En esta edición de Agenda 2020, OCIPEX conversó con Diego Hurtado, Físico, especialista en la historia de la Ciencia y la Tecnología en Argentina y actual Secretario de Planeamiento de políticas de CTI en el MINCyT sobre industria 4.0, energía, recursos naturales y desarrollos estratégicos.
AS: La pandemia emerge en un sistema internacional signado por profundas transformaciones, que ya se venían gestando y que la crisis ocasionada por la expansión del Covid-19 acelera. Por un lado, vemos el desarrollo de la disputa geopolítica, de una transición histórica de los polos de poder, donde China avanza y se consolida; mientras Estado Unidos pierde poder de manera relativa. Este proceso sucede de manera interconectada con otros tres procesos: la transformación de la matriz energética, la transformación del patrón tecnológico y la disputa geopolítica por los recursos naturales estratégicos. En cuanto a la disputa científico tecnológica, entendemos que se desenvuelve en lo que es la industria 4.0 o cuarta Revolución Industrial, lo que se denomina las nuevas tecnologías de comunicación, la cibernética, el ciberespacio, la robótica, la inteligencia artificial y el famoso 5g. ¿Podrías desarrollar más estos procesos? ¿por qué le interesa esto a las potencias? ¿cómo impacta a la Argentina?
DH: Hay muchos debates al respecto, la industria 4.0 es un término, que el 4 viene de la 4ta revolución industrial, no importa el número que le pongamos, lo cierto es que cuando hablamos de una revolución tecnológica desde la década de los 70, nos estamos refiriendo al mundo de la electrónica, los semiconductores y el nacimiento de internet. Hoy llamamos Industria 4.0 al mundo de la “big data”, los algoritmos, la interconexión de sistemas digitales, algunos hablan de ciber física o sistemas ciber físicos apelando a la noción de cibernética que supone sistemas de comunicación y auto regulación y la inspiración es llevar al campo de la comunicación, de la electrónica y de la mecánica, algunos hablan de mecatrónica, aprendizaje de los seres vivos, se habla de sistemas complejos. Vos aludiste a un “campo de fuerza” geopolítico vinculado a una disputa hegemónica. El “estilo” de hegemonía que instala los Estados Unidos o su manera de hegemonizar el sistema global, estuvo determinado por la supremacía tecnológica. Estados Unidos ha evolucionado como potencia hegemónica a partir del liderazgo tecnológico, sobre todo en el sector de la defensa. Esto es fundamental, porque la disputa hegemónica que hoy plantea China es una disputa en el campo de la moneda, en el campo comercial, pero sobre todo es una disputa en el campo tecnológico. Hay que entender a las tecnologías de la información de la mano del proceso de financiarización. Internet y las tecnologías de la comunicación y la información (TICs) vienen de la mano y co-evolucionan con el proceso de financiarización.
Por financiarizado se entendiende que: una vez abandonado el patrón oro en los 70’ el valor de la moneda perdió sustentación física y en la actualidad circula aproximadamente 20 veces el valor del PBI mundial, de lo que produce el mundo. El sistema se encarga de destruir ese valor ficticio, llega el momento de la crisis y la explosión de la burbuja; el valor ficticio siempre está en manos de los más vulnerables y el poquito valor real, en manos del poder militar, económico.
Para que nuestro país pueda incorporar la industria 4.0 necesitamos tener una matriz económica capaz de absorber, de asimilar, e integrarla. Lo que debemos hacer es un análisis de nuestra matriz productiva, ver qué empresas desarrollan tecnología y que son capaces de asimilar. Para ello resulta clave plantear una agenda de producción de conocimiento que sea equiparable, integrable, realizable en la estructura económica, dicho muy rápido “el camino hacia la industria 4.0 era el proyecto AR-SAT, por ejemplo. El AR-SAT 1 era un Fiat 600; el AR-SAT 2 era un Torino, el AR-SAT 3 se iba a parecer una Ferrari, AR-SAT 5 lo íbamos a poder exportar. Argentina y los países en desarrollo necesitan generar procesos de aprendizaje, diversificación de capacidades, escalamiento. Un país debe producir la tecnología que necesita su matriz productiva, no acercarse a esa famosa “frontera tecnológica” que imponen los grandes centros de poder y que probablemente no exista.
