Autora: Agustina Sánchez Beck
GT Sectores estratégicos
Introducción
La proliferación de armamento nuclear es una de las mayores amenazas a la seguridad mundial tal y como lo evidencia la reciente escalada del conflicto entre Rusia, Ucrania y la OTAN. Esta crisis está directamente relacionada con la avanzada militar de los últimos 70 años que Estados Unidos ejecutó a través de la OTAN, mediante el emplazamiento bases militares, escudos anti misilísticos nucleares y armamento nuclear sobre determinadas regiones en Eurasia, consideradas de influencia geopolítica para Rusia. La ambigüedad conceptual selectiva con la que se aborda la cuestión nuclear es el reflejo más preciso de la doble vara que rige en las relaciones internacionales.
Durante la guerra fría, la destrucción mutua asegurada, debida a la posesión de armamento nuclear por parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de Estados Unidos, gestó la idea del equilibrio de poder bipolar y constituyó la base conceptual y práctica del esquema de seguridad internacional que rige hasta el presente.
La idea de que la posesión de armas nucleares genera paz y estabilidad en el escenario internacional, tal y como sostienen muchos especialistas en relaciones internacionales, debe ser, cuanto menos, sometida a discusión. Un breve repaso histórico evidencia que la carrera nuclear y el frenético desarrollo tecnológico en la materia acrecentó la tensión y la conflictividad internacional ocasionando profundos y negativos impactos económicos, políticos y sociales. Esta situación obligó a los Estados a construir, en el naciente multilateralismo, mecanismos de regulación y prevención.
Desde 1968, con la firma del Tratado de No Proliferación -que legitimaba a EE.UU, la Unión Soviética, Francia, China y Gran Bretaña como potencias nucleares- y hasta la caída de la URSS se gestó una arquitectura institucional, basada en acuerdos y tratados de alcance mundial, con el fin de ordenar las relaciones de poder que eran el resultado de la denominada “era nuclear”.
La experiencia actual evidencia el fracaso de las políticas multilaterales de desarme y no proliferación: no se redujo el arsenal nuclear global y se han violado todos los acuerdos internacionales en la materia. A su vez, estos han sido utilizados como herramienta para el sometimiento de las periferias y semiperiferias mediante rigurosas normativas que limitan y obstaculizan el desarrollo nuclear con fines pacíficos, como es el caso de Argentina[1]. Estos esquemas de poder profundamente deshumanizados generan desigualdad, pobreza, desempleo, acumulación de la riqueza, enfermedad y conflictos ambientales.
Las múltiples crisis humanitarias del presente (Ucrania, Palestina, Etiopía, Myanmar, Yemen, Siria, Afganistán, Libia, Somalía) nos invitan a pensar nuevos esquemas de seguridad y convivencia interestatal, en conjunto con otros actores del sistema internacional, en la búsqueda de una paz estable para todas las naciones y pueblos. La misma deberá estar basada en la construcción de una nueva arquitectura institucional internacional que sea capaz de abordar, mediante la cooperación genuina y solidaria, los problemas del mundo.
La arquitectura internacional de seguridad en la guerra fría: “el desarme de los desarmados”
Estados Unidos era el único país que, al final de la Segunda Guerra Mundial, poseía la capacidad organizacional y tecnológica para fabricar bombas atómicas. Su poder como hegemón está vinculado al átomo, particularmente a la industria y paradigma tecnoeconómico que construyó a su alrededor. Desde 1947, la política nuclear norteamericana desplegó una “peligrosa contradicción”[2] en materia nuclear: mientras sus propuestas de desarme en el plano externo abogaban por la eliminación de los arsenales atómicos, su política militar nacional fue excesivamente dependiente de las armas atómicas[3].
