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La crisis por COVID 19: una vuelta necesaria al Estado presente

La coyuntura de crisis global nos merece algunas reflexiones en torno a las causas y consecuencias de la misma. La profundización y aceleración de la crisis del sistema capitalista en su fase actual pone de manifiesto problemas estructurales como la desigualdad social, el uso indiscriminado de recursos naturales y la autonomía del capital financiero sin respaldo en la economía real, entre otros. Sin embargo, aunque el futuro es aún incierto y desafiante, se hace notoria la necesidad de volver al Estado como garante de derechos básicos para todos y todas.  Dicha demanda parece ser común denominador en el escenario global. Esta nota busca delinear los motivos por los cuales se hace pertinente fortalecer el rol del Estado en medio de una crisis global casi sin precedentes.

Punto de llegada y punto de partida

El actual escenario de pandemia desatado por el nuevo virus COVID-19 ha puesto al desnudo crudas verdades sobre la mesa internacional. En realidad, no llegamos hasta este momento de la historia de la humanidad por coincidencia. 

Convivimos y aceptamos niveles de desigualdad cada vez mayores, una creciente inestabilidad sistémica del capitalismo y la profundización dramática de la crisis ambiental. Karl Polanyi señaló oportunamente que la condición destructiva del actual sistema capitalista radica en dar tratamiento al hombre, la naturaleza y el dinero como si fueran valores de cambio, como mercancías. Esto atenta contra cualquier forma de vida, incluyendo la vida biológica. En este sentido el Papa Francisco en su encíclica “Laudato sí”’ sostiene que “la violencia que hay en el corazón humano (…), también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes.” Lo cierto es que estamos parados/as frente a una de las manifestaciones más contundentes de la “globalización de la crisis” del sistema capitalista, que abarca tanto lo social como lo sanitario, lo político, lo económico y lo ecológico. 

Un virus revelador

En primer lugar, observamos que, al igual que los llamados países emergentes, muchos países desarrollados fueron víctimas de la liberalización y financiarización del sistema productivo y de servicios primarios esenciales como el sistema de salud. Los modelos privatizadores de salud, educación, del sistema previsional, etc. no funcionan en Europa ni en ningún lugar del mundo; visto está que desarticulan y vacían al sistema público de recursos destinados a brindar protección a la ciudadanía, al mismo tiempo  que acentúan la desigualdad en el acceso a derechos básicos. 

La crisis por COVID-19 ha golpeado fuertemente a países tales como Francia, Reino Unido, España e Italia, con sólidos sistemas de salud pública heredados de un modelo de desarrollo de Estado de Bienestar, que acusan el deterioro consecuencia  del avance neoliberal. Las persistentes políticas de austeridad como respuesta a la crisis financiera global de 2008 produjeron un drástico desfinanciamiento del sistema de salud público europeo. Un estudio llevado a cabo  para el Consejo Científico de los Países Bajos insiste que bajo una nueva “recalibración” de los estados soberanos europeos, se pasó de una perspectiva de protección social de política “contra los mercados” hacia una lógica de “inversión social de política con los mercados”.

Otra verdad revelada a la fuerza pero ya vaticinada, es que el sistema capitalista en su fase actual ha demostrado ser incapaz de garantizar a los ciudadanos y ciudadanas las condiciones materiales mínimas para el desarrollo de una vida digna y plena. Tal es así, que entre la población más vulnerable, el cumplimiento de las medidas sanitarias y de distanciamiento social fueron difíciles de sostener, en ese contexto la prioridad es salir a trabajar para subsistir. La voracidad del virus desnuda la capacidad del sistema para generar pobreza y enormes desigualdades sociales. En Estados Unidos por ejemplo, la comunidad latina y la afroamericana son las más afectadas por la pandemia, no sólo en los índices de mortalidad, sino por la vulnerabilidad económica sufrida a raíz de la precarización laboral y de sus condiciones de vida, lo que dificulta el cumplimiento del aislamiento social. En América Latina, una de las regiones del mundo con mayores niveles de informalidad de la economía, las medidas de contingencia para frenar la propagación del virus también fueron difíciles de garantizar. Asimismo, la región sufrió la ola de despidos masivos y pérdida de empleo como consecuencias de la pandemia, registrando números de desocupación históricos: una tasa de desempleo de 8.1% en 2019 que escaló a 13% en 2020.

Por último, la autorregulación y acumulación del capital global que opera autárquicamente, sin regulación del Estado soberano ni respaldo en la economía real marca la antesala de una nueva fase de la globalización, tal como afirma Boaventura de Souza Santos más peligrosa y patológica”(sic.)  Por mencionar sólo algunos de los datos aportados por el autor: 28 empresas del sector financiero controlan 50 trillones de dólares, lo que representa unas tres cuartas partes de la riqueza del mundo contabilizada. La rentabilidad de la inversión productiva (industrial) a escala mundial apenas llega a 2,5 por ciento, mientras que la de la inversión financiera puede llegar a 7 por ciento. El concierto de naciones de 200 Estados soberanos pierde margen de maniobra y soberanía frente al poder del capital financiero transnacional, que no obedece límites jurídicos ni geográficos.

