ArtículosSectores Estratégicos

CANDU o PWR ¿Un falso debate en el sector nuclear?

Autora: Agustina Sánchez Beck 

Nota publicada originalmente en OETEC http://www.oetec.org/nota.php?id=5023&area=1

En las últimas semanas ha reflotado la posibilidad de cerrar el acuerdo con la República Popular China para la construcción de la IV central de potencia. Con ello, el sector nuclear argentino se ha visto estancado, estos últimos meses, en una discusión cerrada entre qué tipo de tecnología es mejor. La misma pareciera no poder dar cuenta de la compleja situación que atraviesa el entramado nuclear nacional luego de 4 años de políticas de ajuste y desfinanciamiento del sector por parte del gobierno neoliberal de cambiemos. La actualidad nos invita a reflexionar acerca de la importancia de consolidar una política científico-tecnológica-industrial nacional dentro de un proyecto de desarrollo soberano, con justicia social y redistribución de la riqueza, y a la energía nuclear y sus diversas aplicaciones, como instrumento central al servicio de ese desarrollo.

IV y V central en el Plan Nuclear Argentino

En el marco del Plan Energético Nacional 2003-2015 lanzado por Néstor Kirchner, la actividad nuclear se reactivó, luego del proceso de extranjerización en los 90, con el “Plan Nuclear Argentino” presentado en agosto de 2006.

Durante el periodo 2006-2015 el sector nuclear  vuelve a consolidarse como un sector estratégico para el desarrollo nacional. Mediante la planificación y ejecución de medidas que buscaron afianzar la política nuclear como una política de Estado se logró reorganizar las capacidades nacionales y  sortear las presiones y debilidades heredadas de aquellos gobiernos que se alinearon a los intereses de los poderes centrales promoviendo políticas desfinanciación de la ciencia, de desmantelamiento institucional, de apertura e importación neta de tecnología, de extranjerización y concentración en sectores claves de la economía, desindustrialización y procesos de desaprendizaje como los vividos durante la última dictadura militar y posteriormente en la década de los 90. Así, en menos de 10 años, el sector logró:

1) Finalización de Atucha II – C.N Néstor Kirchner. (cuyas obras estuvieron paralizadas por más de 15 años)

2) Comienzo de la construcción del reactor de baja potencia CAREM;

3) Fabricación del Reactor Multipropósito RA-10;

4) Extensión de la Central Embalse;

5) Extensión de vida de la central Juan Domingo Perón ex – Atucha I;

6) Recuperación de la Planta “Pilcaniyeu” de enriquecimiento de uranio;

7) Construcción de una Planta de Producción de Dióxido de Uranio en Formosa;

8) Reactivación de la Planta de Agua Pesada ENSI.

9) 14 centros de medicina nuclear

10)Formación de 1.780 Científicos y Expertos; 1.100 Profesionales; 390 Jóvenes Profesionales; 620 Técnicos Especializados; 1.330 Soldadores Nucleares y 129 empresas calificadas.

Gracias a la decisión del Estado nacional las políticas, basadas en principios de soberanía tecnológica, buscaron promover procesos de aprendizaje autónomos, de desarrollo y escalamiento en capacidades científico-tecnológicas-industriales locales y de articulación e interacción entre estos sectores, a partir de la demanda del Estado, que estaba abocada a fines concretos de interés nacional.

Es en ese marco que en 2015 Argentina, a través del Ministerio de Planificación Federal, firma con la National Energy Administration (NEA) y la China National Nuclear Corporation (CNNC) de la República Popular China, contratos para la construcción de una IV y V central nuclear de potencia. El convenio firmado el 3 de febrero de 2015, formaba parte de la segunda reunión de Diálogo Estratégico para la Cooperación y la Coordinación Económica Argentina-China, realizada en la comisión Nacional de desarrollo y Reforma.