En 1953 Eisenhower presentó el programa “Átomos para la Paz” en la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de “concientizar” al mundo acerca de los peligros de la proliferación nuclear y la urgencia del desarme. En la práctica, el programa fue utilizado para construir la idea de que el arsenal nuclear estadounidense era benévolo y necesario para la paz mundial, y que el de la URSS era desestabilizante y peligroso “No es suficiente quitar estas armas de las manos de los soldados, éstas deben ser puestas en manos de quienes conocen cómo ponerlas al servicio de la paz y del bienestar de la humanidad[4]” afirmó el presidente en el discurso de presentación del Programa. La dialéctica de inseguridad externa y de constante amenaza hacia los Estados Unidos durante el periodo justificó el aumento y la tecnificación del programa nuclear nacional: en 1952 el país contaba con 841 armas nucleares y en 1960 cerca del final de la presidencia de Eisenhower, tenía 18.638[5]. En 1954 Estados Unidos ya realizaba las primeras explosiones nucleares en las Islas Marshall. Este programa fue también la pieza angular para la exportación comercial de tecnología nuclear estadounidense, al ser la única “legítima y segura” que permitió, a su vez, consolidar la dependencia tecnológica y comercial de los países que querían desarrollar programas nucleares pacíficos, hacia ese país. En 1957 se crea el Organismo Internacional de Energía Atómica, impulsado por EE.UU, y a partir de 1961 comienza a negociarse, en el Comité de Desarme de Dieciocho Naciones[6], la firma del primer tratado internacional para la regulación del armamento nuclear: el Tratado de No Proliferación (TNP). La crisis de los misiles en Cuba, en 1962, impulsó también el Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares que se firmó en Moscú en 1963 entre Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS[7]. Once años después, en 1968[8] se firmó el TNP, el cual estableció que los países que hasta 1967 habían construído y probado armas nucleares (Estados Unidos, Unión Soviética, Gran Bretaña, China y Francia) serían considerados países con armamento nuclear. A partir del tratado, ningún otro país podría desarrollar ni poseer armas nucleares, mientras que los países que ya las poseían se comprometían a “cooperar en los usos pacíficos de la tecnología nuclear” y a promover políticas para avanzar en el desarme y la reducción del armamento nuclear que poseen.
Argentina, junto con Brasil, India, Israel, Pakistán, Sudáfrica, España, Francia fue parte de los 21 países que se abstuvieron a la firma del tratado. Jose Maria Ruda, el representante argentino ante la ONU, sostuvo que este Tratado congelaba la situación vigente, lo que significaba un riesgo para la seguridad internacional. Afirmó que para el gobierno argentino era fundamental que el tratado no significara un “escollo al desarrollo económico y, por otra parte, que el mismo pueda constituir la base jurídica de una dependencia tecnológica”. Denunció que los países nucleares no asumen ningún compromiso concreto para el desarme en comparación con las concretas obligaciones que sí se imponen a los países no nucleares. Para Ruda “Este tratado significa paradójicamente el desarme de los desarmados[9]”.
El TNP fue la base para el desarrollo de nuevos tratados para el desarme y la no proliferación, principalmente entre la URSS y EE.UU como el “Tratado sobre Misiles Antibalísticos” (SALT I -por sus siglas en inglés- entre 1969 – 1972) (SALT II entre 1972 – 1979), el tratado “Sobre Fuerzas Nucleares de Rango Medio” (INF por las siglas en inglés)” de 1987 el “Tratado de Reducción deArmas Estratégicas” (START I –por sus siglas en inglés– en 1991) (START II en 1993), el “Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares” (TPCEN de 1996), el “Tratado de Reducciones Ofensivas Estratégicas” (SORT por sus siglas en inglés) firmado en 2002, entre tantos otros. Estos acuerdos permitieron reducir relativamente la cantidad de armamento nuclear entre 1960 y 1990, pero principalmente crearon una institucionalidad que buscó otorgar previsibilidad para reducir la incertidumbre sobre el accionar de los países nucleares y evitar la escalada de conflictos.
“Defensa” con escudos misilísticos nucleares y la avanzada de la OTAN hacia el Este
Sin embargo, en 1983 el presidente Ronald Reagan anunció la puesta en marcha de investigaciones para el desarrollo de misiles balísticos intercontinentales. El plan consistía en construir bases espaciales y satélites a propulsión nuclear equipados con rayos láser destinados a interceptar misiles en el espacio que estuviesen dirigidos hacia el país, programa que se conoció como la “Guerra de las Galaxias”. Esta política implicaba una profundización de la hostilidad y una escalada en materia nuclear sin precedentes. El desarrollo de armas antisatélites y los escudos antimisiles resquebrajó el entramado institucional que se había desarrollado para generar un escenario de previsibilidad, al tiempo que socavó los grandes acuerdos de limitación y control de armamento atómico que se habían desarrollado.
