Las elecciones presidenciales que tendrán lugar hoy en Estados Unidos tienen a un actor en juego cuyo rol electoral fue sin lugar a dudas subestimado. Tanto en las elecciones de Brasil como también en las de Argentina e incluso en la presidencia autoproclamada de Jeanine Añez. Si hay algo en claro, es que la facción neo protestante fundamentalista en Estados Unidos ha sido uno de los garantes de la elección de Trump en 2016.
¿Cuáles son aquellos puntos de encuentro entre el candidato republicano y la facción neo protestante fundamentalista? ¿Cuáles son aquellos compromisos de campaña pendientes? Para comenzar, podemos decir que tanto Trump como esta facción son hijos de un presente en el cual los valores espirituales que daban cohesión a los pueblos han quedado quebrados. En función de esto, la palabra es usada como método de coerción, se puede ver en las fake news en tiempos de pandemia donde la desinformación mata y también en predicas carentes de formación teológica con perspectiva de géneros acabando por vulnerar los derechos de quienes asisten a estas iglesias. Obstaculizan y destruyen todo tipo de trascendencia que pueda sufrir la materia a través de la política, que transmuta la lógica acumulativa por una distributiva poniendo las riquezas al servicio de los más humildes y postergados, dejado de hacerlas un fin en sí mismas sino una herramienta dotada de sentido espiritual para la transformación de realidades. Básicamente lo que sucede, por ejemplo, cuando se reducen presupuestos como fueron en el año 2018 los de Agencia de Protección Ambiental (31%), el Departamento de Salud (23%), y el de Trabajo (21%). Situación que se replicó, con el presupuesto presentado por Trump en 2019 para el 2020.
Esto se encuentra acompañado por el discurso filosófico que lo sustenta de “si algo no representa un aumento de las ganancias, será una pérdida. Donde hay bendición de Dios hay prosperidad económica”. Por lo cual, las reducciones de presupuesto van acompañadas de discursos cargados de racismo y odio. Las declaraciones de Trump, que se hacen eco rápidamente a través de pastores y líderes de la teología de la prosperidad hacia el interior de las congregaciones como algo positivo, ratifican el incremento del presupuesto del departamento de defensa para financiamiento de la pared fronteriza sur, desestimando informes del organismo mundial de migraciones que identifican 2019 un incrementó de fallecidos de más del 30% en la ruta migratoria en la frontera de Estados Unidos y México.
El mantenimiento del Status Quo acompañado por el retroceso en materia legislativa y judicial, evocando al pedido de miembros de iglesias fundamentalistas a que se reduzca progresivamente el acceso de las mujeres al aborto legalizado desde 1973 junto a la reducción de presupuesto/desfinanciación de departamentos y organismos internacionales en materia de salud nos muestra el despliegue de las tres caras del fundamentalismo tanto político (neoliberal), económico (capital financiero) como religioso (facción neo-protestante). Perpetuando viejas estructuras, que ya han demostrado no resolver la peor vulneración de los derechos humanos que hoy en día se sufre: la desigualdad, porque de ella se sustentan.
En palabras de Rob Driesen luego de escuchar el discurso de D. Trump en primera fila: ”Creo que mi mayor preocupación es tratar de preservar nuestro país como era: conservador, con valores. Para nosotros eso es lo mejor que hay. Podemos hacer lo que queramos”. Queda en evidencia con este acercamiento, los puntos filosóficos en común que guardan el candidato republicano y la facción neo protestante fundamentalista. Es interesante que podamos reflexionar sobre uno de los triunfos que Trump está buscando tener de cara al lobby fundamentalista.
Es conocido el ascenso de jueces conservadores que representan los intereses que esta facción tiene con el fin de restringir lo más posible el acceso al aborto, como es el caso de Amy Coney Barrett tras el fallecimiento de la jueza Ruth Bader Ginsburg. El objetivo es dar al fundamentalismo económico, político y especialmente religioso el encuadre legislativo para que estos puedan desplegarse hacia el interior de los Estados Unidos y desde este hacia los organismos internacionales, forzando el desfinanciamiento de estos espacios.
En palabras de una reconocida organización que articula distintas Iglesias de Centroamérica, en una carta pública de apoyo a Trump expresa su agradecimiento por “defender la legislación democrática y el derecho a la vida de todos los seres humanos en foros internacionales”. En esta misma carta se compromete a apoyar “cualquier esfuerzo para que nuestros países se unan a las iniciativas lideradas por Estados Unidos para proteger la vida en las Naciones Unidas y la O.A.S., como la Declaración Conjunta sobre Salud Universal Cobertura en la Organización Mundial de la Salud.”
En el campo religioso han habido intervenciones contrarias, tales como la que realizó la Obispo Mariann Budde de la Diócesis Epicopal de Washington perteneciente a la iglesias protestante histórica anglicana, quien tras el asesinato de George Floyd en manos de la policía, manifestó su repudio ante la represión que se dio lugar en el epicentro de las protestas por el asesinato de Floyd para que el presidente Trump se tomara una foto sosteniendo una biblia, símbolo fundante del Cristianismo y el Judaísmo, frente a la congregación que ella preside.
En tiempos donde el fundamentalismo religioso alimenta y sustenta el fundamentalismo económico y político, es necesario fortalecer las redes de las iglesias protestantes históricas y su largo caminar junto a la ampliación y protección de los derechos humanos. Desestimar los viejos presagios de que las religiones acabarían por desaparecer, en una supuesta iluminada post secularización para algunos. Y reconocer en este caso, a la facción neo protestante fundamentalista o popularmente conocida como movimientos evangélicos/pentecostales como un actor que fortalece las estructuras vigentes para la perpetuación de un sistema ya en crisis e insuficiente para responder a un mundo signado por el endeudamiento feroz, fuertes desigualdades y políticas públicas insuficientes ante la pandemia producida por la propagación del COVID-19.