La IV central  utilizará uranio natural como combustible y agua pesada como refrigerante con un reactor del tipo CANDU, base tecnológica nacional, utilizada en todas las centrales nucleares Argentinas. NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina S.A) sería el arquitecto e ingeniero del proyecto donde la industria nacional participaría un 100% de las obras civiles y la industria metalúrgica con un 70% del suministro de componentes electromecánicos.  En este sentido, el proyecto era fundamental para la industria argentina no solo por el conocimiento y manejo de la tecnología, sino también por la capacidad de cubrir un gran porcentaje de la demanda de insumos y componentes para la construcción de la central, traccionando así el entramado tecnológico, industrial y productivo hacia tal fin. Se estimaba para aquel entonces una inversión pública de 5800 millones de dólares, de los cuales 3800 corresponden a suministros y servicios de empresas argentinas y alrededor de 2000 millones a suministros y servicios de empresas extranjeras. Importa mencionar que la construcción de la IV central ha sido declarada de interés nacional en 2009 por la ley 26.566 sancionada en el Congreso nacional.

Junto con la central de potencia CANDU, se iba a construir una V central. En este proyecto se iba a utilizar tecnología PWR  (reactor de agua a presión y uranio enriquecido) de tecnología ACP-100 desarrollada en China y desconocida en nuestro país. Si bien esto era todo un desafío para la industria nacional se enmarcaba dentro de un Plan Estratégico de Desarrollo del Sector Nuclear que incluía una central que potenciará las capacidades nacionales y otra que permitirá su diversificación. En el convenio firmado el 4 de febrero de 2015 se establecía que:

-NA-SA será el arquitecto-ingeniero del proyecto;

-La transferencia de tecnología de diseño debe materializarse dentro del marco del proyecto;

-Deberá asegurarse el máximo contenido local de bienes y servicios;

-Deberá proveerse transferencia tecnológica para la fabricación de componentes a empresas locales, incluyendo la tecnología de fabricación de elementos combustibles;

-Deberá garantizarse la provisión de uranio enriquecido durante la vida útil de la central (Bernal, De Vido 2015).

El Ministerio de Planificación Federal le ordenaba a Nucleoeléctrica S.A promover y garantizar la mayor participación posible de la industria metalúrgica nacional en los suministros y servicios electromecánicos que se estimaba, para aquel entonces, en un 50%.

En este caso también la construcción de la V central fue declarada de interés nacional en 2009 por la ley 26.566 sancionada en el Congreso nacional.

Demás está decir que ambas centrales aportarían 740 MW y 1000 MW, respectivamente, de potencia instalada contribuyendo a la diversificación de la matriz energética nacional -dependiente casi en su totalidad de energía térmica-fósil, con energía base y  bajas emisiones de gases de efecto invernadero. 

Además en el 2015 se conversaba entre el MINPLAN y la NEA el establecimiento de una asociación estratégica conjunta con el objeto de desarrollar y construir reactores nucleares de potencia en América Latina. 

IV y V central en el Neoliberalismo

Ahora bien, a partir del 2016, con la llegada de cambiemos al poder, la política energética se convirtió en subsidiaria de una necesidad financiera y la industria nuclear, al igual que sucediera en los años noventa, sufrió un fuerte embate. Desde el Ministerio de Energía el macrismo avanzó contra la industria y el trabajo argentino. Entre 2015 y 2019 el presupuesto de la CNEA tuvo un recorte del 53%, hubo despidos masivos, se paralizó la Planta de Agua Pesada de Arroyito (PIAP), se cancelaron la mayor parte de los contratos con INVAP y otras empresas de base tecnológica nacional sumado a que  el 51% de la empresa Dioxitek, que garantiza el suministro de dióxido de uranio a la CNEA, se privatizó. El ajuste del gobierno de Cambiemos también afectó a tres proyectos fundamentales y estratégicos para una política nuclear soberana: la construcción de la planta de fabricación de dióxido de uranio en Formosa, la paralización de la Planta de Pilcaniyeu, el proyecto CAREM-25 y el reactor RA-10, éramos testigos nuevamente de la paralización del Plan Nuclear Argentino.

Es durante la gestión macrista que los contratos firmados con China para la construcción de las dos centrales nucleares fueron puestos en revisión.  El argumento oficial para la suspensión de las obras tenía que ver con un supuesto “ahorro” de 9.000 millones de dólares en el marco de una fuerte política de ajuste, en consonancia con las imposiciones económicas del FMI, que para aquel entonces volvió a definir la política económica Argentina. Finalmente en 2019 se definió avanzar con la firma del acuerdo para la construcción de la central de tecnología PWR, de uranio enriquecido y agua liviana mediante la modalidad “llave en mano”.