AS: Vemos que en esta geopolítica hay un rol claro para nuestros países, los países de la semi-periferia o subdesarrollados. Existen ciertas dinámicas para la adquisición tecnológica que suponen dependencia ¿cómo crees vos que la Argentina tiene que avanzar hacia esa expansión de sus capacidades y adquisición de tecnología sin que esto implique pérdida de soberanía o un modelo económico dependiente?
DH: Es un tema muy complejo, porque requiere entender los condicionamientos que desde la década de los 70′ los países semi-periféricos, vienen sufriendo. La Argentina es un país de capacidades medias, a mí me gusta la categoría de semi-periferia, porque que alude a un campo de fuerzas que hace que un país como la Argentina, teniendo capacidades tecnológico industriales no pueda completar su ciclo de industrialización. Podríamos decir que en Argentina igual que en Brasil, estamos en una suerte de estancamiento dinámico: intentamos subir, aprendemos a construir aviones, electrónica; pero alguna dictadura o la doctrina de seguridad nacional o una gran crisis económica, nos vuelve a empujar hacia abajo y así cíclicamente. Al analizar estos procesos en detalle se puede observar que ese “estancamiento dinámico” es inducido por un sistema que necesita de la periferia para que existan economías desarrolladas. Hay marcos regulatorios, marcos jurídicos que parecen estar pensados quirúrgicamente para evitar que nuestros países puedan aplicar las mismas recetas para desarrollarse que aplicaron los países que hoy son desarrollados. Eso algún autor coreano lo llama “patear la escalera”. Es decir, yo aprendo como subir, cuando subí pateo la escalera ¿qué quiere decir patear la escalera? Te de doy a vos la receta, no la que vos necesitas para desarrollarte, sino que es la receta que necesito yo para sostener mi posición de hegemonía o de privilegio en el sistema mundial.
Desde nuestro país y nuestra región tenemos que hacer un esfuerzo académico, cultural y no sólo inversión en ciencia y tecnología, para tratar de entender el lugar que se le asigna a nuestra región en el orden mundial y tener claro que, si queremos poder abandonar ese lugar, vamos a tener que ser disruptivos. La única manera de llevarse bien con las grandes potencias es el alineamiento incondicional, pero para “llevarnos bien” pagamos el precio de dejar 20 o 25 millones de argentinos y argentinas en la miseria. Creo que mantener buenas relaciones con las economías centrales no es la finalidad de un gobierno, no es la finalidad de una política de ciencia y tecnología o de una política industrial. Para poder generar procesos de escalamiento necesitamos ir o vencer esos obstáculos que están pensados de manera quirúrgica.
AS: Antes mencionamos que además de esta transición de polos de poder, de la disputa científico-tecnológica, se sucedía la transformación de la matriz energética. Y acá vemos dos cosas: por un lado, en la actualidad, la recesión económica ocasionada por la expansión del Covid-19, la reducción de la demanda de combustible, la guerra de precios producto de la disputa entre Rusia y Arabia Saudí y la decisión de continuar con la producción de petróleo llevaron a una crisis de oferta y almacenamiento tal que el mercado del petróleo se vio profundamente golpeado. El WTI (precio de referencia EEUU) tuvo una caída histórica, llegando a U$S -37,63 por barril. Estos hechos ponen en evidencia los límites de la matriz energética vigente. Las sucesivas crisis y fluctuaciones dan cuenta de las progresivas tensiones alrededor del uso de hidrocarburos como garantía de seguridad energética para la población mundial. En sentido contrario, vemos la proyección creciente de las energías renovables a escala global, que en estos últimos años han aumentado su participación en la producción de energía en más de 70%. Sobre todo, la energía eólica y solar, en lo que es la producción de electricidad. Vemos también, que el sector de las energías renovables, de acuerdo a datos de la Agencia Internacional de Energía crecerá en un 11%. en comparación con el resto de los sectores. Con este panorama ¿Crees que nuestro país debería desarrollar sus capacidades renovables y diversificar su matriz energética? ¿cuál crees que es el camino para desarrollar una política energética para un modelo de desarrollo económico nacional y soberano?
