GT: Juan Augusto Rattenbach
De la península de Crimea al archipiélago de Malvinas
El conflicto ruso-ucraniano puso en evidencia la inconsistencia de la política exterior británica con relación a dos principios fundamentales de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas: el de integridad territorial y el de libre determinación de los pueblos. En efecto, si comparamos las posiciones recientemente expresadas por Gran Bretaña con sus posicionamientos sobre la Cuestión Malvinas el resultado no es otro que la contradicción.
Para analizar adecuadamente la cuestión debemos remontarnos al año 2014, momento en el que se celebró un referéndum que dio como resultado la anexión de Crimea (región que hasta entonces formaba parte de Ucrania) como una república perteneciente a la Federación de Rusia.
El primer ámbito donde se abordó la cuestión fue el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, ante una propuesta de Estados Unidos de condenar el referéndum y respetar la soberanía territorial ucraniana. De los 15 miembros totales, 13 votaron a favor (Estados Unidos, Argentina, Australia, Chad, Chile, Corea del Sur, Francia, Jordania, Lituania, Luxemburgo, Malí, Nigeria, Reino Unido y Ruanda), la República Popular de China se abstuvo y hubo un voto negativo (que derivó en veto) por parte de Rusia. El voto a favor de Argentina respondió a la coherencia histórica respecto de la defensa de la integridad territorial frente a la usurpación británica de Malvinas.
Ante este escenario, y a propuesta de los países nucleados en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en la Asamblea General de Naciones Unidas se votó una resolución no vinculante (Res. 68/262) en un tono similar que desconocía la validez legal del referéndum y buscaba reconocer y preservar la integridad territorial de Ucrania. La resolución fue aprobada por 100 votos a favor (incluido el Reino Unido), 11 en contra y 58 abstenciones. De Sudamérica votaron a favor Chile, Perú y Colombia; en contra Bolivia y Venezuela y se abstuvieron Ecuador, Surinam, Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina.
En relación con nuestra política exterior, tal como se vislumbra, resultó inevitable la asociación con Malvinas, dado que exactamente un año antes (marzo de 2013) se había celebrado un referéndum en virtud del cual 1517 isleños votaron por seguir permaneciendo como un territorio de ultramar británico. Dicho resultado no fue reconocido por absolutamente ningún país, pero fue impulsado por la política exterior británica bajo la consigna de que la comunidad internacional (y Argentina en particular) “debe respetar el principio de autodeterminación de los pueblos”.
Estas contradicciones en los posicionamientos británicos llevaron a que la por entonces presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, cuestionara el “doble estándar” de ciertas potencias occidentales que dejaban pasar por alto un referéndum de una colonia ubicada a 13.000 kilómetros de distancia de su metrópoli (Londres) y se escandalizaban por la situación análoga en Crimea.
A partir de febrero de 2022 y como respuesta a las incursiones militares rusas en territorio ucraniano, el principio de integridad territorial se hizo eco a nivel mundial llegando inclusive a las Islas Malvinas, donde se llegó a manifestar simbólicamente a partir del izamiento de la bandera ucraniana en Puerto Argentino.
Fue común a lo largo de este año ver en las redes sociales (particularmente en Twitter) a funcionarios de la cancillería británica pronunciándose constantemente al respecto, entre los que destacó Liz Truss – primero como Secretaria de Estado para las Relaciones Exteriores y luego como Primer Ministra – como una de sus principales referentes. Sin embargo, cada vez que se hacía mención al respeto del principio de integridad territorial, los usuarios argentinos aprovechaban para reclamar la devolución del ejercicio pleno de soberanía en las Islas Malvinas.
De #MalvinasNosUne a los “pibes de Malvinas que jamás olvidaré”
Al contrario de lo ocurrido en los aniversarios de la guerra de Malvinas de 1992 y 2002, donde se pregonaba el olvido y la desmalvinización, la Argentina pudo realizar saltos cualitativos en materia de soberanía en el Atlántico Sur (tanto en lo diplomático como en lo cultural) en los aniversarios de 2012 y el reciente de 2022.
El trigésimo aniversario se caracterizó principalmente por una malvinización diplomática a escala continental, cuando organismos de integración como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) se sumaron al clásico Mercado Común del Sur (Mercosur) como espacios en donde el reclamo argentino por las Islas Malvinas se hacía oír frente a las protocolares adherencias de décadas anteriores. Por su parte, el cuadragésimo aniversario, se destacó por sus resultados positivos en el plano cultural doméstico, fortaleciendo en términos identitarios y educativos la causa Malvinas a nivel nacional.
El año malvinero de 2022 comenzó un 3 de enero en un acto rememorando la usurpación británica de 1833 y continuó su desarrollo en los puntos álgidos del 2 de abril (Día del Veterano y Caído en Malvinas) y el 10 de junio (Día de la Afirmación de los derechos argentinos en las Islas Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico Argentino) para luego dar un cierre el 20 de noviembre (Día de la Soberanía Nacional).
Cuando se creía que la agenda de Malvinas estaba llegando a su fin, el Mundial de Qatar de 2022, lejos de socavar el reclamo de soberanía, lo mantuvo vivo bajo la modificación de la lírica de una canción de la banda La Mosca Tse-Tse que incluía una frase rememorativa de los veteranos de guerra. La Asociación de Fútbol Argentino (AFA) ya había sido sancionada con anterioridad por la FIFA, en junio de 2014, cuando los jugadores ante un amistoso lucieron un cartel con la leyenda “Las Malvinas son argentinas”. Nada de eso impidió que los jugadores de la Selección Nacional entonaran la canción durante el certamen del Mundial, a tal punto que fue elegida por el propio Lionel Messi como una de sus predilectas.
Pero las referencias a Malvinas no se limitaron únicamente a los hinchas argentinos. Cuando el actual primer ministro británico Rishi Sunak (quien reemplazó a Liz Truss luego de que renunciara el 25 de octubre) afirmó que no se puede negociar con Moscú hasta que retire sus tropas de Ucrania, éste recibió como respuesta, en palabras del ex presidente ruso Dimitry Medvedev, que “Es mejor que los británicos abandonen finalmente las Islas Malvinas y se las devuelvan a los argentinos. ¡Las Malvinas son de Argentina, no de Gran Bretaña!”. Seguidamente, felicitó a la Selección Nacional por el triunfo en Qatar añadiendo “¡Sigan así también en el campo de la política exterior!”.
La respuesta de Medvedev fue quizás el detonante que llevó a Rishi Sunak (de forma inédita) a incluir una mención a las Islas Malvinas y al respeto al principio de libre determinación de los pueblos en su mensaje de Navidad, manteniendo una vez más las contradicciones e inconsistencias británicas sobre la aplicación de los principios rectores de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas.
La cuestión Malvinas fue invocada a nivel internacional en numerosas ocasiones cuando el conflicto ruso-ucraniano fue analizado bajo la perspectiva de dos principios de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas como lo son el de libre determinación de los pueblos y el de integridad territorial. Una situación análoga volvió a repetirse cuando se acrecentaron las tensiones entre la República Popular de China y Estados Unidos respecto de la problemática concerniente a la isla de Taiwán y la política de una sola China, de la cual nuestro país es adherente.