Nos encontramos entonces con que, mientras se promovía retóricamente una lógica de “revolución verde” mediante el extranjerizante Plan Renovar, se cancelaron proyectos de carácter estratégico, como la construcción de las centrales y la represa hidroeléctrica Kirchner-Cepernic, que permitirían avanzar efectivamente en la diversificación de la matriz energética nacional.

Recuperación nacional, pandemia y IV Central

Con un sector nuclear desfinanciado y desguazado, con sus proyectos estratégicos detenidos o destruidos y con un acuerdo con China para la construcción de una IV central con tecnología PWR, se encontró el gobierno de Alberto Fernández el 10 de Diciembre de 2019.

En las últimas semanas volvió a estar en agenda la posibilidad de cerrar el contrato con China y con ello han emergido análisis cerrados y discusiones vacías que no terminan de expresar la complejidad de la actual situación y las múltiples dimensiones que se expresan en tal acuerdo.

Es necesario dar una discusión seria que vaya más allá de una disputa entre tecnologías, que no da cuenta en absoluto de la totalidad de los problemas que aquejan actualmente al sector nuclear. Necesitamos definir los desafíos del sector y también los cursos de acción para modificar el estado de situación actual. En este análisis deben tenerse en cuenta varios elementos no excluyentes que aquí expondré de manera simplificada:

En primer lugar debe realizarse un análisis minucioso y detallado del escenario internacional actual, así como también del reordenamiento geopolítico y geoeconómico que emergerá de la pandemia. En ese sentido resulta central reconocer el rol central que tiene China como potencia global en ascenso que disputa poder a la potencia hegemónica desde mediados del siglo pasado. Debe reconocerse que el dinamismo económico, comercial, tecnológico, científico e industrial ha virado a la región del Asia-Pacifico con foco en la República Popular.  

Tampoco puede negarse el impacto que esto tiene en los países latinoamericanos por su posición geopolítica en la actual distribución de poder -zona de influencia inmediata de Estados Unidos- que históricamente ha impedido el desarrollo de procesos autónomos de aprendizaje y desarrollo. En el marco de la avanzada China, nuestra región se consolida como geoestratégica donde el país del norte buscará proyectar su poder, aumentando las bien conocidas políticas injerencistas.

En el análisis tampoco puede dejarse de lado los procesos que se suceden en intersección con esas disputas geopolíticas. Nos referimos a la denominada transición energética y a la transformación del patrón tecnológico, procesos donde la energía nuclear tiene un rol central. Debe reconocerse que existe una geopolítica particular de la transición energética y que este proceso va más allá de la mera reducción de gases GEI. Debe reconocerse que la revolución verde busca llevar a nuestros países a transformar completamente sus matrices energéticas y por lo tanto, sus industrias y estructuras productivas, mediante procesos de “destrucción”  e “innovación” en el campo de las energías renovables. Deben analizarse las proyecciones de mercado y entender que es allí donde emergen nuevas plazas para la realización de negocios financieros, que extraen la riqueza de nuestros países y se concentran en pocas manos. La transición energética no supone justicia ambiental ni descarbonización sino, una nueva geopolítica y relaciones de poder que obliga a países de la semiperiferia a realizar un análisis serio que permita que estos procesos no destruyan las capacidades nacionales ni obstaculicen los procesos de desarrollo autónomo que nuestro país viene emprendiendo.

En ese sentido debe ser elemento central de discusión la elaboración de una política exterior soberana que, en escenarios tan volátiles e imprevisibles como los que actualmente acontecen, supone consolidar una visión estratégica a mediano y largo plazo que busque elevar el interés nacional. A partir del reconocimiento de las relaciones de fuerzas existentes, se debe buscar la construcción de capacidades que permitan sortear las presiones que ejercen otros actores en contra de procesos autónomos de desarrollo. Para ello, es central fortalecer vínculos con todos aquellos países que buscan tensionar o incidir en la actual distribución del poder a nivel global donde, por supuesto, allí aparece China. En el análisis no debe olvidarse entonces que nuestro país, en el  2014, firmó una Alianza Estratégica Integral que tiene por fin  la cooperación internacional basada en el modelo “ganar-ganar” y el diálogo cultural entre los pueblos