A partir de la presidencia de George H. W. Bush, se llevaron a cabo las primeras pruebas para elaborar un sistema antimisiles de cobertura nacional. En julio de 1999, con el presidente Bill Clinton, entró en vigor la ley que aprobaba la creación del escudo nacional antimisiles y en octubre del mismo año fueron realizadas las primeras pruebas. En 2001 el presidente George W. Bush declaró que el escudo antimisiles protegería no sólo el territorio nacional, sino también, el de sus aliados y entregó a Noruega un sistema antimisiles. En diciembre de 2001 George W. Bush informó al presidente ruso Vladímir Putin que EE. UU. se retiró unilateralmente del Tratado sobre Misiles Antibalísticos. En 2004 y ante la “preocupación” por el desarrollo en Irán de misiles de alcance medio, EE.UU lanzó los planes para desplegar su escudo antimisiles y organizó una ronda de consultas en la OTAN a fin de incluir a los aliados europeos en su sistema antimisilistico. Desde el principio Rusia se opuso a los planes de EE. UU., que considera como una violación de todos los acuerdos firmados entre los dos países. En 2007, Vladímir Putin criticó el despliegue del sistema global antimisiles de EE. UU. en Europa y afirmó que “Ninguno de los así llamados ‘países problemáticos’ posee misiles con un alcance entre 5.000 y 8.000 kilómetros que puedan suponer una amenaza real para Europa”[10].
Es con la llegada de la Administración Obama cuando se consolida el Sistema de Defensa Antimisil Balístico Nacional. La avanzada de la OTAN, digitada por Estados Unidos, sobre Europa alcanzó su punto más álgido con la instalación del “European Phased Adaptive Approach[11]”, el primer sistema antimisiles europeo de los Estados Unidos, aprobado en la cumbre de la OTAN en Lisboa en 2010. El alojamiento de elementos del escudo antimisiles, como radares o bases de lanzamiento, involucra a Turquía, Rumanía y Polonia, y contempló el uso de la base militar de Rota (España) para albergar el componente naval del sistema antimisil[12]. Tras la crisis en Crimea de 2014, la OTAN activó el escudo antimisiles en 2016 con la instalación de equipos navales estadounidenses en la base terrestre de Rumanía. Además en 2017 entra en funcionamiento parcial el sistema antimisil de Defensa denominado “Terminal de Defensa de Área a Gran Altitud” en Corea del Sur. De esta manera EE.UU llevó a cabo una estrategia similar sobre la región de Asia-Pacífico, cercando militarmente a Rusia y China.
Ya durante la gestión de Trump el gobierno de EE. UU. decidió la retirada unilateral del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) de 1987, del acuerdo multilateral con Irán y anunció la no ratificación del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares. Estos acontecimientos terminaban por dinamitar el entramado institucional que se había construido para reducir la incertidumbre en el plano nuclear y habilitaba las “acciones bélicas preventivas” acrecentando la tensión y conflictividad internacional.
En los últimos años, Rusia ha acusado a la OTAN de incrementar su presencia militar y el despliegue de armamento cerca de sus fronteras, desde los tres países bálticos -Lituania, Letonia y Estonia- hasta Polonia, Rumanía y Bulgaria, regiones que Moscú considera una amenaza directa para su seguridad nacional. En particular Rusia ha condenado el emplazamiento de escudos antimisiles de la OTAN en Rumanía, los cuales entraron en operaciones en 2016, ya que estos pueden ser remodelados y usarse como lanzaderas de misiles. En la misma línea, la base militar estadounidense en Polonia ubicada a unos 170 kilómetros del territorio ruso, cuenta con radares capaces de rastrear misiles hostiles y guiar cohetes para derribarlos. También está equipada con lanzamisiles conocidos como MK 41, los cuales generan preocupación en Rusia ya que podrían adaptarse con facilidad para disparar misiles ofensivos. Para Putin, el escudo antimisiles constituye una señal inequívoca del interés de Estados Unidos por expandir su influencia hasta la frontera rusa. Es por eso que el país viene reclamando garantías de seguridad mediante la firma de tratados que excluyan el emplazamiento de armamento nuclear fuera de las fronteras de ambos países y el retiro de las armas y escudos ya desplegados. No está demás mencionar, tal y como se analizó en la nota publicada por este Observatorio[13], el acercamiento que Rusia desplegó hacia occidente y la OTAN desde comienzos de siglo. Como la justificación de Estados Unidos de este despliegue era el programa nuclear de Irán, Rusia llegó a ofrecer a Estados Unidos que emplace parte del escudo antimisiles en Rusia, lo cual tecnicamente era mucho mejor para “contener” a Irán. Sin embargo esto claramente no sucedió y EE.UU continuó ejecutando acciones unilaterales y ofensivas que ponían en peligro la estabilidad y la paz en al región.