DH: Como decíamos antes Argentina es un país semi industrializado y semi periférico. Una política energética en nuestro país tiene ir de la mano de una política industrial y tecnológica.
No podés plantear una política energética sin pensar que además tiene que ser una política industrial-tecnológica. Esto quiere decir que hay que ver qué capacidad industrial tenemos para la construcción de aerogeneradores, para energía hidroeléctrica, para energía nuclear. Una política energética soberana debe plantear una matriz energética a largo plazo que busque la maximización de la aplicación de capacidades locales, que genere carreras universitarias y formación de recursos humanos. Importa mencionar que la energía no es un bien de consumo, no es una mercancía, entonces la pregunta que cabe hacerse al momento de pensar en una política energética es ¿producimos seguridad energética para los ciudadanos, para las empresas; o dejamos al libre juego de las fuerzas del “mercado energético” donde la competencia no existe?
Lo que no podemos hacer es como lo hizo el gobierno de Macri y decir, “declaramos el 2017 el año de las energías renovables“, abrimos la importación de molinos eólicos o aerogeneradores a arancel 0 y destruimos 30 años de incorporación de capacidades incrementales. En un sector donde habíamos logrado un clúster de 70 empresas, de las cuales 2 eran argentinas: Pescarmona y NRG Patagonia que habían desarrollado molinos y aerogeneradores certificados y homologados funcionando en parques eólicos; una empresa como INVAP que había desarrollado los generadores 100% nacionales. Vino el macrismo y estableció que la política industrial-energética es instalar tantos molinos como podamos, incluso inversión extranjera y eso no le deja nada a la Argentina, sólo le deja costos enormes de endeudamiento. Lo que ocurrió en los 4 años del macrismo con la política energética fue una estafa en el sentido de hacer negocios privados, cooptaron el estado.
El tema se complejiza también porque el capitalismo se piensa a sí mismo sobreviviendo gracias a una cuarta o quinta revolución industrial -no importa que número le pongamos- verde. Si el capitalismo tiene que crecer al 2 o 3% anual, lo único que hoy se avizora o se enfoca como un lugar en donde puede haber producción de “negocios” que permitan hacer crecer la economía mundial al 2% es hacer transicionar toda la matriz energética de hidrocarburos a renovables. Ese es el panorama actual, en eso estamos hoy y la Argentina juega a ese juego. Y si queremos jugarlo como país semiperiférico tenemos que tomar medidas muy afiladas porque el margen que le queda a nuestro país para moverse en una política energética autónoma, que incorpore capacidades tecnológicas propias. es muy estrecho. Realmente necesitamos un Estado muy inteligente.
AS: Por último, decíamos que otro de los procesos que sucede interconectado junto a la transformación de la matriz energética y del patrón tecnológico es la disputa por los recursos naturales estratégicos. En estas dinámicas el litio, el metal más liviano de la tabla periódica, emerge como un recurso natural estratégico al presentar las mejores condiciones de orden científico-tecnológico-comercial para la acumulación de energía. Hoy día, la única batería capaz de equiparar la performance que ofrece un motor de combustión interna y de equilibrar sistemas eléctricos es la batería denominada ion-litio. Vemos que el control de este recurso se encuentra en el centro de la disputa geopolítica entre China y EE. UU., pero también otros países como Canadá, India, Australia y también por las principales empresas fabricantes de autos eléctricos como BYD y TESLA. Además, las proyecciones indican un aumento de la demanda de carbonato de litio para el caso de las baterías para autos eléctricos, entre 2018 y 2025 un 11,7% promedio por año y para el almacenamiento de energía se espera un crecimiento promedio anual del 31%. Argentina, junto con Bolivia y Chile, poseen el 68% de las reservas mundiales de litio en salmuera. Más allá de eso nuestro país exporta el litio en forma de carbonato, mediante grandes multinacionales, aprendiendo poco sobre el proceso y obteniendo mínimas regalías. Sabemos que en nuestro país hay antecedentes de desarrollo de fabricación de baterías a nivel local, pero que este es un proceso muy complejo. Con este panorama ¿Crees que nuestro país debería desarrollar la cadena de agregado de valor del Litio?
