los gobiernos latinoamericanos está erróneamente dada por un regionalismo abierto que permite profundizar la dependencia de economías menos desarrolladas respecto de economías más desarrolladas. La integración latinoamericana sigue vigente pero por otros medios, perdiendo una oportunidad histórica.
Introducción
Como en tantos momentos de la historia mundial, asistimos en los últimos dos años a una realidad política global signada por la paradoja. Es muy conocido ya que los gobiernos de países centrales si bien practican el proteccionismo económico para con su propio territorio, son dados a recomendar políticas de apertura comercial a los gobiernos de países periféricos.
Como lo expresa Ha-Joon Chang [1], países que hoy son grandes potencias, como Estados Unidos, Gran Bretaña o Francia, lograron ese desarrollo mediante políticas económicas proteccionistas y desestimando las prácticas de libre comercio que hoy recomiendan. En un trabajo posterior [2], el mismo especialista surcoreano agrega que “cuando eran países en desarrollo, prácticamente ninguno de los países hoy desarrollados practicaba el libre comercio (ni una política industrial de liberalización como contrapartida doméstica). Lo que hacían era promover sus industrias nacionales mediante aranceles, tasas aduaneras, subsidios y otras medidas.”
Lo que está sucediendo en el mundo actual y que, en cierta medida discute la tesis de Chang, es que las propias potencias están retornando hacia el proteccionismo sin ambages ni señales equívocas. Tal es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos desde el inicio de la era Trump. En este mes de julio, antes de iniciar las negociaciones entre la Unión Europea y su país, el Presidente estadounidense difundió un mensaje a través de su cuenta de Twitter donde desafiaba y ridiculizaba la supuesta intención aperturista de Europa (ver imagen).
Si se leyera en tono caribeño, muchos pensarían que podría haber sido escrito por Hugo Chávez. Pero no es así, sino que se trata de una acción constante en muchos países cultores del libre comercio. En el sitio Global Trader Alert [3] se lleva un registro de las políticas implementadas por los gobiernos intentando influir en el comercio global y afectando el liberalismo comercial. Allí se ve claramente cómo muchos de los afectados por las medidas proteccionistas son, inclusive, países que otrora habrían estado en la vereda de enfrente, como el caso de China.
Ante esta situación paradójica, por el momento, los Estados más grandes de América Latina parecen haberse quedado estancados en un, si se permite el neologismo, dumb-obamism (Traducción: “Obamismo bobo”).
Sucede que, imaginando una victoria de Hillary Clinton, se ha construido una inserción internacional descalzada respecto de lo que sucede en el mundo hoy, suponiendo que Estados Unidos tendrá una posición aperturista hacia nuestras exportaciones. Las acciones de la política de Trump nos deberían haber despertado de esos sueños y caer en cuenta de la realidad.
Como lo veremos más adelante, los países de la periferia han logrado avanzar cuando las grandes potencias se han enfrentado. Es por eso que, ante una situación histórica e inusual como en la que nos encontramos, es válido cuestionarse si la forma en la cual se modela la inserción internacional de nuestro país y, en consecuencia, el método de integración regional que practica nuestra diplomacia, se trata de un formato que colabora u obstaculiza un camino hacia mejores condiciones sociales, económicas y políticas en América Latina en general y en Argentina en particular.
Para profundizar en el análisis, parto de dos afirmaciones cuyo argumento se intentará esbozar a lo largo de este artículo.
Tesis 1: La integración aperturista y liberal se trata de una vinculación basada en el libre comercio y en el regionalismo abierto. Por eso, la dirigencia neoliberal que gobierna en los países más grandes de América Latina (Brasil, Argentina, Colombia y, hasta diciembre de 2018, México), ha ido impulsando un desmantelamiento institucional y político de aquellos espacios de concertación e integración regional que han servido de contrapeso a las potencias centrales, como CELAC y UNASUR; mientras que, por otro lado, se fortalecen los escenarios institucionales donde la potencia regional, Estados Unidos, puede imponerse con más facilidad, como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Alianza del Pacífico. En otro caso, como MERCOSUR, se aplica un gradualismo orientado hacia el objetivo de conformar meramente una zona de libre comercio, con escaso contenido político y social. Por su parte, se busca ingresar a un club de y para países desarrollados como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Tesis 2: En un contexto caracterizado por el giro hacia el mercado-internismo por parte de las potencias mundiales, la respuesta de los gobiernos latinoamericanos está dada por un regionalismo abierto que permite profundizar la dependencia de economías menos desarrolladas respecto de economías más desarrolladas. La integración latinoamericana sigue vigente pero por otros medios, perdiendo una oportunidad histórica.
