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Tratados de Libre Comercio con los EEUU: los casos de Chile, Colombia y Perú

Por Vázquez del Faro

El proyecto de los Estados Unidos por conformar un mercado continental para su beneficio es un anhelo que viene de larga data.  Desde la I Conferencia Panamericana, celebrada entre los años 1889 y 1890 en Washington, el país del norte quiere imponer el libre movimiento de bienes y servicios a sus vecinos del sur. En aquel primer intento se buscaba establecer una unión aduanera para obtener en simultáneo acceso irrestricto a los mercados latinoamericanos y  protección de la competencia europea. Según parecen indicar algunas declaraciones recientes –entre ellas las de los presidentes de Argentina y Brasil-  para algunos no ha cambiado mucho desde entonces, y  hoy se intenta apuntalar nuevamente la idea de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con los EEUU.

Ahora bien, desde comienzos de la década del 2000, ante la caída del proyecto de Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y basados en la experiencia del NAFTA -que incluía a México- los Estados Unidos estuvieron bastante activos promoviendo la firma de TLC’s con países latinoamericanos. Lo lograron con Chile (2004), Perú (2009) y Colombia (2012). Estos tratados, a todas luces asimétricos, nos permiten ver cuales podrían ser los efectos de un acuerdo similar entre la Argentina y los EEUU.

Como podemos ver, en el caso de Chile el vínculo comercial comenzó con un superávit del lado de nuestros vecinos. No obstante, más de 15 años después, la balanza comercial es deficitaria para Chile por más de U$S 3.000 millones, lo que significó un descenso de la balanza comercial chilena de casi U$S 5.000 millones.

Perú, por su parte, hace casi diez años que tiene en vigencia un acuerdo de libre comercio con los EEUU. Si bien al comienzo de la entrada en vigor del TLC poseía una balanza comercial deficitaria con su socio del norte, hacia el año 2018 es posible comprobar como la misma se agravó en U$S 853 millones.

Colombia se llevó la peor parte de los tres casos aquí expuestos. En apenas seis años, Estados Unidos hundió su balanza comercial en más de U$S 5.700 millones, llevándola de un envidiable superávit superior a los U$S 5.000 millones en el año 2012 a un déficit cercano a los U$S 700 millones en 2018.

Es importante destacar que, pese a la apertura comercial evidenciada por los tres países–que, vale recordar, forman parte de la Alianza del Pacífico- durante el período comprendido entre 2011 y 2018 ninguno vio aumentar sus exportaciones más que marginalmente. En el caso del Perú, el incremento no  no alcanzó al 1%. Chile vio descender sus ventas totales al exterior en un 7% y en Colombia, las exportaciones se derrumbaron un significativo 26%.

Por otro lado, existe la cuestión de la calidad y sofisticación exportadora. Dos países hipotéticos pueden exportar a terceros países por el mismo valor e importar por el mismo valor lo cual –por definición- dará como resultado una balanza comercial igual entre ambos. No obstante, si uno de ellos exporta commodities, productos primarios e indiferenciados mientras que el otro exporta productos con valor agregado, conocimiento agregado y diferenciado, las similitudes entre ellos se reducen significativamente. Al ser las commodities bienes y servicios con muy bajo nivel de diferenciación o especialización y cuyo precio se determina en el mercado internacional sin importar quién los produce ni en dónde son producidos,  proporcionan rentabilidades y salarios bajos, además de estar sometidos a las irregularidades del mercado internacional.

Como vemos en el cuadro anterior, los tres países analizados poseen un perfil exportador marcadamente primarizado. A pesar de haber firmado tratados de libre comercio –o a causa de ello- no han logrado ampliar y mejorar su oferta exportable de forma tal de evitar los perjuicios inherentes a las economías que no son capaces de vender al mundo valor agregado y conocimiento. Entre los principales productos que exporta Colombia están el petróleo, aceites de petróleo, carbón, café, oro y piedras preciosas, Perú por su parte se concentra en cobre, zinc, plomo, oro, aceites de petróleo, gas, frutas y aleaciones de cobre, mientras que Chile ha tenido una canasta exportadora tradicionalmente asociada a la minería –especialmente el cobre-, los productos ictícolas, la madera y las frutas.

La firma de tratados de libre comercio con el gran socio del norte –tan anhelada por los norteamericanos- no significó una mejora de la balanza comercial en ninguno de los tres países sudamericanos, ni impulsó las exportaciones totales, ni permitió mejorar el perfil exportador de los mismos, manteniéndose como vendedores de materias primas. Lo que sí se verifica partir de la firma de los TLC es que los EEUU han aumentado su superávit comercial. Trump estaría orgulloso, pero no es una cuestión del actual mandatario: se trata de una política de Estado que ya se veía despuntar con mucha fuerza desde fines del Siglo XIX. Depende de nosotros seguir con recetas viejas y extranjeras o mejorar y avanzar para aumentar nuestras exportaciones al mundo.   

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