DH: El tema litio hoy es muy complejo para la Argentina. En nuestro país producen -empresas extranjeras en general- 35 mil toneladas de carbonato de litio, que son 500 millones de dólares, de lo cual argentina recibe el 3% las regalías a boca de mina. Nada. Ahí cabe preguntarse ¿esa va a ser la revolución del litio para la Argentina? Hoy se afirma: si tenemos litio, generemos las capacidades para hacer las baterías de litio. Esto es como decir, exportamos soja, por eso somos un país en desarrollo, exportemos celulares porque, en definitiva, lo que necesita la Argentina es generar valor agregado y exportar valor agregado para recaudar divisas para generar industrialización sostenible. Pero acá es importante mencionar lo siguiente, ir hacia la batería de litio es como ir hacia un celular ¿por qué la Argentina no produce celulares? porque no sabemos. No es que nos faltan físicos experimentales que sepan de qué están compuestos los celulares, es un “no sabemos” colectivo, social. Cuando uno toma un celular Samsung, que es de Corea del Sur, ve: fibra de carbono, cristal líquido, pantalla táctil, si vos sacas una flechita de cada parte de este celular a la empresa coreana que lo desarrolló se te reconstruye el 30% del sistema del sector científico tecnológico coreano. Es decir, acá lo que hay es capacidades de organización, coordinación y políticas de Estado. Aprender a hacer un celular lleva 20 años de una Política de Estado de inversión que suma en capacidades organizacionales. El problema del litio es el mismo problema que el del cobre, es el mismo problema que el del sector aeronáutico, nuestra primera escuela para producir aviones en Argentina de 1928 y casi un siglo más tarde no le vendemos un avión a nadie ¿Argentina en 100 años no aprendió a fabricar aviones? No es un problema que no supimos, lo que sucedió es que no tuvimos ni los gobiernos, ni la continuidad ni la estabilidad institucional.
Hoy estamos pensando en desarrollar la producción de hidróxido de Litio, que la tonelada cuesta 20 mil dólares, como paso previo al desarrollo de la batería. Además, desde el Ministerio de Desarrollo Productivo estamos buscando avanzar hacia la electromovilidad en transporte urbano e interurbano, porque las baterías que necesita un colectivo son menos sofisticadas y están más a nuestro alcance tecnológico. Eso es un programa realista para un país que tiene que desarrollar procesos evolutivos. Lo que necesitamos es que dentro de cuatro años no venga un gobierno a decirnos, no las baterías de litio hay que comprarlas afuera porque son más baratas.
AS: Por último, me gustaría realizarte una pregunta más ¿Es posible desengancharse del sistema regulador que obstaculiza el desarrollo tecnológico? ¿Es posible un desarrollo autónomo, rompiendo el yugo de lo ya desarrollado? (por ejemplo, servidores web)
DH: El desenganche requiere integración regional. Si queremos ir por un camino viable respecto de las fuerzas políticas que hoy gobiernan tenemos pensemos en procesos de desconexión sectorial y no en desconexión total de la economía capitalista, porque nadie del sector político argentino está pensando en eso. Hoy esto es viable, porque con la pandemia tenemos una suerte de recuperación global de la figura de los Estados nacionales una reorganización de las economías, un proceso de “desglobalización”. Con todo el daño que ocasiona, la pandemia nos ofrece la oportunidad de poner el Estado al frente, de generar procesos de desconexión parcial, con proteccionismo de ciertos sectores y acompañamiento de políticas públicas y no competencia del libre mercado. Lo que necesitamos es un estado muy inteligente, cuadros políticos coordinados con estudio en ciencias sociales que entiendan hacia dónde va el país y que puedan disciplinar a los poderes fácticos. La capacidad de disciplinamiento de los poderes fácticos es la “X” de la ecuación del desarrollo argentino.