Más OCDE, menos UNASUR. Un regreso al regionalismo abierto
El regionalismo abierto es una conceptualización esbozada por Sanahuja (2012) [4] para referirse a la integración económica regional deudora de las políticas liberales del Consenso de Washington, asentándose en acuerdos regionales con bajos aranceles externos y barreras al comercio, así como también en una mayor liberalización entre los países de la región, dando mayor participación a los mercados.
Este tipo de integración, que se vio afectada por las políticas estatistas que surgieron en la década del 2000, supo mantenerse vigente en los países andinos a través de la Alianza del Pacífico, promoviendo una inserción internacional abierta al mundo, caracterizada por la clásica fórmula de exportación de bienes primarios e importación de bienes manufacturados.
En un reciente artículo publicado en la revista Nueva Sociedad [5] los autores hacen hincapié en que las nuevas derechas en América Latina están haciendo un giro liberal con alineamiento aperturista, liberalización financiera, ajuste fiscal y flexibilidad laboral. En pocas palabras, se trata de un Consenso de Washington renovado. No obstante, advierten que “no parece tan evidente que ese ciclo sea tan sólido y duradero como se ha proclamado, ante un conjunto de desafíos estructurales para el que esas opciones ofrecen como principal respuesta un discurso globalista que va a contramano de las principales tendencias internacionales.”(Sanahuja y Comini, 2018).
Es decir, el giro de las cuatro mayores economías de la región (Brasil, México, Colombia y Argentina) hacia la apertura indiscriminada impide iniciar procesos de mejora en los acuerdos regionales que mostraban indicios de agotamiento, como CELAC, UNASUR, Mercosur y OEA. De hecho, a partir de mayo de este año Colombia logró ingresar al selecto Club de la OCDE del cual ya participan México y Chile. Mientras tanto, Brasil y Argentina intentan hacer los deberes para poder también ser parte.
Ingresar a este grupo implica someterse a diagnósticos, evaluaciones, adecuaciones legislativas y recomendaciones realizadas por 23 comités diferentes, los cuales exigen políticas públicas acordes con las que necesitan los países centrales para mantener sus privilegios.
Sin embargo, el camino de la dependencia no es tan fácil como se cree. De hecho, este año Argentina no pudo ingresar, a pesar de sus ingentes esfuerzos por mostrarse proclive a aceptar los mandatos desde París [6], donde se encuentra la sede del organismo. Aún somos demasiado proteccionistas, parece ser la opinión de Ángel Melguizo, Jefe de la Unidad de América Latina y el Caribe del Centro de Desarrollo de la OCDE, quien afirmó que “el riesgo más relevante que vemos es el del proteccionismo desde 2012 a esta parte”. [7]
Es a todas luces clara la política de inserción global, mostrando que ya no hay intenciones de propiciar un marco de cooperación e integración más asentado en el Estado que en el mercado y más enlazado con nuevas preocupaciones en torno a estrategias de desarrollo económico y social, que con cuestiones vinculadas a la globalización financiera o a los desafíos de seguridad de la era post guerra fría. Como lo afirma Cristian Carrillo [8] en su nota de marzo en el diario Página 12, el ingreso a la OCDE se puede dar siempre y cuando se cumpla con la disminución de barreras al comercio, la flexibilización del mercado laboral y la reducción de impuestos patronales, entre otras medidas.
Por otro lado, con respecto a UNASUR y CELAC, el desmantelamiento institucional y político que se está practicando y el cada vez menor peso que tienen estos bloques en la política exterior de los cuatro principales países de América Latina es una manifestación del norte que trazan los gobiernos de Temer, Macri, Duque y (con sus coletazos finales) Peña Nieto.
No son inocentes las decisiones de los gobiernos de Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Paraguay y Perú respecto a abandonar la Unión de Naciones Sudamericanas, así como la intención de Ecuador de que el edificio de la Unión, situado en Quito, pueda ser utilizado para otros fines. Solo con la membresía de Bolivia, Uruguay, Guyana, Suriname, Venezuela y Ecuador, poco peso le queda ya a este bloque.