Con todo esto, la posibilidad de cerrar el acuerdo con China para la construcción de una cuarta central debe ser visto como una posibilidad para reactivar el Plan Nuclear Argentino. En esa acción el Estado nacional tiene un rol central como definidor de metas, objetivos y plazos, así como de articulador y traccionador de la estructura científica, tecnológica, productiva e industrial nacional hacia tal fin.  Antes que cerrar cualquier negociación es necesario realizar un análisis detallado de las capacidades nucleares nacionales (tecnológicas, industriales, institucionales, académicas y científicas) su estado de situación y vinculación. Esto nos posibilitará reorganizarlas y ponerlas a disposición de la construcción de centrales de potencia. Si bien es tecnología no desarrollada en el país, la construcción de la misma -previo análisis de capacidades- es una posibilidad para traccionar la mayor parte de la industria nuclear nacional con un objetivo concreto.

Esto no implica que Argentina deba perder de vista su línea tecnológica autónoma vinculada a la utilización de uranio natural y agua pesada (CANDU). Muy por el contrario se debe potenciar estas tecnologías porque es allí donde nuestro país tiene una vasta experiencia y porque además, esta tecnología es utilizada por India, Arabia Saudi, Emiratos Árabes China y también Estados Unidos que recientemente ha patentado un nuevo tipo de combustible. Pero para eso es necesario primero poner en marcha nuestras capacidades. En este sentido la reactivación de la Planta de Agua Pesada de Arroyito (PIAP), paralizada por el macrismo, resulta un paso previo esencial.

Como estaba pactado en el 2015, en la construcción de la central se debe  negociar con el gigante asiatico la transferencia tecnológica para enriquecer uranio localmente y comenzar a aprender acerca de un proceso central para terminar de controlar el ciclo de combustible. Frente a esto no debemos olvidar que en la actualidad la generación nucleoeléctrica está condicionada, principalmente, por el Grupo de Suministradores Nucleares (GSN)  y los Bancos de Uranio Levemente Enriquecidos (ULE) los cuales se enmarcan en la idea de multilateralizar el ciclo de combustible como mecanismo de control de traspaso de tecnologías y conocimiento bajo el paraguas de la “no proliferación” y cuyas acciones han permitido  mantener el statu quo de países y empresas que actualmente cuentan con la tecnología necesaria para enriquecer uranio. Tampoco debemos olvidar que uno de los proyectos estratégicos de nuestro país, el CAREM, requiere de uranio enriquecido. Por lo que es central definir objetivos para alcanzar tal horizonte y poder comunicarlo a China en un proceso de negociación de par. Para ello resulta imprescindible reactivar la construcción de la planta de fabricación de dióxido de uranio en Formosa, y de la Planta de Pilcaniyeu, también paralizadas por el macrismo.

En la construcción de la IV central, se debe buscar la maximización de las capacidades nacionales para proveer la mayor cantidad de componentes e insumos de la industria nacional.  Al mismo tiempo, se deben potenciar nuevas líneas tecnológicas y alcanzar el objetivo soberano de enriquecer uranio localmente. Debemos recuperar, reorganizar, fortalecer y profundizar  las capacidades tecnológicas nucleares que quedaron debilitadas luego de cuatro años de neoliberalismo. Necesitamos un Estado robusto e inteligente, capaz de conducir, organizar, administrar y coordinar aquellos desarrollos estratégicos que permiten tensionar e incidir en las relaciones de poder existentes en el escenario internacional y garantizar soberanía nacional. Necesitamos que la política nuclear se efectivice de una vez y para siempre como una política de Estado de la República Argentina y para ello el primer paso debe ser la reactivación del Plan Nuclear Argentino o, al menos, la revitalización de su espíritu.

Referencias

https://www.casarosada.gob.ar/pdf/Contexto_-_Plan_Nuclear_Argentino.pdf

http://www.oetec.org/nota.php?id=1464&area=1

Bernal, Federico y De Vido Julio (2015) “Nestor y Cristina Kirchner. Planificación y federalismo en acción” Ed. Planeta.

Hurtado, Diego (2014) “El sueño de la Argentina atómica: política, tecnología nuclear y desarrollo nacional 1945-2006” Buenos Aires. Ed.Edhasa

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