La semana pasada la vicepresidenta de Estados Unidos Kamala Harris anunció el despliegue en Polonia del sistema de misiles de defensa aérea Patriot[14] (“Phased Array Tracking Radar to Intercept of Target”) diseñado para contrarrestar y destruir misiles balísticos de corto alcance entrantes, aviones avanzados y misiles de crucero. “Quiero ser muy clara. Estados Unidos y Polonia están unidos en lo que hemos hecho y están preparados para ayudar a Ucrania y al pueblo de Ucrania, y punto”, dijo Harris junto al presidente polaco, Andrzej Duda, durante una conferencia de prensa conjunta[15].
Reflexiones finales
El ejercicio de la condición de supremacía por parte de Estados Unidos mediante el despliegue de escudo antimisiles en zonas de influencia geopolítica rusa que el país considera una amenaza para su seguridad nacional, supone la imposición unilateral de reglas de juego en el tablero geopolítico internacional. Dicho accionar omite la búsqueda de un consenso, establece un doble estándar moral, al tiempo que desoye reclamos lo cual construye escenarios de mayor agitación, tensión e incertidumbre interestatal. Esta disposición ofensiva hacia el resto de los actores del tablero internacional tiene como principales consecuencias el rearme, el incremento del gasto militar, el fortalecimiento de los complejos militares industriales y de los programas de modernización de armamentos que lejos están de contribuir a la seguridad y la paz internacional. La ambigüedad conceptual selectiva con la que se aborda la cuestión nuclear es el reflejo más preciso de la doble vara que rige en el escenario internacional, se denuncia la “anexión de Crimea” y la siempre posible “invasión a Taiwán” pero se hace ojos ciegos frente al colonialismo británico en Malvinas. Hay una “guerra” y una “invasión” en Ucrania, pero hay “rebeldes” y “terroristas” en Palestina.
La noticia publicada por la cancillería Argentina el 5 de enero del presente año, respecto al traslado de 31 armas nucleares al Atlántico Sur por parte del Reino Unido durante la Guerra de Malvinas – con más del doble del potencial explosivo y nocivo que la bomba de Hiroshima[16] – y a 40 años del conflicto, nos muestra que estas cuestiones tuvieron y tienen un impacto directo en nuestro país. El Reino Unido, alineado completamente a la política de seguridad de Estados Unidos en el marco de la OTAN, ha aumentado la cantidad de ojivas nucleares en un 45%anunciado en la última Estrategia de Defensa y Política Exterior publicada en 2020 conocida como “Gran Bretaña Global”. Allí también se afirma que las fuerzas armadas británicas mantendrán una presencia permanente en las Islas Malvinas y la Isla Ascensión[17]. En el mismo documento se afirma “La OTAN seguirá siendo la base de la seguridad colectiva en nuestra región natal del Euroatlántico, donde Rusia sigue siendo la amenaza más grave para nuestra seguridad”. En la misma línea, el pacto Australia-United Kingdom-United States (AUKUS[18]) manifiesta la vuelta, apresurada y ofensiva de Australia, el Reino Unido y Estados Unidos de retomar el control geoestratégico de la región del Indo-Pacífico. Las dos potencias atlánticas están proveyendo armamento nuclear a Australia, lo que daña gravemente la paz y la estabilidad regional, intensifica la carrera armamentística y debilita los esfuerzos internacionales de no proliferación nuclear.
Estos hechos deben ser tenidos en cuenta en la elaboración de nuestra política nacional de defensa integral y estratégica, que debe considerar la elaboración de una política exterior soberana, que defienda y eleve los intereses nacionales. En los conflictos internacionales como el que acontece actualmente en Ucrania, Argentina no debe alinearse o posicionarse a favor de a alguna de las partes. Debemos, primero, pensar cómo afecta esto a nuestros intereses inmediatos pero también a los vitales y permanentes. Por eso debemos ser capaces de evidenciar el doble estándar que prima en las relaciones internacionales y en los medios masivos y hegemónicos de comunicación. Debemos defender la integridad territorial y abogar por la concientización respecto a las políticas de desarme y no proliferación y los usos pacíficos de la energía nuclear. Argentina es reconocida mundialmente por el desarrollo nuclear pacífico, por sus reclamos coherentes para el desarme y la no proliferación y por la construcción de mecanismos regionales de cooperación técnica y política para la generación de confianza mutua en materia nuclear, como es el caso de la Asociación Argentino-Brasileña de Contabilidad y Control (ABACC). Las salvaguardias que establece este mecanismo único de integración regional es un reaseguro de desarme, de no desviación de materiales hacia el uso militar y de cooperación tecnológica en el uso pacifico de la energía nuclear. Este proceso excepcional, profundamente estudiado, debe servir como ejemplo para el mundo entero en la elaboración de políticas de desarme y no proliferación. Desde el sur del mundo tenemos mucho que aportar a la construcción de una paz estable y duradera en el plano internacional.