Por su parte, CELAC se ha convertido en un mero foro de debate con escasa o nula participación de presidentes en sus cumbres y en el cual se analizan temas generales sin líneas concretas de acción. Un declaracionismo vacuo es lo que demuestran las últimas cumbres CELAC-China y CELAC-Unión Europea.
A contramano del mundo. Una inserción poco inteligente
Estamos transitando un momento histórico, en el cual las dos principales potencias globales, China y Estados Unidos, se baten a duelo en una guerra comercial cuyo fin y consecuencias aún desconocemos. Está en juego el futuro del multilateralismo político y comercial como lo hemos conocido desde la última mitad del Siglo XX.
En ese marco, es importante pensar que, como lo afirma Gullo (2014) [9], “los momentos en que las grandes potencias se encuentran enfrentadas son los momentos históricos óptimos para que un Estado ubicado en la periferia del sistema intente consolidar su poder nacional y alcanzar el máximo de autonomía posible.”
Pero además de hablar de la guerra arancelaria entre dragones y águilas, es interesante dar una mirada en la otrora triunfante Europa, desde la cual se nos daban lecciones sobre cómo realizar una integración regional-comunitaria exitosa, para comprender la crítica situación política y económica. Las crisis políticas en España e Italia, así como el Brexit y la falta de confianza en el Euro, se suman a la manifiesta incapacidad para resolver el problema migratorio.
Si alguna vez en nuestra zona bebimos de la cristalina democracia europea, de la agresiva y pujante seguridad norteamericana o del exitoso capitalismo chino; está claro que hoy el mundo nos muestra que debemos pensar nuestros propios caminos, desde nuestras realidades y desde allí salir hacia la esfera internacional.
En un interesante libro de uno de los pensadores del establishment intelectual estadounidense, Richard Haass [10], este reconoce que el orden mundial tal como lo conocimos desde el fin de la guerra fría está cambiando y que uno de las principales causas de este cambio está en la abdicación, no en el aislacionismo, de Estados Unidos.
El Presidente Trump está cuestionando tres cuartos de siglo de política exterior norteamericana que, bajo un rótulo liberal-capitalista con pinceladas de republicanismo-institucionalista, se ha servido de esa máscara para aplicar las más crueles intervenciones militares, comerciales y políticas.
Desde otra mirada, Moniz Bandeira (2016) [11] en su más reciente y último libro, publicado antes de su muerte, ya planteaba el contexto crítico que estaba viviendo el mundo, manifestándose con claridad el fracaso previsible de una política exterior estadounidense que “pautada por los intereses de las grandes corporaciones bancarias, petrolíferas y de material bélico, desde el fin de la Unión Soviética se empeñó cada vez más en la implantación internacional de full-spectrum dominance y full-spectrum superiority, tierra, mar y aire.”
Volviendo a Gullo (2014), este afirma que, cuando las trece colonias americanas alcanzaron la independencia, fue gracias a que España y Francia estaban enfrentadas a Inglaterra. Asimismo, Argentina y Brasil lograron avanzar en un proceso de industrialización cuando entre 1939 y 1945 las principales potencias se encontraban en guerra.
Desde la perspectiva que se sostiene en el presente análisis, la integración y la inserción internacional no operan en el vacío ni son conceptos abstractos o neutros, sino que, por lo contrario, están condicionados por una historia y un contexto de factores de poder económico, político, cultural y militar que le dan forma al terreno en el cual se materializa el juego de la integración.
Si analizamos un escenario global en el cual los cuatro principales Estados-Bloques de poder; que son Estados Unidos, China, Rusia y Unión Europea; se encuentran inmersos en estas problemáticas que mencionábamos más arriba; se presenta una oportunidad para participar de las nuevas tendencias internacionales desde un regionalismo activo y selectivo, no desde un individualismo pasivo e indiscriminado.
Conclusiones
Mientras los países de nuestra región y sus diplomacias miran con añoranza hacia el pasado regionalismo abierto y mendigan ser incluidos en vetustos clubes como lo es la OCDE, las oportunidades que surgen en torno a China, India, África o la zona Euroasiática se pierden a diario.
