El cambio de signo político que se produjo en las dos principales economías del Mercosur en 2015 dio lugar a una nueva etapa en el proceso negociador del Acuerdo Birregional de Comercio con la Unión Europea. Desde entonces, la UE ha obtenido un sinnúmero de concesiones en materia de desgravación de bienes, reglas de origen, transporte marítimo, compras públicas, defensa comercial y propiedad intelectual, entre otras.
Pese a ello, el fracaso de la última ronda de negociación de Montevideo condujo a las partes a posponer la eventual firma del tratado al año próximo. Esto último habría llevado a la Argentina a plantear la anulación de la cláusula que impide a los países mercosureños suscribir acuerdos comerciales a título individual.
¿Qué estuvo dispuesto a ceder Cambiemos en la mesa de negociación desde el inicio de su gestión, y qué podría esperarse de un potencial TLC Argentina-Unión Europea?
Estado de situación
El cambio de signo político que se produjo en las dos principales economías del Mercosur -Argentina y Brasil- dio lugar a una nueva etapa en el proceso negociador iniciado hace más de 20 años con la Unión Europea (en adelante UE). El ex canciller brasileño, Aloysio Nunes Ferreira, manifestó a la sazón que los denominados “gobiernos progresistas” de Sudamérica habían “demorado” los acuerdos y que la salida -expulsión- de Venezuela del Mercosur (en adelante MCS) había tenido un “efecto dinamizador” sobre el proceso. Este discurso se emparenta con las apelaciones del gobierno a la necesidad de “reinsertarse en el mundo”, metáfora de una nueva funcionalidad conferida a la política exterior por estos gobiernos: anclar mediante compromisos internacionales las reformas estructurales internas que buscan definir una nueva matriz económico-distributiva en la región y hacia el interior de cada país.
Por parte del MCS, y principalmente del gobierno argentino, se esperaba firmar el TLC en diciembre de 2017, en el marco de la Cumbre Ministerial de la
Organización Mundial de Comercio (OMC) realizada en Buenos Aires. No obstante, las fricciones en las negociaciones y las pretensiones de mayores concesiones por parte de la UE frustraron esa meta. Durante el 2018 hubo varias rondas de negociación en ambos continentes. Demostrando una falta de timing político y de apreciación del estado de la negociación, el canciller paraguayo, Eladio Loizaga, había adelantado que en la segunda semana de julio todos los cancilleres de la Unión Europea y el Mercosur iban a dar por cerrado el acuerdo de libre comercio entre ambos bloques” [1]. Similar error de evaluación se le puede adjudicar al canciller argentino, Jorge Faurie, que ante el fracaso en las negociaciones de julio buscó demostrar cierto optimismo afirmando que en septiembre podrían darse por finalizadas las negociaciones. [2]. Esto último fue negado por un representante de la Comisión Europea, que sostuvo que era imposible llegar a esa fecha con el acuerdo cerrado, mientras que la Comisaria europea de Comercio, Cecilia Malmström, mencionó que pese a los progresos seguía habiendo una lista larga de asuntos complicados por abordar.
Resulta llamativo, entonces, que a pesar de la insistencia y ansiedad del MCS por suscribir el acuerdo, es la UE la que aparece más reacia en estampar su firma. ¿Esto obedece a la fragilidad de los posicionamientos del MCS en las negociaciones y, en consecuencia, a un aprovechamiento de la UE para profundizar las concesiones? La contraparte europea alega que hay sectores sensibles en su ámbito que se verían perjudicados ¿Cuánto tienen que ver las presiones del sector agrícola francés e irlandés? Las declaraciones sobre la imposibilidad de firmar el acuerdo este año, ¿obedecen a una cuestión táctica en el plano de la negociación o a una dificultad real relacionada a las presiones que recibe la UE? ¿Influye la situación geopolítica actual, caracterizada por disputas comerciales y un aumento de medidas proteccionistas? ¿Pesan más estas cuestiones que la posibilidad de la UE de presentarse como un bloque que promueve el libre comercio, como lo hizo con Japón? [3] ¿El MCS no comprende los tiempos políticos de la Unión Europea y por eso se apresuró en afirmar, durante el 2017, que cada vez estaba más cerca de concretarse? ¿Influye el incierto destino de las elecciones en Brasil?
Sin dar respuesta a todos estos interrogantes, pero sí a algunos de ellos, en este artículo se hará foco en el actuar del MCS en las rondas de negociación y, hacia el final, en el impacto económico, social y laboral que entrañaría la eventual firma del TLC.
La “estrategia” del Mercosur: concesión y flexibilización de posiciones
El acuerdo que se negocia actualmente tiene dos componentes o “pilares”: el político y el comercial. [4] La redacción de los capítulos correspondientes al primer pilar está prácticamente acordada quedando por resolverse el segundo, en el que se negocian la ampliación del acceso a los respectivos mercados de bienes, servicios y compras públicas, y las disciplinas/cláusulas conexas –de mayores efectos potenciales que la desgravación y liberalización arancelaria (reglas de origen, normas técnicas, medidas de defensa comercial, asuntos aduaneros y mecanismo de solución de diferencias)– así como temas de propiedad intelectual y defensa de la competencia.