[1] https://ocipex.com/informes/informe-especial-politica-nuclear-para-el-desarrollo-nacional
[2] Hurtado 2014
[3] En 1946 sancionó la “Ley McMahon”de Energía Atómica y convirtió en información clasificada todo el conocimiento que había desarrollado vinculado a la tecnología atómica.
[4] https://www.retoricas.com/2010/05/discurso-eisenhower-atomos-para-la-paz.html
[5] Hurtado 2014, pág 74.
[6] Los miembros originales de TNCD fueron: ( Bloque Occidental ) – Canadá , Francia , Reino Unido , Italia , Estados Unidos . ( Bloque del Este ) – Bulgaria , Checoslovaquia , Polonia , Rumania , Unión Soviética . Las naciones agregadas a ENCD fueron: Brasil , Birmania , Etiopía , India , México , Nigeria , Suecia , República Árabe Unida (UAR)
[7] En 1964 China explota su primer bomba nuclear. India que quería desarrolla un programa nuclear militar y civil reclama a EEUU y la URSS la necesidad de generar garantías de seguridad, dado que en caso contrario desarrollaría su propia bomba. Sin embargo, estas garantías nunca llegaron. EEUU había creado vínculos con Pakistán mediante la provisión de armas, quien a su vez temía el desarrollo nuclear indio y buscaba una alianza estratégica con China
[8] Mientras tanto en América Latina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México firmaron en 1963 una declaración a favor de un acuerdo que comprometía a los países de la región a no fabricar, ni almacenar ni ensayar armas nucleares o dispositivos para el lanzamiento de armas nucleares. Finalmente en 1967 se firmó el Tratado de Tlatelolco para la proscripción de armas nucleares en América Larina. EEUU y GB influenciaron la negociacion para que el Tratado prohibiera todo tipo de explosiones nucleares, a menos que un país latinoamericano obtuviera un servicio de explosion nuclear de un país que ya poseía armas nucleares.
[9] https://flacso.org.ar/wp-content/uploads/2014/06/Tesis_Luciana_Soledad_Ledesma.pdf
[10] https://www.youtube.com/watch?v=4GNthRE3Z1c
[11] https://www.rand.org/pubs/research_reports/RR957.html
[12] Todas las operaciones del escudo se monitorizan desde el centro de control en la base aérea de Ramstein, en Alemania. El radar principal se encuentra en Turquía, mientras que los cohetes interceptores se distribuyen entre las bases de Deveselu (Rumanía), Rezikowo (Polonia) y Rota (España).
[13] https://ocipex.com/articulos/ucrania-y-el-tablero-geopolitico-otan-rusia
[14] El sistema de misiles Patriot se desplegó por primera vez en 1982. Su primer uso en combate fue en la Guerra del Golfo, que fue también la primera vez que un sistema de defensa aérea destruyó un misil balístico táctico. El sistema Patriot también se desplegó en 2003 durante la guerra de Iraq. En los últimos años, Estados Unidos envió misiles Patriot a Arabia Saudita e Iraq “para contrarrestar las amenazas de Irán” y a la región del Pacífico “para disuadir a Corea del Norte”
[15]https://cnnespanol.cnn.com/2022/03/10/sistemas-defensa-antimisiles-patriot-estados-unidos-polonia-trax/
[16] Los documentos no informan sobre la potencia, aunque entre los especialistas hay coincidencias de que se trataría de bombas de tipo WE.177ª cuya potencia individual oscilaría los 0.5kt a 10kt. De ser así, el arsenal de carga de este armamento representaba en su totalidad una potencia de entre 15,5 y 310 kilotones. La bomba de Hiroshima tuvo una potencia de 15 kilotones.
[17] https://www.infobae.com/america/mundo/2021/03/16/gran-bretana-global-los-siete-puntos-clave-que-plantea-el-reino-unido-post-brexit-para-su-estrategia-de-defensa-y-politica-internacional/
[18] https://ocipex.com/articulos/la-cuestion-maritima-en-la-geopolitica-global