Los recursos son escasos y deben ubicarse de manera estratégica. Para dar un pequeño ejemplo de nuestras prioridades, basta con ver que en la Embajada de Argentina en Roma prestan funciones ocho diplomáticos y tres agregados, mientras que en Vietnam solo hay cuatro diplomáticos de carrera, siendo una economía con la cual tenemos una relación comercial superavitaria y con mayores posibilidades de incrementar el vínculo. Mientras en la Embajada de Argentina en la India, uno de los países más importantes del mundo, solo hay seis diplomáticos, en la Embajada Argentina en Canadá, un país considerablemente menos relevante, hay siete diplomáticos. Y así podríamos seguir adicionando casos.
Por lo tanto, para concluir es relevante recalcar que es erróneo pensar que las estrategias que tracen países como Argentina deben seguir al pie de la letra las líneas de acción marcadas por una Europa en crisis, por un FMI a quien solo unos pocos países acuden, por un Estados Unidos más preocupado por su acero que por la democracia en Siria. Es un mundo más realista, es cierto, pero tal vez más expuesto y desenmascarado.
En ese mundo, la inserción internacional ni por si sola ni por el libre juego del mercado nos lleva a beneficios estáticos como la eficiencia productiva, el mejoramiento de la competitividad o la radicación de nuevas inversiones.
Tampoco la inserción puede restringirse solamente a tomarse selfies con líderes internacionales o a que nuestros cancilleres sean efectivos mayordomos organizadores de cumbres internacionales. Las Cancillerías no son empresas de organización de eventos.
La reconstrucción del tejido político-cultural, económico-comercial e institucional-normativo que deberá hacerse en un deseable próximo ciclo latinoamericanista, progresista o nacional-popular, implicará un esfuerzo por desmantelar las marcas institucionales que habrá dejado esta búsqueda incesante por formar parte de lo que se llama el “mundo desarrollado”.
Notas
[1]Ha-Joon Chang (2004). Retirar la escalera: La estrategia del desarrollo en perspectiva histórica. Ed. La Catarata. Madrid.
[2]Ha-Joon Chang (2013). Patada a la escalera, la verdadera historia del libre comercio. Disponible en https://revistas.unal.edu.co/index.php/ede/article/view/41244/42806 . Consultado el día 27/07/2018
[3]https://www.globaltradealert.org/global_dynamics Consultado el día 27/07/2018.
[4]Sanahuja, José Antonio (2012). “Regionalismo post-liberal y multilateralismo en Sudamérica.” En “El regionalismo post-liberal en América Latina y el Caribe. Nuevos actores, nuevos temas, nuevos desafíos”. CRIES.
[5]Sanahuja, José Antonio y Comini, Nicolás (2018). “Las nuevas derechas latinoamericanas frente a una globalización en crisis.” http://nuso.org/articulo/las-nuevas-derechas-latinoamericanas-frente-globalizacion-en-crisis/ Consultado el día 31/07/2018.
[6]Como afirma Carlos Bianco en la nota titulada “Argentina, OCDE y neoliberalismo al palo, las recomendaciones emanadas de la tecnocracia parisina han demandado profundizar la liberalización comercial, desregulación financiera, flexibilización laboral y el ajuste previsional. https://www.pagina12.com.ar/111872-argentina-ocde-y-neoliberalismo-al-palo. Consultado el día 31/07/2018.
[7]OCDE: Argentina no crece suficiente para salir de la trampa del ingreso medio. INFOBAE. https://www.infobae.com/economia/2018/06/20/ocde-argentina-no-crece-suficiente-para-salir-de-la-trampa-del-ingreso-medio/ Consultado el día 31/07/2018.
[8]Cristian Carrillo. Diario Página 12. “Para entrar a la OCDE, primero hay que sufrir”. https://www.pagina12.com.ar/102682-para-entrar-a-la-ocde-primero-hay-que-sufrir Consultado el día 01/08/2018.
[9]Gullo, Marcelo. (2014). “La insubordinación fundante: Breve historia de la construcción del poder de las naciones.” Biblos. Buenos Aires.
[10]Haass, Richard (2018) “A world in disarray. American Foreign Policy and the crisis of the old order.” Ed. Penguin Books. Kindle Edition. New York.
[11]Moniz Bandeira, Luiz Alberto (2016). A desordem mundial. O espectro da dominação. Ed. Civilizacao Brasileira. Río de Janeiro.