Autora: Agustina Sánchez Beck
Nos encontramos atravesando un proceso sumamente complejo denominado “Transición energética” que podríamos caracterizar como el consenso de los principales países, empresas y organismos multilaterales para avanzar hacia una “economía verde” libre de emisiones de CO2, guiados por las metas del Acuerdo de París. Este proceso de descarbonización implica una transformación total de la infraestructura energética, tecnológica, industrial y productiva a nivel global de escalas inigualables. En los últimos años ha habido un crecimiento sostenido de la inversión en energías renovables y un descenso sostenido de los costos de producción. A partir de la crisis financiera del 2008 este es uno de los mercados más rentables para invertir, alcanzando en 2019 los 282.200 millones de dólares. Hasta el momento, el aumento de las inversiones en energías renovables no ha tenido como consecuencia una reducción en las emisiones de gases de efecto invernadero. Muy por el contrario, en los últimos años estos valores han ido en aumento, en 2018 las emisiones aumentaron un 2%, siendo éste un pico histórico.
La transición energética implica también transformar la industria del transporte, responsable de un gran porcentaje de las emisiones de gases contaminantes. Desde el 2018 el crecimiento anual de las ventas de autos eléctricos estuvo por encima del 40%, siendo este también uno de los mercados más rentables para invertir. La consolidación de esta tecnología, asi como el uso a gran escala de energías renovables para sistemas eléctricos, depende del desarrollo a gran escala de baterías que puedan acumular la energía producida por estas fuentes, que es fluctuante e intermitente. Debido a sus características físicas y químicas, pero también industriales, científicas, tecnológicas y comerciales las baterías ion-litio se visualizan como la frontera tecnológica para afianzar este proceso. En un escenario de cumplimiento del Acuerdo de París, en 2040 la demanda de litio aumentará 40 veces (2.500.000 millones de toneladas). La mayor demanda de litio será traccionada por la industria de autos eléctricos y de redes eléctricas. Avanzar hacia la transición energética no implica en sentido alguno una reducción de la explotación de recursos naturales, ni modificar las lógicas extractivistas, colonialistas y neoliberales que signan la producción global. El litio es extraído y exportado desde los países de la periferia y semiperiferia para luego ser transformado en productos tecnológicos de alto nivel en los países centrales.
Los salares más importantes del mundo en reservas y recursos se ubican en el “Triángulo del Litio” compuesto por Chile, Bolivia y Argentina donde se concentra el 58% de las reservas globales. Si bien los países del Triángulo del Litio poseen las mayores y mejores reservas del mundo, existen profundas diferencias en las estrategias de gestión y operación del litio en Bolivia, Chile y Argentina. La principal diferencia radica en que en los dos primeros, el recurso es considerado estratégico y existe una normativa específica para su gestión. En Bolivia es el Estado quien tiene control directo sobre el recurso, dirige el proceso de industrialización y no permite la participación de empresas extranjeras en los eslabones de la cadena de producción vinculados a la prospección, extracción y purificación del litio. En Chile el esquema es mixto, dos empresas privadas -una nacional y otra estadounidense- extraen y exportan el mineral. Sin embargo el Estado establece cuotas de extracción, de exportación, así como para el mercado interno y el porcentaje de regalías. Por su parte, en Argentina -que posee el 18% de las reservas mundiales de litio y es el cuarto exportador de este recurso- no hay participación del Estado Nacional en ningún eslabón de la cadena de producción y el recurso es explotado por empresas privadas de capitales transnacionales que se ven profundamente beneficiadas por la normativa sancionada en la década del ‘90 que regula la explotación de los recursos naturales en general y del litio en particular. En el Salar Hombre Muerto de Catamarca, la estadounidense Livent opera la mina Fénix y en el Salar de Olaroz de Jujuy, la empresa australiana Orocobre tiene una participación del 66,5% en el proyecto Sales de Vida junto a Toyota Tsusho Corp. (25%) y la empresa provincial Jujuy Energía y Minería (JEMSE) que tiene el 8,5%. El litio extraído de nuestros salares se destina completamente al mercado externo. Por la exportación, las provincias que poseen el recurso obtienen únicamente el 3% del precio de boca de mina (el más barato del mercado) en concepto de regalía minera. Gran parte de las exportaciones argentinas se producen intra-firma, es decir, entre subsidiarias de las mismas empresas que venden los productos a menores costos. Además, todos los proyectos en fase de prospección, exploración, evaluación económica o construcción pertenecen a capitales extranjeros.
Hoy la Argentina discute cuál es el mejor esquema para aprovechar la “ventana de oportunidad” que ofrece el aumento de la demanda de litio. No caer en la repetición histórica de depositar exclusivamente en manos extranjeras (desarrollo dependiente) la gestión de nuestros recursos naturales estratégicos, supone actuar con inteligencia sin entrar en alineamientos automáticos o discusiones cerradas. Priorizar un esquema de industrialización que ponga únicamente el foco en los eslabones de la cadena de producción y valor del litio más complejas (desarrollo de baterías y autos eléctricos), podría implicar una fuerte dependencia de la importación de insumos, sobre todo de celdas de batería y autopartes debido a su complejidad y la alta concentración de mercado. Con esta lógica segmentos como la prospección, exploración o extracción -que implican el control efectivo del recurso- quedan sumamente descuidados y en manos de empresas extranjeras.
Para construir un país justo y soberano necesitamos promover procesos de desarrollo y aprendizaje autónomos, ejercer control soberano sobre nuestros recursos, desarrollar conocimientos y tecnologías propias para gestionarlos y poder orientar ese crecimiento y desarrollo al bienestar de todxs lxs argentinxs. Debemos retomar las sendas de la planificación nacional que Argentina supo construir. Un plan de acción para avanzar en este horizonte debería analizar detenidamente la cadena de producción y valor del litio, así como las capacidades nacionales que podrían orientarse y articularse para gestionar esta tecnología crítica. Algunos ejemplos esclarecedores de las capacidades que podrían tenerse en cuenta son: Minera Santa Rita; Y-Tec, INTI, SEGEMAR, CIDEMEJu, Mesa Nacional de Litio. Además, habida cuenta que la normativa vigente obstaculiza la participación del Estado en la cadena de producción y valor del litio y favorece el capital internacional, nos interesa resaltar el rol crucial que puede cumplir la Comisión Nacional de Energía Atómica que, desde la Ley N° 24.804 de 1997 que regula la actividad nuclear tiene la potestad de “Ejercer la propiedad estatal de los materiales radiactivos fusionables” (el litio es uno de ellos) y “Efectuar la prospección de minerales de uso nuclear, sin que ello implique excluir al sector privado en tal actividad”. La CNEA podría tomar el ejemplo de la Comisión Nacional de Litio de Chile y establecer cuotas de extracción y exportación, determinar una cuota para el mercado interno a precio preferencial y articular la fase extractiva con el entramado científico, productivo y tecnológico local.
Por último, y frente al rol cada vez más crítico que tendrá el litio de cara al futuro, establecer un diálogo entre los gobiernos de Argentina, Bolivia y Chile, resulta una política tan necesaria como urgente. Consideramos que sería oportuno crear una Mesa Interestatal de Litio compuesta por Argentina, Bolivia y Chile para avanzar en el camino del diálogo y la cooperación para el establecimiento de consensos básicos pero estratégicos, como controlar la oferta de litio, determinar precios de los compuestos, establecer cuotas de extracción para el mercado internacional y regional, e intercambiar experiencias y conocimientos en torno a la temática.