En el marco de la negociación del capítulo comercial, la UE no reconoce en ningún tramo el concepto de asimetría entre las partes y avanza en consecuencia. Pese a que quintuplica en PBI al Mercosur, registra casi diez veces más patentes al año y más que duplicó sus exportaciones a la región en los últimos diez años, la UE ha obtenido hasta el momento un sinnúmero de concesiones en materia de desgravación de bienes, reglas de origen, compras públicas, defensa comercial y propiedad intelectual, entre otras. La posición de la UE durante la negociación es casi siempre de máxima: con relación al período de transición para la aplicación de certificados de origen, por ejemplo, la UE plantea apenas un año de gracia frente a los 15 demandados por el MCS.
Es comprensible que en el desarrollo de una negociación de cualquier índole exista una disposición a ceder en algunos aspectos, en función de avanzar en otros ámbitos. El problema que encontramos en el modo de proceder del Mercosur es que la concesión y flexibilización de posiciones es una conducta constante por parte del bloque sudamericano, sin que ella redunde en beneficio a compensación alguna.
En este sentido, es preciso destacar el rol de Argentina, que concede y flexibiliza posiciones incluso superando las expectativas europeas (en relación a compras públicas y patentes, por ejemplo) o peor, en contra de las líneas rojas o límites que plantean sus pares en el bloque suramericano. Esto ocurre en los casos de la Prohibición de Admisión Temporaria y Draw Back [5], en el cual solamente nuestro país se dispuso a flexibilizar la posición en función de la firma del acuerdo, desestimando el límite planteado por los otros países del bloque. Por otra parte, y en contra de los intereses de Brasil, Argentina se manifestó dispuesta a aceptar la postura de la UE respecto al transporte marítimo, que implicaría desplazar operaciones que realizan transportistas argentinos o de la región en favor de buques de navieras europeos.
Otro punto sensible refiere a las patentes. Allí, sólo Argentina manifestó aceptar la propuesta europea de que los países del MCS accedan al Patent Cooperation Treaty (PCT), un sistema que facilita comenzar en simultáneo trámites de patentes en diferentes países, lo cual preocupa al MCS por la posibilidad de un aumento importante de solicitudes de patentes foráneas.
La concesión de un futuro soberano
La sistemática concesión y flexibilización de posiciones en el modo de actuar del Mercosur en el proceso negociador del TLC con la Unión Europea tiene un único horizonte posible: la consolidación de un patrón de especialización productiva en donde nuestros países se limitarán a funcionar como meros proveedores de materias primas, sin posibilidad alguna de diversificar exportaciones ni otorgarles mayor valor agregado. Sin embargo, ni siquiera hay garantías de un beneficio en término de divisas por aumento de exportaciones primarias. Es previsible que la UE siga sosteniendo las subvenciones y la protección de su sector agrícola, condición que intentan imponer en la negociación y que justifican por la existencia de presiones internas proteccionistas en sus propios países. Se oponen expresamente en las negociaciones a discutir este asunto, frente al planteo del MCS de compensar los efectos negativos que se derivan de aquellos productos que son subsidiados por la UE.
Asimismo, es posible afirmar que la firma de este acuerdo no sólo conduciría a un proceso de reprimarización y desindustrialización de nuestra economía, sino que disminuiría significativamente el intercambio comercial intra-Mercosur, mayoritariamente de alto valor agregado. Esto tiene serias implicancias geopolíticas, ya que constituiría un enorme obstáculo al proceso de integración política económica y social del Cono Sur, en el sentido de conformarse como un polo de poder autónomo respecto a las grandes potencias.
Queda claro, entonces, que el gobierno de Cambiemos está dispuesto a firmar un Tratado de Libre Comercio con las características típicas de los acuerdos neoliberales de nueva generación: legislaciones nacionales desreguladas y actos soberanos cancelados en función de la “seguridad jurídica”; una integración subordinada y desequilibrada al mercado global y la aceptación de una nueva división mundial del trabajo, poniendo en severos riesgos los puestos laborales, la industria y el salario de los pueblos y países del Mercosur. Se concede la posibilidad de un futuro soberano.
Notas
[1]Recuperado de: https://www.infobae.com/politica/2018/06/19/el-mercosur-y-la-union-europea-buscaran-cerrar-el-acuerdo-de-libre-comercio-en-julio/
[2]Recuperado de: https://www.clarin.com/economia/economia/union-europea-frena-optimismo-argentina-acuerdo-rapido-mercosur_0_HkPeBnNNX.html
[3] “La firma de este acuerdo muestra al mundo la voluntad política inquebrantable de Japón y de la UE de convertirse en los campeones del intercambio libre y de guiar al mundo en esta dirección mientras se extiende el proteccionismo”. Declaraciones de Shinzo Abe, primer ministro de Japón.
“En lo que a nosotros respecta, no hay protección en el proteccionismo. Y no hay unidad en el unilateralismo”. Declaraciones del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
https://elpais.com/internacional/2018/07/17/actualidad/1531844759_117137.html
[4]Hasta 2017 eran tres pilares. Comercial, político y cooperación. Este último se subsume en el político, quedando los dos mencionados.
[5]Esto refiere a las preferencias o exenciones arancelarias a insumos importados por las partes. La UE pretende no aplicar preferencias arancelarias a las exportaciones de productos finales del Mercosur elaborados en base a insumos importados bajo régimenes suspensivos de exportación. Esto afecta al MCS ya que impide diversificar exportaciones hacia la UE y potencia la dependencia de insumos europeos.