Refundar las bases de legitimidad del Estado.

Esta correlación de calamidades materiales: sociales, políticas, económicas, migratorias y ecológicas vuelve a poner en consideración la centralidad del Estado. Principalmente, se hace cada vez más contundente una postura que sostiene la necesidad insoslayable de volver al Estado como actor central que redistribuye recursos en favor de los/as más vulnerables. El Estado como el único garante de derechos básicos para la existencia humana tales como el acceso al empleo, a la salud,  a una vivienda digna, a la educación. La matriz estatocéntrica comienza a ganar lugar  incluso entre las voces que pregonan el neoliberalismo o ausencia de regulación del Estado al mercado financiero; como única salida posible.

Sin embargo, en medio de la necesidad del fortalecimiento del aparato estatal, no faltan las voces que agitan falsos nacionalismos y coquetean con nuevas formas de totalitarismo. Las mismas multiplican intencionalmente discursos exacerbados a favor del  proteccionismo comercial, el endurecimiento de las fronteras y fuertes políticas migratorias, entre otras medidas. Además, se valen de los medios hegemónicos de comunicación para imponer ideas negativas y sesgadas en relación a la intervención del Estado en sectores medios urbanos; tildadas erróneamente de “populistas”; generando desconcierto, confusión y hasta división social. La lógica del Estado totalitario conservador profundiza las divisiones sociales y económicas, favorece la concentración de la riqueza en pocas manos y se repliega puertas adentro apelando a la lógica de la militarización de sus instituciones. 

Algunos de sus exponentes son: Jair Bolsonaro en Brasil, Boris Johnson en Reino Unido, Donald Trump (ahora ex presidente de Estados Unidos)

Conclusión

Si bien los coletazos de esta crisis global desatada por la pandemia y las embestidas del capitalismo resquebrajado nos dejan parados/as frente a más dudas que certezas y sus todavía incalculables consecuencias en la economía mundial; el panorama no parece ser tan sombrío como al comienzo. 

Primero, como contracara de la destrucción dramática y sistemática del capitalismo, el Estado aparece como actor central en medio de la crisis. Sucede que, a la luz de los hechos, el Estado interventor parece resolver los problemas que la oleada neoliberalizadora global ha provocado, acelerados en este contexto.

Por otro lado, observamos cómo paulatinamente los gobiernos conservadores se desvanecen junto con las promesas fallidas del neoliberalismo y las experiencias amargas que ello implica para los pueblos. Las poblaciones del norte y del sur claman por mejores condiciones de vida, pues la existencia humana ya no puede sostenerse en las actuales condiciones materiales, simbólicas, económicas y sociales. Por medio del voto democrático la ciudadanía organizada reclama derechos y demandas crónicamente insatisfechas, visibiliza situaciones injustas  y se moviliza en tiempo real bajo consignas claras y comunes. El triunfo del MAS en Bolivia, la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden son hechos esperanzadores per se y renuevan los ánimos de tiempos promisorios. Por último, el capitalismo y el modelo neoliberal son los grandes perdedores de esta crisis. Hoy hay menos tolerancia en el mundo para los experimentos del capitalismo que a principio de año. Como señaló oportunamente el Papa Francisco: “este sistema ya no se aguanta: no lo aguantan los pobres, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan las comunidades y no lo aguanta la tierra.”

Referencias:

[1] Raul Ornellas, Armando Batra, Ana Esther Cerceña, . (2013). Crisis civilizatoria y superación del capitalismo. 2013: Universidad Nacional Autónoma de Mexico.

[2] Santo Padre Francisco, Enc. Laudato Si. 2

[3] Recalibrating Europe´s semi sovereign welfare states, Anton Hemerijck https://econpapers.repec.org/paper/zbwwzblpe/spi2006103.htm

[4] En la nota: “La pandemia de las desigualdades” se señala entre otras cosas, el escaso margen de maniobra de los países emergentes para destinar recursos fiscales al sostenimiento del empleo, la protección de la industria local y otras medidas anticíclicas que sí pudieron implementar algunos países desarrollados. Ver nota completa: https://www.clacso.org/la-pandemia-de-las-desigualdades/

[5] Datos extraídos del informe: “Panorama laboral en tiempos de Covid 19: impactos en el mercado de trabajo y los ingresos. Disponible en: https://www.ilo.org/americas/publicaciones/WCMS_749659/lang–es/index.htm

[6] Boaventura de Souza Santos en: https://www.jornada.com.mx/2018/01/04/politica/009a1pol?partner=rss

[7] Idem

[8] Discurso del Papa Francisco a los Movimientos Populares. II Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Santa Cruz Bolivia, 2015

Bibliografía: 

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